XIII
COPLAS

Al fin y al cabo vereda,

unas veces por el llano

y otras veces por la sierra.

Caminitos del vivir,

tan ligeros al bajar

y tan tardos al subir.

En verano polvorientos

los caminos[4] de la vida,

y encharcados en invierno.

Arroyo que andando vas,

dime si el mar es tu fin

o si la tierra es tu mar.

Y si la sierra es tu mar,

¿por qué, arroyo de mi vida,

por qué tan despacio vas?

Fue vereda al empezar,

más tarde se hizo camino,

luego camino real.

Nació camino real,

luego se quedó en camino,

y en vereda al acabar.

A la corta o a la larga,

el valor que menos vale,

el valor de las palabras.

Los dos seres de mi yo

aunque son hombres distintos

tienen sólo un corazón.

El corazón da consejos

tan buenos como una madre,

tan sabios como los viejos.

Junto a la muerte la vida,

junto a la luz el misterio;

se adivinan las paredes blanqueadas

y los yertos cipresales del cementerio.

En otros odres distintos

vertamos el vino añejo,

los odres hacen el vino.

Lo que importa únicamente[5]

caminante,

es caminar.

Caminar siempre de frente,

sin mirar

lo que tuvimos delante

o lo que está por andar.

¡Oh!, los pobres ojos míos,

de piedra son, aunque abiertos;

de mirar sin ver, cansados;

de cerrarse y ver, sedientos.

¡Lira de mi corazón,

has destemplado tus cuerdas

y apagado tu canción!