VI

He pensado, amor, que nos vayamos a una aldea

para que te acostumbres a salir a la calle sin corbata

y veas lo que nunca has visto:

pacer las ovejas;

y sepas lo que no has sabido:

el dulce son del caramillo;

y prueben tus zapatos

el prado y la pradera,

y toques las piedras

y las cortezas de los árboles

que tantas veces viste en el cine sin tocarlas.

Porque ignoro, amor, si tienes pie,

aunque sé bien que tienes cintura;

ignoro si puedes encaramarte como una cabra,

o sólo sirves para estar sentado.

Ignoras muchas cosas

que es preciso ignorar,

y sabes por otra parte demasiadas.

Seguramente oíste hablar de la aurora

y del crepúsculo;

pues bien, existen crepúsculos y auroras,

y es posible madrugar,

y es posible tener la nieve en las manos,

y oír el caramillo,

y tocar las piedras,

y resguardarse del sol bajo los árboles,

y ver los rayos hender las encinas;

en fin, amor, amar no es imposible.