DINGLE LANE, 1932[9]

Mira este campo verde, estas encinas

y estas rosas, llévalas contigo siempre,

sin olvidar que el día nunca acaba

cuando cada reloj, en cada alma,

dé doce golpes lentos al silencio.

Mira este campo verde, las encinas

reposan en la niebla, la niebla

enreda paz y paz sobre los campos.

Quién pudiera perderse en esta niebla,

quién pudiera perderse sin sentirse.

Yo nunca olvidaré que tu palabra,

tu palabra, mi amor, vino a buscarme

frente a encinas también, frente a rosales,

campos secos y sin lluvia,

y tomando mi mano me condujo.

Te esperaré, mi amor, pero la lluvia,

la lluvia sobre el campo, sobre el alma.