I

¿QUÉ quieres, amor mío[14],

si la tarde no cabe en nuestros ojos

y sobra con el agua cogida en nuestras manos

para la sed del cielo?

Amor mío, ¿qué quieres?;

¿que no te lleve al colegio,

que te diga que sí,

que la vida contigo es una lámina de plata

y sin ti una moneda de cobre;

contigo un suspiro,

más que un suspiro,

menos que un suspiro,

o casi tanto como un suspiro?

Quédate ahí sentado.

Ahí estás bien,

ahí ves los borreguitos pasar,

el agua quieta, quietísima,

admirablemente la primavera,

la vieja y el viejo,

el carrito del niño con su buey y su mula,

y cinco buzos explorando el puente del buque hundido,

y veinticinco grajos sobre los cadáveres

de aquellas tres horas que pasamos juntos

y que no cupieron después en tu frente.