III

Gracias, amor

por haberme dedicado el libro de tus aventuras,

el relato de tus desvelos

y tus cuadernos de viaje.

Así sabré cuándo y dónde naciste,

quiénes fueron tus padres,

cómo encontraste el primer amor de tu vida.

Ya caminaré sin perderme,

sin tentaciones mansas como los ojos de los bueyes,

o agudas como los picos de las sierras,

llevado de tu mano

sin más miedo que tu mano misma,

sin más ventura que tu misma mano.

Como eres más alto que yo,

levantaré los ojos para preguntarte

por qué canta el estornino

y no canta la zumaya,

por qué se desliza la serpiente,

o qué insectos están encargados

de transportar las almas al otro mundo.

Tú, amor, me contestarás dulcemente,

y así, entre dulces preguntas y respuestas,

entre verte y amarte,

iré pasando, amor, mi vida.