Jace se despertó sin esa agudeza mental que usualmente poseía. Normalmente se levantaba temprano. No tenía siquiera un despertador, siempre se despertaba a la misma hora sin importar si tenía que trabajar o no.
Sin embargo, esa mañana se despertó con desgana, con el cuerpo saciado y sin fuerzas y con una feliz satisfacción recorriéndole las venas. Alargó un brazo automáticamente hacia Bethany al anhelar sentir su piel bajo sus dedos.
Pero al encontrarse con un hueco vacío, Jace frunció el ceño y se despertó por completo mientras se apoyaba en un codo para mirar al lado de la cama que había quedado vacío junto al suyo. La única evidencia de que había estado allí era la almohada hundida, aunque hubiera pasado la mayor parte de la noche con la cabeza apoyada contra su hombro y el cuerpo acurrucado contra su costado.
¿Cómo había salido Bethany de la cama sin que él se hubiera dado cuenta? Sacudió la cabeza y lanzó las piernas hacia fuera del colchón. Se sentó y se estiró antes de levantarse e ir en su busca.
Caminó hacia el salón sin prisa ninguna mientras se pasaba una mano por el cogote y luego por la coronilla. Todo estaba completamente silencioso. Y vacío.
Su mirada se paró en la puerta cerrada del otro dormitorio que había al otro lado del salón y le golpeó el pensamiento de que era muy posible que Bethany estuviera dentro de esa habitación. En la cama con Ash. Apretó los puños con fiereza y respiró con dificultad. Acortó la distancia y, una vez hubo llegado a la puerta, apoyó la mano en el pomo y vaciló un instante.
Lo último que quería ver era a Bethany en los brazos de Ash. La sangre le hervía de furia en las venas. Respiró hondo varias veces en un intento de controlarse. Apretó la mano alrededor del pomo de la puerta hasta que los nudillos estuvieron blancos del esfuerzo.
Lo giró rápidamente y abrió la puerta. Sus ojos buscaron inmediatamente la cama. Los entrecerró y alzó ambas cejas cuando vio a Ash desparramado sobre la cama. Solo. Sin señales de Bethany por ningún sitio.
Ash se movió y abrió los ojos. Levantó la cabeza y gruñó cuando vio a Jace.
—¿Se está incendiando el hotel?
Jace no respondió y Ash apoyó de nuevo cansadamente la cabeza sobre la almohada.
—¿No? Entonces vuelve a la cama de una puta vez y déjame en paz —refunfuñó Ash—. Es muy temprano.
—Estaba buscando a Bethany —dijo Jace quedamente.
Ash volvió a levantar la cabeza y lo miró con ojos cortantes.
—La dejé contigo, tío.
—No está allí. No está en la suite.
Ash se incorporó sobre los codos y la sábana le cayó hasta la cintura.
—¿Se ha echado atrás?
Los labios de Jace formaron una fina línea.
—No lo sé. Quizás ha ido abajo a por algo.
Ash arqueó una ceja dando a entender que Jace era un imbécil. Jace soltó la respiración y se dio la vuelta para abandonar la habitación de Ash.
—Espera un segundo, tío, y te ayudaré a buscarla —añadió Ash.
—Está bien.
La mirada de Jace recorrió la habitación una vez más en busca de algo. Cualquier pista. Algo que le dijera que iba a volver. Cuando volvió al dormitorio donde él y Bethany habían dormido, se percató entonces de que su ropa no estaba donde ella la había lanzado la noche anterior. No había nada que sugiriera que había estado allí toda la noche.
—Jace, ha dejado una nota.
La voz de Ash penetró los oídos de Jace y este salió de golpe del dormitorio otra vez y vio a Ash en el salón, frente a la pequeña mesita, con una hoja de papel con el logo del hotel en la mano. Ash se la tendió a Jace mientras este se acercaba para cogerla.
La abrió con un movimiento y frunció el ceño al leer la letra cursiva tan femenina de la nota.
Gracias por la maravillosa noche y la cena.
Hiciste que fuera especial.
Nunca la olvidaré, ni a ti tampoco.
BETHANY
—Joder —murmuró Jace.
Le dio la espalda a Ash y luego lanzó la nota con rabia al otro lado de la habitación. Dio contra la pared y cayó al suelo. ¡Se había ido! Sin decir ni una palabra. Sin despertarlo. Había salido de la cama y se había marchado. Jace no conocía siquiera su apellido. Ni sabía dónde vivía. Ni cómo encontrarla.
Había pensado que tenía tiempo de sobra para averiguar todas esas cosas. Había planeado preguntarle todo lo que pudiera en el desayuno. Todo estaba organizado: desayuno en la cama, mimarla sin parar, hacerle el amor otra vez, preferiblemente cuando Ash se marchara. Y luego le dejaría claro que volverían a verse otra vez.
—¿Cuál es el problema, tío? —preguntó Ash con voz queda.
Jace se volvió hacia él.
—Se ha ido. Ese es el problema.
Los labios de Ash formaron una fina línea y envió una mirada inquisidora en la dirección de Jace.
—¿Qué querías tú exactamente de todo esto? ¿Otra noche? ¿Dos? ¿Y luego qué? Nosotros nunca tenemos relaciones duraderas. Soy consciente de que la cosa no ha ido de la forma que tú querías, pero tienes que apreciar la ironía de que haya sido ella la que se haya ido porque normalmente siempre lo hacemos nosotros. Nos lo ha puesto muchísimo más fácil.
Jace rechinó los dientes y ensanchó las fosas nasales mientras una furia al rojo vivo le recorría la columna vertebral. Le llevó toda la fuerza que tenía y más no lanzarse contra su mejor amigo. Soltó el aire con demasiada fuerza y luego alzó la mirada para encontrarse con la de Ash.
—Sí. Más fácil.
Jace no pudo eliminar el tono disgustado de su voz. Y tampoco era que le importara. Se dio la vuelta y se dirigió a su dormitorio para vestirse. Se colocó de un tirón la camiseta y los pantalones y ni siquiera se molestó en ducharse o afeitarse. No tenía ni idea de cuánto tiempo hacía que Bethany se había ido y quería asegurarse de interrogar a los empleados en la recepción y al portero.
Su mente ya estaba considerando todas las opciones cuando volvió a salir del dormitorio para dirigirse a la puerta de la suite.
—¿Jace? —lo llamó Ash.
Jace se paró, se giró y vio a Ash aún en el salón con una expresión preocupada en el rostro.
—¿Qué está pasando, tío? Has actuado diferente con ella desde el momento en que la viste en la fiesta. Nos hemos tirado a un montón de tías juntos, pero anoche no actuaste como si estuvieras de acuerdo con lo que estábamos haciendo para nada.
—Y no lo estaba —contestó Jace en voz baja.
—Entonces, ¿por qué lo hiciste?
Jace se lo quedó mirando durante un rato.
—Porque era lo que tenía que hacer para poder tenerla.
Sin siquiera esperar una respuesta, Jace se dio la vuelta y salió de la habitación. Entró en el ascensor, pulsó el botón de la planta de recepción muy enfadado e impaciente mientras esperaba a que las puertas se cerraran.
Sí, Ash pensaría que había perdido la cabeza. Y a lo mejor sí que la había perdido. Sabía con certeza que no podía explicar lo que le pasaba… y desconocía siquiera cómo llamarlo. ¿Obsesión?
Lo que sí sabía era que no era simple lujuria. La había experimentado un montón de veces y no tenía nada que ver con lo de ahora. La lujuria iba sobre sexo y sobre saciar una necesidad. Una liberación física sin emociones de por medio.
¿Pero cómo podía siquiera pensar que tenía una conexión emocional con Bethany cuando no sabía nada de ella?
Salió del ascensor con determinación. Bethany podría haber huido, pero él iba a traerla de vuelta.
Media hora después el enfado se había convertido en furia, con ganas de atravesar la pared de un puñetazo. Tras interrogar a cada uno de los empleados que podrían haberla visto, había conseguido saber exactamente… nada. El portero le informó que la había visto salir del hotel justo después del amanecer. No había pedido un taxi, ni tampoco lo había cogido ella misma al salir. Simplemente se había ido a pie.
Sin un maldito abrigo.
Estaba medio lloviendo, medio nevando y hacía un frío que pelaba. Y ella se había ido a pie y sin un abrigo.
Y lo que lo frustraba incluso más era que quería interrogar al servicio de catering y exigir que le dieran información sobre Bethany, pero era domingo. Lo que significaba que hasta el lunes no había nada que pudiera hacer.