Capítulo
5

Jace se quedó observando a Bethany mientras ella se sentaba con las piernas cruzadas en la cama y se comía el bocadillo de jamón, beicon y queso que le habían pedido al servicio de habitaciones. Parecía saborear cada uno de los bocados y comía con una reverencia que él no veía muy a menudo. No se apresuró, pero había una urgencia en sus movimientos que Jace no terminaba de descifrar.

Y cada vez que le daba un sorbo al chocolate caliente la expresión de su rostro se volvía soñadora. Ojalá le hubieran traído más de una taza.

No habían querido que se vistiera. Jace la quería en su cama, donde pudiera verla, sentirla y tocarla cuando quisiera. Ash sí se vistió cuando fue a recibir al servicio de habitaciones.

Sería fácil decirle a Ash que se fuera para poder disfrutar del resto de la noche a solas con Bethany. Le gustaba la idea de estar solos ellos dos, en la cama y desnudos, disfrutando el uno del otro y de hacer el amor tanto como quisieran.

—Estaba buenísimo —dijo ella cuando le dio el último sorbo al chocolate caliente—. Gracias.

—De nada —dijo Jace con voz grave.

Ash se llevó los platos y los dejó en el salón. Cuando volvió se desnudó de inmediato y a Bethany se le cortó la respiración de la ansiedad que la invadió cuando Ash hubo regresado.

Jace la observó detenidamente y buscó alguna señal de vacilación o duda sobre lo que estaba a punto de ocurrir. Si la veía lo más mínimamente reacia, iba a poner fin a toda esa maldita situación y no le importaba si cabreaba a Ash o no. Nada de esto tendría que estar ocurriendo. Él no quería que su mejor amigo estuviera aquí, compartiendo a su mujer.

Su mujer.

Jace ya la había reclamado y aun así estaba a punto de dejar que Ash se la follara. Otra vez. La palabra retorcida no comenzaba siquiera a describir la escena.

—Ponte de rodillas y usa esa boca con Jace, cariño. No quiero que nos precipitemos. Iremos a paso lento pero seguro para prepararte y no hacerte daño.

Bethany abrió los ojos como platos y los sentidos de Jace se pusieron en alerta. No iba a dejar que Ash llevara las riendas de la situación ni en sus mejores sueños. Lo harían a la manera de Jace, aunque, para empezar, ni siquiera fuera eso lo que él quería.

Jace negó con la cabeza y detuvo a Ash cuando este se dirigía a la cama.

Luego simplemente se giró hacia Bethany y la besó en esa increíble boca que tenía antes de deslizar la lengua entre sus labios. Sabía al chocolate que se acababa de beber. Deliciosa y caliente. Su respiración escapaba en pequeños jadeos hasta la de él. Jace quería más. Mucho más.

—Voy a prepararte —le informó repitiendo las palabras de Ash—. Pero lo vamos a hacer a mi manera. Te quiero caliente y húmeda. Y la forma en que me voy a asegurar de que eso es así es lamiéndote hasta que estés a punto de correrte.

Ella tembló con delicadeza ante sus palabras. Era tan receptiva… A Jace le encantaba pensar que era de esa manera solo con él. Sabía que no eran imaginaciones suyas el hecho de que estuviera más centrada en él que en Ash. El otro estaba allí, sí, pero la conexión entre Jace y Bethany había sido intensa. No había ninguna duda.

—Túmbate y abre las piernas —dijo Jace añadiendo un ápice de orden en su voz. Ella había respondido bien a su voz autoritaria antes, y ahora hizo lo mismo. Los ojos se le habían oscurecido y el rostro suavizado debido a la sumisión.

Olvidándose de Ash —Jace no sabía siquiera dónde se encontraba en ese momento—, bajó por el cuerpo de Bethany besándola y lamiéndole el cuello, luego los pechos, más abajo hasta llegar a su vientre plano y finalmente hasta los leves rizos que tenía entre las piernas.

Jace inhaló y saboreó el almizclado olor de su excitación. Ya estaba húmeda y con el sexo brillante cuando le abrió los afelpados labios vaginales. Su sexo era sonrosado y perfecto, pequeño y tan delicado como el resto de su cuerpo. Era como abrir los pétalos de una flor y encontrar rocío en su interior. Jace sopló ligeramente sobre su clítoris y observó cómo se arrugaba y se tensaba.

Entonces pasó la lengua por encima del erecto botón y disfrutó de la instantánea sacudida que el cuerpo de Bethany experimentó. La lamió con delicadeza, prestando atención a no ser demasiado brusco con sus partes más sensibles. Exploró cada centímetro de su aterciopelada carne deslizándose hacia abajo para describir círculos con la lengua alrededor de su entrada y luego la acarició con los labios.

Bethany se sacudió descontroladamente debajo de él y arqueó la espalda hacia arriba en busca de más de lo que le daba su boca. Jace levantó la mirada para cerciorarse de que era a él a quien estaba respondiendo y vio, satisfecho, que Ash estaba ahora empezando a apoderarse de sus pechos. Ash no la había tocado todavía. Su reacción le pertenecía únicamente a él.

Jace devolvió su atención al sexo de Bethany, deslizó la lengua en su interior y la poseyó con movimientos rápidos y cortos. Ella se humedeció bajo su lengua y el dulce éxtasis llenó la boca del hombre. Jace podría tirarse toda la noche haciendo esto. Le encantaba su sabor. Le encantaba sentirla en la lengua. Suave. Sedosa. Como nada que se hubiera imaginado nunca.

Sabía que Bethany se estaba acercando a la liberación. Su cuerpo se tensó más y su respiración se aceleró. Jace volvió a levantar la mirada y vio que Ash tenía la boca cerrada sobre uno de sus enhiestos pezones. Por un momento se paró y los observó. Podría no gustarle que Ash estuviera con esta mujer, pero la imagen de su amigo succionando los pezones de Bethany era increíblemente erótica. Ver a otro hombre dar placer a la mujer que él se estaba follando siempre daba un morbo increíble.

—¿Te gusta lo que te está haciendo, Bethany? —preguntó Jace con la voz ronca y llena de deseo. No, no quería que Ash estuviera allí, pero por el momento podría perderse en el puro erotismo de verla reaccionar ante el hecho de tener a dos hombres haciéndole el amor—. ¿Te gusta lo que te hacen nuestras bocas, nena?

—S… sí —siseó—. Me gusta mucho, Jace. Nada había sido nunca tan bueno…

La satisfacción lo golpeó de lleno. Ella había podido tener otros tríos… sexo quinqui, o cualquier cosa que le hubiera ido antes, pero esos hombres nunca le habían dado la clase de placer que ellos sí le estaban dando. Jace se aseguraría bien de ello.

La acarició con el pulgar por encima del clítoris y luego depositó un beso justo en la entrada de su cuerpo. Metió la lengua con brusquedad en su interior y la llevó un poco más al abismo. Jace la quería a punto. Quería volverla loca antes de que ambos la poseyeran a la vez. Hacerle daño no estaba en sus planes. A él le gustaba el dolor. A Ash también. Le gustaba infligirlo, pero con la mujer adecuada. Y no es que Bethany no fuera esa mujer; Jace se moría de ganas de hacerle un millón de cosas a ella y con ella. Pero no esta noche. Hoy todo iba sobre el placer. Y no de esa clase que acompañaba al dolor embriagante y agudo cuando se infligía de la forma correcta.

Habría muchísimo tiempo para eso después. Porque iba a haber definitivamente un después. Esta no iba a ser cosa de una noche para él. Jace volvería a tener a Bethany en su cama. Mañana por la noche, para ser exactos. Pero serían solo él y ella. Sin Ash. Sin nadie más. Solo él y Bethany explorando las muchas, muchísimas formas en las que él quería poseerla.

Succionó una última vez su clítoris y luego se puso de rodillas con las manos sosteniéndole a ella las suyas para controlar sus temblores.

—Así es como lo vamos a hacer, nena. Ash va a jugar con tu culo durante un ratito para prepararte un poco. Tú vas a usar tu boca conmigo mientras él está a lo suyo. Después él se internará en ti y se asegurará de que puedes acogerlo de esa forma. Una vez que estemos seguros de que nos sigues el ritmo, te pondrás encima de mí y poseeré tu coño. Luego Ash se introducirá de nuevo en tu culo. ¿Aún quieres seguir adelante?

Ash se apartó para que Jace pudiera verle el rostro. Los ojos de Bethany brillaban de pasión. Estaban neblinosos y un poco intoxicados, pero ardientes de necesidad.

Bethany se relamió los labios y luego asintió.

—Las palabras, nena. Quiero oír las palabras. Necesito estar seguro de que estás de acuerdo.

—Sí —murmuró con voz ronca—. Sigamos.

—Joder, menos mal —expresó Ash—. Me muero por enterrarme en ese culito. Seré suave, Bethany. Esta vez lo vas a disfrutar.

Su boca se arqueó en una embriagada y torcida sonrisa.

—Yo ya sabía que lo haría.

Jace se subió a la cama y luego ayudó a Bethany a ponerse de rodillas.

—Ponte entre mis piernas, nena. El culo arriba para Ash.

Ella se puso entre las piernas de Jace y este se quedó mirando lo cerca que esa cabeza morena estaba de su polla. Estaba a punto de correrse por todo su rostro y ni siquiera lo había rodeado con la boca todavía. Iba a tener que poner todo de su parte para durar sin liberarse hasta que no estuviera en su interior.

Ash fue al baño y volvió con un bote de lubricante antes de posicionarse detrás de su trasero. La mirada de Jace se encontró con la de Ash por encima del cuerpo de Bethany y le mandó a su amigo una advertencia sin palabras. Ash puso los ojos en blanco y soltó un suspiro antes de empezar a mojar sus dedos con el gel.

En el momento en que estos tocaron a Bethany, ella se quedó quieta. Levantó la cabeza para mirar a Jace y este pudo ver fuego ardiendo en sus ojos. Sus dedos rodearon su miembro y él inmediatamente reaccionó, endureciéndose mucho más debido a su contacto.

—Chúpala —murmuró—. Despacio y profundamente.

En el momento en que su boca se cerró sobre su glande y la lengua se deslizó como áspero terciopelo sobre su parte inferior, él cerró los ojos y alargó los brazos para hundir las manos en su pelo.

Luego se quedó quieta de nuevo y tensó la boca brevemente a su alrededor. Jace levantó la mirada y vio a Ash colocándose y guiando su verga por entre los dos cachetes de su trasero.

—¿Es demasiado, nena? Si quieres que pare, dímelo.

Ella sacudió la cabeza y lamió el tallo de su erección. Cerró los ojos y lo acogió más profundamente en su garganta para prodigarle un dulce placer bien abajo hasta los testículos. Maldita sea, sí que tenía una boca llena de talento.

Entonces Bethany ahogó un grito. Alzó la cabeza, alarmada, y los ojos se le abrieron como platos. Una mirada hacia Ash le decía que ya estaba en su interior. Jace le tocó el rostro y le acarició las mejillas con sus pulgares.

—Mírame, nena. Céntrate en mí y respira hondo. Eso es. No luches contra ello. Déjalo hacer. Irá despacio. No te prives de lo bien que te puedes sentir y luego piensa en lo placentero que será cuando ambos estemos dentro de ti.

Sus ojos se oscurecieron y respiró hondo. Luego los cerró y dejó escapar un suspiro. Ash no había cambiado su postura. Seguía teniendo la cabeza echada hacia atrás y las manos las tenía sobre su trasero mientras se impulsaba hacia delante para introducirse esos pocos centímetros que quedaban.

—Dios —dijo ella ahogadamente—. ¡Los dos la tenéis muy grande!

Ash se rio entre dientes.

—Nos alegramos de complacerte, cariño.

Los movimientos de Ash eran lentos y suaves, dos cosas que él normalmente no era. Pero Jace apreciaba que Ash hubiera bajado la intensidad con Bethany. Ash podría parecer el más abierto y simpático de los dos, pero en lo que se refería al sexo, a Ash le gustaba duro, bruto y quería estar totalmente al mando. Los dos siempre elegían a mujeres a las que no les importara ese hecho porque ni Ash ni Jace eran hombres fáciles. Y, aun así, esta noche, Jace se había encontrado yendo en contra de sus instintos. Quería ser gentil y cariñoso y guiar poco a poco a Bethany en la experiencia. Y le había ordenado a Ash hacer lo mismo.

Con cualquier otra mujer, Ash ya estaría hundiéndose hasta el fondo de su trasero y follándosela sin parar.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó Jace a Bethany—. ¿Crees que ya estás lista para acogernos a los dos al mismo tiempo?

Bethany abrió los ojos de repente y tragó saliva alrededor de su miembro, con lo que consiguió volverlo casi loco.

—Joder, nena, como sigas mamándomela así, no voy a durar hasta estar dentro de ti.

Ella sonrió y succionó casi dejando que cayera de su boca. Seguidamente lo rodeó con la lengua y jugueteó con el glande.

—Estoy lista —dijo con voz excitada y casi sin aliento—. Os quiero a los dos.

Ash inmediatamente se retiró con la impaciencia haciéndose patente en sus ojos. Él quería volver a estar en su interior tanto como Jace quería acomodarse dentro de ella.

—Ven aquí —ordenó Jace alargando la mano hacia ella.

Bethany se subió a su cuerpo y se sentó a horcajadas sobre sus caderas. Él bajó una mano para agarrar con toda la mano su polla desde la base mientras ella se ponía sobre sus rodillas para dejar que se colocara bien.

—Híncate en mí con cuidado, nena. No quiero hacerte daño.

Ella apoyó las manos sobre el abdomen de Jace; su contacto era fuego sobre su piel. Luego fue bajando lentamente y él observó cada expresión que se reflejó en su rostro y en sus ojos mientras se deslizaba por su erección, rodeándolo y acogiéndolo dentro de su sedosa carne.

Bethany medio cerró los párpados; el azul de sus ojos se volvió grisáceo mientras bajaba gradualmente sobre él. Ella se paró por un momento y abrió de nuevo los ojos mientras intentaba terminar de acomodar los últimos cinco centímetros de Jace.

Bajó la mirada, controlando cómo iba, y luego, como si estuviera empeñada en introducirlo entero, volvió a alzar la mirada con la determinación reflejada en sus ojos con fuerza. Se echó hacia delante, ajustando el ángulo, y luego Jace se encontró enterrado por completo con una simple pero firme estocada.

Jace estaba bañado en su fuego. Su miel lo rodeaba y lo empapaba. Lo agarraba y aferraba como una boca avariciosa.

Movió su mano y agarró las caderas de Bethany con los dedos extendidos por su encorvada espalda. Seguidamente, incapaz de permanecer quieto, levantó las manos de nuevo deslizándolas por sus costados hasta llegar a los pechos. Los acomodó y acarició, tirando de sus pezones hasta que estuvieron bien enhiestos y erectos.

—¿Es demasiado? —le preguntó con la voz ronca.

—Joder, espero que no —dijo Ash en un tono de voz igualmente ronco.

La mirada de Jace se movió por encima del hombro de Bethany y vio que Ash estaba de rodillas con los rasgos faciales totalmente tensos. Los ojos de Ash brillaban de calor y lujuria, luego alargó la mano y la plantó justo en el centro de la espalda de Bethany. Esta se encogió como reacción al contacto de Ash. La respuesta de Jace fue inmediata. La atrajo más hacia él, no quería que las manos de su amigo la tocaran, lo que era gracioso considerando que Ash iba a poner una parte mucho más íntima de sí firmemente dentro del cuerpo de Bethany en cuestión de segundos.

Aun así, Jace miró a Ash a los ojos y volvió a advertirle en silencio para que tuviera cuidado. No le importaba si cabreaba a su amigo o no. Bethany era demasiado importante. Ella no era uno de sus típicos ligues o polvos de una noche. Jace tenía planeado estar con ella más tiempo y casi seguro que iba a ser en la cama. Lo último que quería era que se asustara y que no quisiera tener más contacto con él.

—Necesito que te relajes, cariño —dijo Ash moviendo las manos hasta la espalda de Bethany otra vez. Las palmas de sus manos le recorrieron los hombros y le dieron un pequeño apretón para tranquilizarla.

—Tendré cuidado e iré tan lento como necesites. Va a estar mucho más estrecho con Jace dentro de ti. Tu cuerpo no querrá tenerme ahí.

A Bethany se le cortó la respiración por como se le tensó el cuerpo y por el hecho de que su pecho no se movía. No había miedo en su mirada, pero Jace podía ver inseguridad, como si dudara de que Ash pudiera introducirse dentro tal como lo había hecho antes.

Jace le pasó las manos, suaves y delicadas, por el cuerpo y por los pechos en un intento de relajarla más. Le hizo un gesto de asentimiento a Ash y tiró más de Bethany hacia él para que el ángulo fuera mejor para la penetración de Ash.

Ash aplicó lubricante sobre el condón que cubría su pene y luego suavemente introdujo un dedo en el interior de Bethany, restregándole el gel por dentro y por fuera y ensanchándola con los dedos.

—Está bien, cariño, allá voy. Empuja contra mí si puedes y no luches contra ello. No quiero que te duela más de lo que tiene que doler. Y una vez que esté dentro, te sentirás muy bien. Te lo prometo.

Los ojos de Bethany se abrieron como platos y soltó un pequeño quejido cuando Ash comenzó a presionar contra su ano. Jace pudo sentir inmediatamente el incremento de presión mientras Ash buscaba su entrada. Gimió cuando el sexo de Bethany se apretó alrededor de su verga. Los labios de Bethany formaron una línea y ella cerró los ojos. El esfuerzo y la tensión se hacían patentes en su frente.

—¿Estás bien? —susurró Jace.

Ella abrió los ojos y dijo en voz baja:

—Sí, genial. No paréis.

—Dios, no —soltó Ash—. No voy a parar ahora. Respira hondo, cariño. Voy a introducirme de una sola estocada. Ya estoy casi. Mejor hacerlo cuanto antes.

Incluso antes de que ella pudiera tomar aire, Jace sintió la sacudida que experimentó su cuerpo al abrirse para la invasión de Ash. Sentía la exquisita estrechez de sus paredes vaginales contrayéndose a su alrededor. La presión era increíble, su sexo se había convertido de repente en un puño extremadamente apretado. Jace no sabía cómo se iba a mover, pero se imaginó que le dejaría a Ash todos los embates.

—Dios, está estrechísima —dijo Ash en voz baja—. Sabía que su culo iba a ser bueno, pero esto es increíble. —Ash se paró, ya estaba totalmente clavado en ella. Se inclinó sobre su espalda y le rozó el cuello con la nariz para darle tiempo a que se acostumbrara a la sensación de tener a dos hombres enterrados en ella al mismo tiempo.

—¿Qué hago? —susurró Bethany—. ¿Qué es lo que se supone que tengo que hacer? Siento que no me puedo siquiera mover. Que si lo hago me voy a partir en dos.

Jace apoyó una mano en su mejilla y le rozó los pómulos con el pulgar con delicadeza.

—No tienes que hacer nada, nena. Nosotros haremos todo el trabajo. Yo solo quiero que te relajes y disfrutes del viaje.

—De acuerdo —contestó en voz baja—. Me parece bien.

Ash se echó hacia atrás, de modo que consiguió que el sexo de Bethany se extendiera sobre el miembro de Jace. Este apretó la mandíbula y respiró por la nariz mientras luchaba contra su orgasmo. Luego Ash volvió a empujar hacia delante suave y lento. Bethany gimió y se echó más contra Jace. Sus pechos casi tocaban ya su torso.

Jace bajó las manos hasta su cintura, luego metió los dedos por debajo de su trasero y se elevó ligeramente arqueando la espalda. No mucho después tanto él como Ash encontraron un ritmo al que se acostumbraron muy bien turnándose para hundirse o retirarse.

—Nunca me había imaginado esto —dijo Bethany con voz tensa—. Nunca antes había sido así de bueno.

Ash se rio entre dientes.

—Te lo dijimos, cariño. Te has estado follando a los hombres equivocados.

Ella se tensó por un momento y Jace quiso golpear a Ash por sacar un tema claramente delicado para ella. Pero bueno, ¿qué mujer quería que le recordaran a otros hombres con los que se había acostado mientras lo hacía con otra persona? Y por esa misma regla de tres, lo último que quería Jace era que le recordara a los otros hombres que habían poseído a Bethany antes.

Jace levantó la cabeza y tomó posesión de su boca. La besó con profundidad, imitando los movimientos de su miembro mientras se enterraba en su interior. Rodeó su nuca con los dedos y los entrelazó en el pelo para pegarla más contra su boca y así profundizar el beso. Quería estar tan dentro de ella como pudiera en todas las formas posibles. Con la boca, la lengua, o la polla. Quería estar dentro de ella y no solo físicamente.

Su boca se movió arriba y abajo sobre la de Jace mientras Ash ponía más ímpetu en sus embates. Bethany jadeó cada vez que Ash salía de su trasero; el suave suspiro siempre se escapaba al interior de la boca de Jace. Él se apoderó de todos y respiró el aire que ella soltaba.

A Jace le dolían los testículos, su verga estaba hinchada y rígida, preparada para hundirse bien adentro y explotar. Luchó contra ello, quería que ella se corriera a la vez y asegurarse de que recibía placer antes de que él se corriera.

Las manos de Ash se deslizaron por el cuerpo de Bethany y el de Jace, apoderándose y moldeando sus pechos. Le dio pequeños tirones a sus pezones y ella aumentó la urgencia del beso contra la boca de Jace. Bethany se arqueó y se movió tanto como pudo al estar tan llena con la carne de esos dos hombres tan enormes. Jace sabía que ella estaba cerca de llegar porque se había puesto increíblemente húmeda, lo que le estaba permitiendo moverse con mucha más facilidad.

—Duele —gimió Bethany—. Pero Dios… me siento tan bien…

—Ya ves que sí… —convino Ash.

Jace se negó a separarse de su boca tanto tiempo para decir algo, así que la reclamó en el mismo momento en que se calló y entonces se arqueó hacia arriba y se plantó dentro de su cuerpo hasta que los testículos no le dejaron avanzar más.

—Jace —susurró apenas mientras cogía aire.

Pero Jace lo había oído y una ola de triunfo se apoderó de él, mandándolo casi por las nubes. Bethany no había pronunciado el nombre de Ash en la pasión del momento. Sino el suyo.

—Me voy a correr —soltó él apretando los dientes—. Conmigo, nena. Córrete ya.

Las manos de Bethany, que estaban tan firmemente presionadas contra su pecho, de repente abandonaron su piel y se hundieron en su pelo para agarrarlo con fuerza. Le devolvió el beso, casi salvaje, cuando ella tomó posesión de la boca de Jace con la misma fuerza que él lo había hecho antes.

Estaban sin aliento, frenéticos, calientes. Sus lenguas se movían y colisionaban entre ellas y los labios se arqueaban y moldeaban contra los del otro.

Su grito fue alto y se oyó por toda la habitación. Echó hacia atrás la cabeza y los pechos se combaron hacia arriba. Bethany cerró los ojos y soltó otro grito cuando se deshizo a su alrededor, arrastrando con su orgasmo a Jace para que alcanzara el suyo.

Él la siguió y su grito se mezcló con el de ella. Jace apenas percibió el gruñido de Ash, pero luego la cama tembló mientras Ash seguía embistiendo su trasero y forzaba que ella se echara hacia delante contra el pecho de Jace.

Jace la cogió y le rodeó el torso con los brazos, mientras Ash se hundía en ella una y otra vez. Bethany se acurrucó contra su cuello y se agarró a él como si temiera caerse. Entonces Ash se tensó, su rostro agonizante del esfuerzo. Se inclinó hacia delante hasta presionar su pecho contra la espalda de Bethany y los tres se quedaron ahí tumbados, en silencio, temblando y aún sacudiéndose debido a las secuelas de esos explosivos orgasmos.

Maldita sea, Jace se sentía como si su mundo hubiera dado un vuelco de ciento ochenta grados. Se había puesto tan duro que se había sentido como si cada litro de líquido que contuviera su cuerpo se hubiera eyaculado dentro de ese condón. Jace nunca se había resentido tanto de un condón en su vida. Él quería correrse dentro de Bethany. Quería sentir cómo acogía cada gota de semen que su verga derramaba.

Alargó la mano hasta un mechón de pelo de ella y jugó con él perezosamente mientras intentaba recuperar el control de sus derrotados sentidos. No estaba seguro de saber qué acababa de pasar ahí exactamente. Todo lo que sabía era que Bethany le había cambiado completamente las reglas del juego.

Estaba tumbada sobre su pecho, entre los dos hombres. Tenía los ojos cerrados y su pecho subía y bajaba con dificultad en busca de aire. Ash soltó un gemido y por fin se irguió, le dio un beso a Bethany en el hombro y se retiró de su trasero para aliviar la intensa presión que tenía Jace sobre su miembro, que aún estaba bien enterrado dentro de Bethany.

Ella gimió dulcemente y Jace inmediatamente la rodeó con sus brazos para cubrir la desnudez de su espalda ahora que Ash no estaba encima.

—Estoy muerto —dijo Ash—. Ha sido un día largo, y una noche larga. Os dejo a los dos y me voy a dormir a la otra habitación.

Jace asintió, aliviado. Ash nunca se quedaba después. Nunca dormía con las mujeres. Se las follaba y luego las dejaba con Jace. Y no es que a Jace le fuera mucho eso de acurrucarse en la cama tampoco, pero al menos la compartía con ellas tras el sexo.

Sin embargo, no hizo ningún amago de separarse de Bethany. Le gustaba sentirla a su alrededor. Aún estaba duro incluso después de haber tenido ese fascinante orgasmo, y también sabía que debía retirarse antes de que el condón se pinchara o rompiera debido a la presión, pero no encontraba las fuerzas para hacerlo. Al menos no todavía. Jace quería pasar un rato más con ella en brazos, con su cuerpo lacio y calentito acurrucado tiernamente contra el suyo.

Bethany se movió y Jace la acarició y le dio un beso en la frente mientras ella se agitaba a su alrededor. Dios, lo estaba poniendo incluso más duro.

—Tengo que ocuparme del condón —dijo.

Cuando ella se levantó de encima de él, Jace la rodeó con sus brazos y la hizo girar de manera que ahora estuviera debajo de él. Luego salió de su cuerpo lamentándose por cada centímetro de carne que estaba perdiendo de ella.

Los ojos de Bethany estaban entre adormilados y confusos, casi como si no pudiera procesar del todo lo que acababa de pasar. Y con él ya eran dos. Jace no tenía ni idea de qué era lo que había ocurrido. Podía decir con total seguridad que nunca se había sentido tan… tremendamente posesivo… con una mujer, y mucho menos con una que había conocido apenas unas horas atrás y de la que no sabía nada.

Era una situación que remediaría inmediatamente.

En su naturaleza estaba llevar el control. Él iba y se hacía cargo de todo. Y eso era lo que quería ahora. Era su primer instinto. Dejar claras las normas e informarle a Bethany que era suya y que ahora él se ocuparía de ella.

Había varios problemas que venían con ello y todos ellos le dieron vueltas y vueltas en la cabeza mientras se levantaba de la cama, se quitaba el condón y lo tiraba. No se molestó en ponerse ropa interior, sino que volvió a la cama y estrechó a Bethany entre sus brazos antes de alargar la mano hasta agarrar las sábanas y la colcha para taparse los dos.

Jace no quería asustarla y se hacía una idea bastante clara de que ella no era como las otras mujeres. Bethany era diferente. Más frágil. Lo último que quería era agobiarla y asustarla.

El otro problema era… Ash. ¿Qué debía hacer con su mejor amigo? Un amigo con el que lo compartía todo y con el que nunca había tenido ningún problema al compartir a una mujer.

Nunca más volvería a compartir a Bethany con Ash.

Jace cerró los ojos y respiró su dulce olor mientras la volvía a rodear con su cuerpo y con sus manos. Maldita sea, ¿a quién estaba engañando? No era que él la estaba rodeando a ella. No, sino que él mismo se estaba rodeando de… ella.

Suspiró. Sabía que no iba a ser fácil. Iba a ser exactamente todo lo contrario. Hablaría con Ash por la mañana. Le haría saber a su amigo cómo se sentía y partiría de ahí. No tenía ni idea de cómo iba a responder Ash, esta situación no se había dado antes entre ellos. Los dos siempre estaban muy compenetrados y Jace nunca se había tenido que preocupar de cansarse de una mujer antes que Ash o viceversa. O de que él deseara a una mujer que Ash no quisiera también. Estaban sincronizados. Tenían un lazo que iba más allá de la amistad.

Pero ahora las cosas habían cambiado bastante. Ash era su amigo. Su hermano. Igual de cercano que Mia. Y aun así, por primera vez, Jace quería quitarlo de en medio. No quería nada de Ash en lo referente a Bethany. Y eso estaba mal. Él sabía que estaba mal. Pero no cambiaba nada.

Él solo esperaba que Ash lo entendiera. Tenía que entenderlo.

Bajó la mirada hasta Bethany ya que sabía que había estado muy callado. No le había dicho nada desde que Ash se había ido, solo que tenía que ocuparse del condón. Que no era nada exactamente romántico.

A la mierda. ¿Ahora se preocupaba por ser romántico?

No se debería haber preocupado. Bethany estaba profundamente dormida, con las pestañas descansando suavemente sobre sus mejillas. A Jace se le cortó la respiración al ver lo guapa y lo vulnerable que estaba. De repente se apoderó de él una fiera actitud protectora que desafiaba toda lógica.

Sea lo que sea que hubiera entre ellos, no iba a desaparecer. Estaba ahí, era tangible y sólido. Ahora solo tenía que averiguar cómo lidiar con todo, porque cuando la mañana llegara, Jace no iba a dejarla ir.