XI

¡Qué temprano has venido hoy, amor! —le dije,

porque efectivamente anocheció antes.

¡Será por lo que sea;

que lo averigüen los enanos.

No te lo puedo decir. Será que lo he soñado

y desperté pensando:

¡Cómo se alegrará cuando lo sepa!

Me alegro muchísimo,

porque yo tenía también mi sueño,

y vino un labrador creyendo

que mis caderas eran enjambres

donde faltabas tú solamente.

Había abejas y pecados,

mártires y martirios,

pero faltabas tú

aunque corriera la sangre.

Y, faltando el amor, ya lo sabéis,

hay neuralgias,

hidropesías,

no hay amor, naturalmente,

ni vida,

y sin vida no se pueden tomar a las cinco

esas gotas de amargura

que tienen todas las tazas de té.