Al día siguiente, Kiki y Bennie vienen para animarme.
No estoy segura de qué ha llevado a mi madre a romper su regla de «No se admiten visitas», pero no me quejo. Aparentemente, he experimentado una «recuperación milagrosa» y ya no estoy enferma. Quién lo hubiera imaginado.
Mi familia ha conseguido mantener el incidente de Hunter lejos de la prensa. Han anunciado la nueva fecha de la boda, y Thomas no mentía. Ahora se supone que nos casamos el sábado 11 de agosto, dos semanas antes de las elecciones. No puedo creer que yo haya sido una de las últimas personas en enterarse del cambio.
—Acabamos de venir de probarnos los vestidos —dice Kiki, que se seca la frente dándose unos golpecitos con un pañuelo—. El diseño que ha escogido tu madre es precioso.
—Divino —interviene Bennie, y se señala el pecho—. Ceñido arriba, con la cintura ajustada y luego —deja caer las manos por los costados—, paaam, ¡hasta el suelo!
Kiki se ríe.
—Pero no tienes que preocuparte. No te robaremos protagonismo. Lo prometemos.
Me esfuerzo por poner los ojos en blanco.
—Créeme, no me preocupa.
—¿Sabes?, que estuvieras enferma no significa que no pudieras mandarnos algún mensaje —dice Kiki, descorriendo las cortinas—. O dejar que tu habitación parezca otra cosa que no sea un mausoleo. En serio, Aria.
Me protejo los ojos de la luz. Estos días he estado de un humor tan sombrío que quería que mi habitación encajase con él.
No me puedo creer que Hunter esté muerto. Me siento completamente vacía, socavada por una tristeza que se niega a abandonarme. Tengo el cuerpo agotado, la nariz y los ojos en carne viva de llorar. En cierto modo, ni siquiera parece real… y aun así sé que está muerto. Vi cómo le disparaban.
Lo único que hará que su muerte tenga algún sentido es avisar a su familia, escapar a las Profundidades y alertar a Violet Brooks y a los rebeldes de que mis padres van a ir tras ellos. Pero con la forma en que me han estado vigilando últimamente, ni siquiera puedo hacer eso.
—Venga, suéltalo —dice Kiki al tiempo que se deja caer en la cama a mi lado—. ¿Por qué habéis adelantado la boda, sobre todo teniendo en cuenta que has estado enferma? ¿Y qué te pasa? ¿Estás tan enamorada de Thomas que no puedes esperar a estar casada? —Se echa a reír—. Aria Rose, la rosa enferma de amor.
Bennie se ríe con ella, y me pregunto cómo pueden ser tan ingenuas. Me gustaría habérselo contado todo desde el principio; ahora es demasiado tarde. Pienso en lo que me ha dicho Thomas, en cómo un movimiento en falso podría hacer que nos matasen a los dos.
¿Llegarían a matarme mis padres si les desobedeciera? Por encima de todo, sigo siendo su hija. Pero con las elecciones en juego… bueno, no sé de qué serían capaces.
Y eso me asusta.
—Aria, ¡no tienes que contárnoslo si no quieres! —dice Bennie. Hoy parece una marinera, lleva un bonito vestido blanco con ribete azul—. Pero si quieres contárnoslo —Da un saltito y toma asiento junto a Kiki—, no nos quejaremos.
Me pregunto si Bennie sospecha lo que podría esperarle de seguir con Kyle: una vida de servicio a la causa política de los Rose.
—La fecha nueva ha sido idea de mi madre —digo—. Piensa que será mejor para las elecciones.
Las chicas asienten como si lo comprendieran.
—Tiene sentido —contesta Kiki—. Entretanto, ¡yo sigo sin tener un maldito acompañante para la boda! Quiero a un chico guapo con el que bailar las canciones lentas y enrollarme en el baño.
—¡El reloj hace tictac! —exclama Bennie dando una palmada.
—Oh, bla, bla —replica Kiki, que se pone en pie y se mira en el espejo—. De todos modos, ningún tío se fija jamás en mí cuando os tengo una a cada lado. Estáis como palillos, salvo por las tetas y el culo. Mi cuerpo es más… como una berenjena. Quizá una berenjena rellena de parmesano. —Suspira—. Santas Profundidades, qué envidia.
Bennie se vuelve hacia mí y me apoya una mano en la muñeca.
—Bueno, Kiki y yo estábamos pensando… ¿por qué no venimos el miércoles por la noche con algunas chicas de Florence? Veremos películas, comeremos palomitas y cotillearemos. Será divertido. Una despedida de soltera sencilla, ya que tu madre nos ha dicho que no estabas en condiciones para celebrar una de verdad.
¿Ha dicho eso? No me sorprende.
—Tendré que preguntarle a mi madre —contesto—, y dudo…
—¡Ya nos ha dicho que sí! —exclama Bennie dando un saltito—. ¡Oh, va a ser genial! Y no te preocupes, Aria, nosotras nos encargamos de todo.
—Tú solo tienes que estar presente —añade Kiki al tiempo que me da un apretón en el hombro.
Pese a que lo último que quiero es una fiesta —aparte de una boda—, asiento. Kiki y Bennie chillan emocionadas.
«Bueno —pienso—, al menos hay alguien feliz en el mundo.»
Cuando se van unas horas más tarde, empiezo a oír un montón de ruido: suena como si hubiera cuatro o cinco mujeres charlando y pasando de un lado para el otro por delante de mi habitación.
Se oye el zumbido de una aspiradora cuando mi madre llama a mi puerta. La abre y me habla desde el vano. Estoy tumbada en la cama, encima de la colcha.
—Aria —dice—, solo para que lo sepas, me voy al centro con Erica Foster.
—Vale. ¿A qué viene todo ese ruido?
Mira hacia el pasillo.
—Ah, hemos contratado un servicio de limpieza para que revise las cosas de Davida y se deshaga de ellas. —Se endereza el colgante de diamantes que lleva al cuello—. Bueno, estaré de vuelta sobre las cuatro. Para entonces deberían haber terminado.
La veo alejarse de la habitación, luego vuelvo a apoyar la cabeza en la almohada. Me pregunto qué le ha ocurrido a Davida. Probablemente quedó tan traumatizada por lo que hizo mi familia que se marchó para estar con su madre. Estoy a punto de cerrar los ojos cuando se me ocurre algo y me incorporo.
Todos los guantes de Davida. No puedo dejar que los tiren.
Salto de la cama, bajo al vestíbulo con disimulo, paso por delante de la habitación de Kyle y recorro el pasillo de los sirvientes.
La puerta de Davida está abierta de par en par. Me asomo al interior y veo decenas y decenas de bolsas de basura, medio llenas. Tres mujeres de uniforme blanco escudriñan a través del caos. La imagen me altera de un modo increíble. No solo he perdido a Hunter, sino que ahora también voy a perder a Davida.
—¿Disculpen?
Las mujeres dejan lo que están haciendo y me miran.
—Solo necesito un momento a solas aquí, ¿pueden volver en cinco minutos?
Se miran entre ellas y se encogen de hombros antes de salir de la habitación. Cierro la puerta y voy directa a donde vi los guantes por última vez: debajo de la cama de Davida. Me tiro al suelo y extiendo el brazo buscando a tientas las esquinas afiladas de la caja metálica.
No está.
Retiro la mano y miro en torno a la habitación. Debe de haber al menos veinte bolsas llenas de ropa y libros y baratijas que Davida ha ido reuniendo desde que era pequeña. Por suerte, las bolsas están abiertas, así que no tengo que deshacer ningún nudo. Lo reviso todo rápidamente; hay dos bolsas llenas de uniformes de diferentes tallas, algunos tan pequeños que deben de ser de cuando era niña. ¿Davida nunca tiraba nada? Hay otra llena de artículos de aseo y ropa interior; ninguna de las bolsas contiene una caja metálica. O los guantes. Por todas las Atalayas, ¿dónde podrían estar?
Me incorporo y me seco el sudor de la frente con la manga del pijama. ¿Qué queda?
Su armario.
Lo han dejado abierto, y está prácticamente vacío. Paso revista a lo poco que queda dentro de él unos cuantos jerséis informales y vestidos que mis padres le regalaron para algunas ocasiones especiales, ropa que no se puso más que una vez. Todas estas prendas están casi nuevas.
Saco un vestido rosa con diamantes de imitación en el cuello y se me llenan los ojos de lágrimas. Es el vestido que le regalé a Davida cuando cumplió los dieciséis.
Me llevo la suave tela a la cara y la huelo. Percibo rastros de un detergente con aroma a rosas. Visualizo a Davida la noche de la muerte de Hunter, mirándonos y sollozando.
Dejo el vestido donde estaba y saco un jersey que era mío. Supongo que lo recuperaré hasta que ella vuelva a aparecer. Pero en lugar de resultarme suave, lo noto como… crujiente.
¿Qué?
Lo sostengo a la luz. Parece normal, pero deslizo las manos en su interior y noto algo rígido contra la tela. Lentamente, le doy la vuelta al jersey. Doy un grito ahogado ante lo que veo: todo el interior está forrado de papel, un papel cubierto con la letra de Davida y cosido al algodón.
Deposito el jersey en la cama de Davida y saco otra prenda: un fino camisón. Introduzco las manos y noto la misma rigidez, así que levanto la parte inferior: más notas cosidas en el interior.
Reviso el resto del armario de Davida: un vestido rojo de punto que llevó una vez a la iglesia, otro blanco con el ribete negro, una sencilla chaqueta negra, una falda plisada azul marino, una suave rebeca verde. Hay al menos doce prendas llenas de escritos. Sin vacilar, las quito de las perchas, hago un montón con ellas y me las llevo de vuelta a mi habitación.
Mis padres han inutilizado el seguro de mi puerta, así que debo actuar rápido. Saco un abrecartas decorado con piedras preciosas de uno de mis cajones y lo utilizo con una de las prendas: el jersey. Con cuidado, corto las puntadas y las notas caen al suelo como las cartas de una baraja.
Una vez las he sacado todas, hago un montón con la ropa, la llevo de nuevo a la habitación de Davida y la meto en la primera bolsa abierta que veo. Luego vuelvo a mi habitación, cierro la puerta, reúno las notas y empiezo a leer. La primera que cojo lleva fecha de hace más de un año.
No existen sitios seguros donde registrar mis pensamientos. Mi TouchMe está comprometido y vigilado; los hombres del señor R. me leen el correo electrónico. Quizá sea mejor volver a los viejos métodos… están demasiado pagados de sí mismos para buscar pruebas anticuadas de quién soy: papel y tinta, palabras escritas con sangre.
No sabría decir qué sospechan y qué no. Mantengo los ojos y los oídos alerta, atentos a cualquier información que pueda transmitir al equipo, cualquier cosa que podamos hacer para acabar con esta farsa.
Al parecer, he dado con una especie de diario, notas que Davida pensó que permanecerían ocultas si registraban su habitación. Las coloco sobre mi colcha. Reviso las pilas; hay notas fechadas hace más de seis años, de cuando Davida vino a vivir con nosotros. Busco las más recientes y sigo leyendo:
Hoy me he escapado a casa. Qué bueno ver a todo el mundo. Quería quedarme, aunque me dicen que soy más importante donde estoy, que debo ser paciente… pero ¿cuánto tiempo tengo que esperar?
Hoy ha sido un día seco. Aria no se encuentra bien; todavía le duele la cabeza de la operación. No sé qué le han dicho exactamente, solo la mentira de que había sufrido una sobredosis de Stic. Me pregunto si se creerá lo que le han contado. Es demasiado inteligente para dejarse engañar con mentiras tan simples. Ruego por que se recupere.
Así que Davida sabía que mis padres me habían mentido acerca de la sobredosis… ¿y no me lo dijo?
La siguiente nota fue escrita la noche de mi fiesta de compromiso:
28/6
Garland Foster se presenta como candidato a las próximas elecciones. Aria va a casarse con Thomas Foster, que luego se mudará al West Side de Manhattan y vivirá bajo la vigilancia de la familia Rose. La noticia es colosal, y tan inesperada… He avisado a los demás, que deben prepararse inmediatamente.
29/6
Hoy se me parte el corazón. Llevo semanas sin ver a mi familia. A veces aquí las horas parecen días, y los días parecen años. ¿Cuándo podré irme a casa para siempre? ¿Cuándo volveré a verle?
8/7
A veces creo que ella me conoce mejor de lo que me conozco a mí misma. Me resulta tan difícil ocultar mis sentimientos… En especial cuando quiero ser sincera con ella, aunque no puedo. Todavía no. Pero cuando les he visto juntos, casi he gritado de dolor. He sentido como si el aire a mi alrededor fuera un nudo corredizo, que me ahogaba, que me asfixiaba hasta dejarme sin vida. No es justo.
9/7
Anoche soñé con mi propia boda, el vestido blanco que seguramente llevaré, los votos que leeré, y que escribí hace más de un año… Resulta difícil creer que llevo comprometida prácticamente desde que nací, pero se acerca el día… Cumpliré los dieciocho en solo unos meses, y entonces volveré a casa. Con él.
Cuanto más leo, más empiezo a formarme una imagen de quién es Davida en realidad. Llegó a mi casa cuando era una niña con la intención de congraciarse con mis padres, y con el tiempo, cuando tuviera edad suficiente, proporcionar a los rebeldes información que les ayudase a derrocar a los Rose. ¿El orfanato? Una mentira. Ninguna mujer llamada Shelly le enseñó a ocultar sus poderes. Los guantes se los proporcionó su familia, la historia acerca de las cicatrices se la inventaron sus padres. Todas las veces que ha desaparecido últimamente estaba yendo a ver a los rebeldes. Y no solo eso: está prometida en matrimonio con un místico rebelde prácticamente desde que nació.
10/7
Hoy he preparado un pastel de café y canela con Magdalena. Me ha pedido que le enseñara mis cicatrices, pero me he negado…
Sigo pasando los papeles. Las notas de Davida parecen cubrir toda la gama, desde entradas acerca de mi familia y yo, hasta sus reflexiones generales en torno a la vida y la política. Entonces me detengo en esta:
15/7
A veces tengo miedo de que él no me quiera como yo le quiero a él. Todavía me acuerdo de cómo jugábamos cuando éramos niños. Pero hace tanto tiempo… Hace tanto tiempo que me oculto aquí arriba… ¿Recuerda mi cara siquiera?
Esta noche le he visto. Pero su corazón pertenece a otra. Mi alma, me temo, se ha roto de manera irreparable. A ella nunca podré contarle la verdad. No es culpa suya, sino de él. Y mía, supongo, por creer en los finales de cuentos de hadas.
¿Cómo es posible que Davida nunca me haya confesado nada de esto? ¿Cómo no lo he sabido, cómo no lo he sospechado nunca? Llevo prácticamente toda mi vida viviendo bajo el mismo techo que ella.
Me siento traicionada. Por Davida y por mis padres, que me han manipulado sin límites.
Cuando llego a la nota más reciente, me da un vuelco el corazón.
Haré todo lo que pueda para olvidarle. Para poder concentrarme en la labor… He oído que planean tomar represalias contra Violet… Ya les he avisado, pero espero que no sea demasiado tarde.
No volveré a pronunciar el nombre de mi prometido. Él no me corresponde a mí; quiere a otra.
Es la última vez que lo escribo… para librarme de él para siempre:
Hunter Brooks