¡Y bien, Gerontius! ¡Es exquisita la vida de exiliado! ¿No la disfrutas? Y tú, Brastias, siempre y en todo momento volviendo los ojos hacia el hogar que abandonaste. ¿Te mantiene caliente por la noche tu bien merecida deshonra?
Ulfias, sin voluntad y fácil de gobernar: si debías seguir a un rey, ¿por qué no a aquel que juraste servir? ¿Te sirve de consuelo esa pena? Y tú Urien, joven intrigante, ¿resulta más fastuoso tu lecho ahora que eres consciente de tu traición?
¡Nobles traidores! Los perros que suplican las sobras de vuestra mesa conocen mejor que vosotros lo que es la lealtad. ¿Realmente creísteis que los cymbrogi os seguirían? ¿Creísteis de verdad que podríais ocupar el lugar de Arturo? ¿O era esta esperanza, como los juramentos que tan rápidamente abandonasteis, algo sin sustancia también?
Criaturas infieles, escuchadme ahora: ¡el Reino del Verano era más que un sueño! Más que un cuento para entretener a los niños. Hombres valientes murieron para conseguirlo…, hombres que dieron la vida por su fe. Un reino fundado sobre la roca de una fe así no puede fracasar.
¿Os sorprende que Arturo tratara con clemencia a los señores de Vandalia, Rogat y Hussa? Os aseguro que ellos sí se sorprendieron, pues era en la victoria cuando la nobleza del Supremo Monarca se mostraba en todo su esplendor. Se compadeció de sus enemigos, los alimentó y les ofreció la paz. El Pendragon de Inglaterra, tras haber mostrado heroísmo en la adversidad, en el triunfo practicaba la misericordia cristiana. Arturo ofreció su amistad a sus enemigos, y de este modo hizo que adversarios crueles —los mismos que habían aprendido a respetar su valor— comprendieran su nobleza. El jefe vándalo, Mercia, fue bautizado a invitación de Arturo, y el Supremo Monarca lo recibió como hermano.
Y si estos antiguos enemigos obtuvieron una merced en virtud a la generosidad de Arturo, ¿cuánto más no se beneficiaron los nobles irlandeses? Aquellos que abandonaron hogar y tierras para acudir en ayuda del monarca obtuvieron eso y más a cambio. Es así como se recompensa la fe.
Podéis decir lo que queráis, pero Inglaterra fue ensalzada entonces. No, desde luego que no escapamos a nuevos tormentos de la peste y la sequía. El Devastador Amarillo nos corroía, y vientos secos arrastraban nuestras cosechas por el polvo. Pero, para los que sabían adónde mirar, el Reino del Verano proyectaba ya sus primeros rayos tenues.
El Supremo Monarca celestial nos había bendecido con el más sagrado de los objetos de este mundo nuestro: la copa de Cristo… y ese Grial se convertiría en el refulgente sol del Reino del Verano. Arturo declaró que aquel objeto sagrado debería convertirse en el símbolo de su reinado, para ser colocado en la iglesia que haría construir. No miento cuando digo que toda Inglaterra se estremeció al enterarse de la existencia del Santo Grial… Ah, pero ésa es otra historia.