Capítulo
4

Estaba sentada en el centro de la cama, desnuda y con las sábanas a su alrededor mientras tiraba de ellas para cubrir su desnudez. Jace fue el primero en entrar y su mirada inmediatamente la encontró. Ash entró justo después con los dedos ya dirigiéndose a los botones de su camisa.

Aunque Ash se estuviera desnudando sin dejar muy claro qué era lo que quería, Bethany fijó su mirada en Jace. Se embebió de él en silencio y con tanta concentración que era irrompible. Jace abrió las aletas de la nariz y apretó la mandíbula. Había ya un hombre desnudo en la habitación y en todo lo que ella podía fijarse era en el que estaba completamente vestido. Estaba tan expectante y deseosa que hasta le dolía.

—Suelta la sábana —dijo con voz suave—. Quiero verte.

Fue suave, pero no dejaba de ser una orden, una que envió escalofríos directamente sobre su piel. Con cuidado, Bethany deslizó la sábana con dedos temblorosos. Se la quitó de encima hasta la cintura y dejó los pechos desnudos bajo su atenta mirada.

—Ponte de rodillas —continuó—. Quita las sábanas de en medio. Quiero verte entera.

Si fuera lista, temería a este hombre. Y la situación en la que se encontraba. Había sido una decisión impulsiva fruto de la desolación y la necesidad de tener un momento de descanso de su realidad. Nadie sabía que estaba aquí, a merced de estos dos hombres. Y a nadie le importaba. Nadie se preocuparía ni siquiera si simplemente desaparecía. Excepto Jack. ¿Y cómo iba él a saberlo? No le había dicho nada más que tenía un sitio donde quedarse esa noche, y eso no había sido más que una burda mentira.

—¿Te lo estás pensando mejor?

Bethany levantó la mirada y vio que Jace la estaba escrutando con intensidad con una expresión indescifrable en el rostro. Desvió la vista hacia donde se hallaba Ash, desnudo, guapo a más no poder y con la erección sobresaliendo. Cuando volvió a mirar a Jace, este frunció el ceño como si no le hubiera gustado que hubiera apartado los ojos de él.

Tenía la boca seca, así que se relamió los labios y luego negó con la cabeza.

—No.

Era otra mentira. Le había estado dando vueltas y vueltas, pero siempre terminaba volviendo al hecho de que esta noche quería olvidarse de todo y encontrar esa sensación de abandono en otra droga diferente. Quería sentir calor. Conocer un momento de paz. ¿Era mucho pedir?

Jace comenzó a andar hacia la cama cuando ella se puso sobre las rodillas y dejó que las sábanas dejaran al descubierto su cuerpo por completo. Cuando él llegó al extremo del colchón, alargó la mano hasta ella y luego la estrechó entre sus brazos al mismo tiempo que bajaba el rostro y atrapaba sus labios con los suyos con un ansia fiera.

Bethany cerró los ojos y se rindió a él mientras se deshacía entre sus brazos. El aire crepitó a su alrededor. El deseo que sentían era una entidad viviente que crecía hasta proporciones desmesuradas.

Su lengua se movió, suave y aterciopelada, con fervor por encima de la de ella. Se sentía estupendamente. Deslizó las manos por debajo de sus brazos, sujetándola más fuerte y luego apretándola incluso más contra él mientras aumentaban los ardientes sonidos de sus besos e inundaban sus oídos.

Entonces Ash apareció ahí y obtuvo la atención de Bethany durante un momento. Recorrió su espalda desnuda con las manos y la cama se hundió cuando él se colocó detrás de ella. Bethany se tensó contra Jace, pero luego Ash posó sus cálidos labios sobre la curva de su cuello y se relajó de inmediato. Fue lento para no abrumarla. Parecía contento con dejar que Jace llevara las riendas.

Jace se apartó y la boca le hormigueó debido a su violenta posesión. Bajó la mirada hasta ella y sus ojos oscuros le abrasaron la piel. A Bethany se le cortó la respiración. Le devolvió la mirada con el pecho tenso por la ansiedad.

Las manos de Ash recorrieron sus hombros mientras que su boca seguía sobre su cuello, pero ella solo tenía ojos para Jace mientras esperaba al momento en que él la reclamara. Ella quería que sus manos la tocaran. Quería sentir su boca sobre la piel. A él en su interior, cubriéndola con su cuerpo. Era un tipo de hombre que siempre hacía que la mujer bajo sus cuidados se sintiera segura, y ella era una mujer que quería sentirse segura y protegida.

Mientras las manos de Ash se deslizaban a lo largo de sus brazos y luego con mayor firmeza hasta sujetar sus hombros una vez más, Jace comenzó a desabrocharse los botones de la camisa. Ash la estrechó contra su pecho, acunándola contra su cuerpo mientras Jace se deshacía de su ropa.

Su bajo vientre ardió ante la imagen que tenía frente a ella mientras el calor de Ash la envolvía. Este deslizó las palmas de las manos para acoplarlas sobre sus pechos. Levantó y sopesó ambos senos en sus manos y luego rozó con sus pulgares los pezones, lo que provocó que se pusieran dolorosamente enhiestos al instante.

Bethany cogió aire cuando los pantalones de Jace tocaron el suelo y se quedó delante de ella únicamente con un par de bóxers negros. Le quedaban ceñidos. La tela cubría parte de sus marcados muslos y dejaba entrever claramente la longitud de su rígida erección.

El hombre era tan guapo que asustaba. La había dejado tan boquiabierta como nunca había experimentado antes. Esos dos hombres eran el cielo y la noche. Ash y Jace. Dos personalidades completamente distintas.

Jace era extremadamente taciturno. Su mirada la devoró mientras se llevaba las manos a la cinturilla de los calzoncillos. Bethany se olvidó de respirar. Se olvidó del sensual asalto de Ash sobre sus pechos. El miembro de Jace, grueso y vibrante, surgió de sus bóxers y salió disparado hacia arriba.

Jace dio un paso hacia delante, se inclinó hacia abajo y la arrancó del abrazo de Ash para volver a estrecharla entre sus brazos. Bethany aterrizó contra él y sintió el contraste de sus pieles como una descarga eléctrica. Sus rodillas apenas rozaron el colchón cuando él la sostuvo a su altura para besarla. Puso sus brazos firmemente alrededor de ella y dejó una mano abierta de forma posesiva sobre su trasero, y la otra entre los dos omóplatos.

Bethany tenía los pechos aplastados contra el duro torso de Jace, e inmediatamente se olvidó de todo lo que le habían hecho antes las manos de Ash, de esas suaves caricias y jugueteos con sus pezones. El cuerpo entero le ardía. Era… una locura. Trascendía más allá de la simple lujuria o necesidad. No conocía ni sabía nada de este hombre y aun así sabía que lo necesitaba como ninguna otra cosa que hubiera podido necesitar antes.

—Su coño es mío.

Bethany parpadeó cuando escuchó el leve gruñido que salió de la garganta de Jace. Sus palabras sonaron simples y claras en contraste con el silencio de la habitación y luego la risa entre dientes de Ash atravesó sus oídos.

—No es muy propio de ti ser tan egoísta —dijo Ash con la diversión aún patente en su voz—. Pero está bien. Su boca es placentera y me apuesto a que su culito lo es aún más.

Jace se movió y la fuerza comenzó a apoderarse de sus brazos. Ella casi esperaba que la tirara encima de la cama y se la follara hasta decir basta, pero su contacto fue exquisitamente suave mientras la dejaba tumbada sobre la cama. Había una especie de reverencia en la forma en que la cogía que la desconcertaba.

Su espalda tocó el colchón y seguidamente Jace deslizó las manos por encima de su cuerpo para acariciarla y tocarla como si no pudiera controlarse. Las palmas de sus manos pasaron por encima de sus pechos y bajaron hasta su vientre y, por último, hasta sus caderas. La colocó de manera que su trasero estuviera justo al borde de la cama y sus piernas quedaran colgando por fuera.

Para su completa sorpresa, Jace se arrodilló sobre la moqueta del suelo para quedar entre sus piernas. Bethany soltó con violencia el aire acumulado en su garganta cuando él bajó la boca hasta su entrepierna.

Oh, Dios.

—Voy a saborear este coñito tan dulce —dijo en voz baja.

Cuando la lengua de Jace tocó su clítoris, ella se sacudió. Usó los dedos para exponerlo más a él y volvió a lamerla hasta que le entró un escalofrío y el placer comenzó a recorrerle todo el cuerpo.

Ash pasó una mano suavemente por el mentón de Bethany y le hizo girar la cabeza. Sus labios tocaron la punta de su miembro y ella vaciló.

—Abre la boca, cariño —dijo Ash.

Aunque las palabras sonaron bonitas, no eran una petición. No había ni una pizca de adulación en su voz. Era una orden. Una que ella no tenía intención de rechazar. Abrió los labios y Ash colocó la verga en su boca, introduciéndola en su garganta mientras le ponía una mano en la cabeza para mantenerla quieta en el sitio.

—Eso es. Chúpala —dijo Ash internándose más en ella.

Soltó un leve gemido e hincó los dedos contra el cuero cabelludo de Bethany. Ella cerró los ojos y permitió que Ash dictara el ritmo de los movimientos. Le parecía bien porque en esos momentos ella apenas podía concentrarse como para estar al mando. Jace la estaba arrollando con su boca. Con esa boca y esa lengua tan preciosas y perversas.

Jace no parecía dudar en ningún momento. La acariciaba con la lengua sobre su clítoris y sobre la entrada de su vagina, y luego la introdujo dentro de su cuerpo, succionándola y lamiéndola como si fuera un dulce caramelo. Ash se inclinó por encima de ella para colocarse en una posición mucho más dominante y que ella no tuviera más elección que recibir su miembro tan adentro de su garganta como él quisiera.

La boca de Jace, entonces, la abandonó por un breve instante.

—No le hagas daño, Ash.

Ash se quedó paralizado al momento. Bethany podía sentir la tensión recorrer todo su cuerpo. Se puso rígido, abandonó su boca y pudo ver cómo se giraba hacia Jace con una expresión llena de furia en el rostro.

—¿Cuándo le he hecho yo daño a una mujer, Jace?

Su voz implicaba muchas cosas. Un macho alfa gruñón y enfadado que se alzaba y salía a la superficie. Todo ese comportamiento juguetón y ese ligoteo previo se habían esfumado y en su lugar se hallaba frente a algo totalmente diferente.

—Joder, tío. ¿En serio? ¿Tenías que decir eso? ¿En qué narices estás pensando?

Bethany intentó sentarse ya que de repente no quería verse entre esos dos hombres, pero Jace colocó una mano con delicadeza pero con firmeza en su vientre y la mantuvo tumbada en la cama. Él ni siquiera la miró, sino que dejó la mano ahí en su cuerpo, una orden sin palabras para que se quedara justo dónde y cómo estaba.

—Era solo una advertencia —dijo Jace con voz queda—. No quiero abrumarla.

Ash se quedó en silencio cuando los dos hombres se miraron con dureza. Sonrió y entonces pareció leer algo en la mirada de Jace que lo hizo retroceder. Sus ojos perdieron toda expresión y luego bajó su boca hasta la de Bethany para besarla de una manera claramente tranquilizadora y de consuelo.

—No te haré daño —susurró contra su boca.

—Lo sé —le respondió ella. Y sí que lo sabía. Porque Jace no dejaría que lo hiciera.

—A cuatro patas —pronunció Jace interrumpiendo así el breve momento de ternura que estaba teniendo lugar entre ella y Ash.

Bethany bajó la mirada para ver la intensidad que tenía la mirada de Jace y tembló una y otra vez.

Incluso cuando se disponía a colocarse, Jace estaba ahí con las manos pegadas contra su piel mientras la ayudaba a ponerse sobre manos y rodillas. Tan pronto como estuvo colocada en la posición requerida, Jace depositó un beso en la parte baja de su espalda.

—Tengo que coger un condón, nena.

Entonces se separó de ella y el aire frío le recorrió la piel y le provocó otra oleada de escalofríos.

Ash hundió los dedos en su cabello y le acarició los mechones con movimientos repetitivos y suaves mientras se posicionaba frente a ella. De rodillas, Ash colocó bien su polla para deslizarla de nuevo en el interior de su boca. Mantuvo una mano en su pelo y con la otra le acarició la mejilla y el mentón para estimularla mientras se hundía centímetro a centímetro en su garganta.

El olor de Ash inundó su nariz al mismo tiempo que su sabor se adueñaba de su boca.

Y entonces Jace volvió y le cubrió y acarició el trasero con las manos. Le dio otro beso en la parte baja de la espalda y deslizó la lengua por toda su columna vertebral. Bethany tembló de la cabeza a los pies y cerró los ojos mientras Ash se clavaba más adentro de su boca.

Bethany quería a Jace en su interior. Lo necesitaba. Quería que la llenara una y otra vez, que hiciera desaparecer la oscuridad y que la hiciera entrar en calor de dentro afuera.

Por fin, Jace dejó una mano sobre su trasero y con la otra guio su verga hasta la entrada de su cuerpo. Restregó el glande ya cubierto con el condón sobre la entrada de su vagina hasta llegar al clítoris y luego en sentido contrario para deslizarse entre su humedad. Estaba probándola, asegurándose de que estaba preparada. Bethany se movió, inquieta, y seguidamente soltó un «por favor» en un jadeo alrededor de la erección de Ash.

Jace se quedó quieto. Tan quieto que por un momento Bethany pensó que había hecho algo mal. Pero luego se introdujo en ella. Su mano se endureció sobre su trasero y Bethany se dio cuenta de lo que le estaba costando controlarse. Parecía tener mucho miedo de hacerle daño. ¿Tan frágil la veía? ¿Qué habría visto en sus ojos para incluso llamar la atención a su mejor amigo y obligarlo a tratarla con tanta reverencia?

—Es preciosa —murmuró Ash mientras seguía moviéndose dentro su boca.

—Sí, realmente preciosa —repitió Jace.

Jace se introdujo al máximo hasta que los testículos estuvieron presionando contra su monte de Venus. Y entonces se quedó ahí mientras deslizaba las manos por su espalda y provocaba fuertes escalofríos desde el centro de su ser. Bethany cerró los ojos, le encantaba la sensación de estar llena, tanto que tenía que abrirse para acoplarse a su erección. Cada movimiento a través de sus tejidos hipersensibles la hacía estremecerse y retorcerse.

Jace salió de su cuerpo y luego volvió a impulsarse hacia delante lenta y sensualmente, totalmente controlado. Ella no quería control. Ella quería que lo perdiera. Que se enterrara en ella con fuerza y con ferocidad. Bethany quería perderse tanto en la experiencia que no pudiera pensar en nada más que en el increíble placer que sabía que le harían sentir.

Se movió hacia atrás contra Jace y su boca se deslizó sobre el rígido pene de Ash. Su sabor era masculino y el tacto rugoso sobre su lengua.

Jace le dio un azote en el culo que consiguió sorprenderla, pero la sensación le sacó un gemido de la garganta y vibró por toda la superficie del miembro de Ash.

—Paciencia, nena —murmuró Jace—. Quiero que sea bueno. Eres tan inmensamente genial… no quiero que se acabe tan rápido.

—Joder… —gimió Ash cuando Bethany deslizó la lengua alrededor de la cabeza hinchada de su verga—. No voy a durar mucho así. Su boca es pura seda.

Ella sonrió. De repente se sentía segura de sí misma y de su habilidad para volverlos a ellos tan locos como la estaban volviendo a ella.

—Cariño, como sigas chupando mi polla de esa forma me voy a correr sobre tu lengua, y como Jace ha dicho, no quiero que esto termine tan pronto. Quiero follarte esos labios tanto como sea posible.

Las manos de Jace se apretaron sobre su trasero. El cuerpo se le tensó pero ella supo que no era de estar a punto de correrse. Parecía… inquieto y agitado. Cada vez que Ash hablaba, Jace se ponía tenso. Casi como si quisiera olvidar que el otro hombre estaba presente. Qué raro. Estaba claro, por lo que había dicho Ash, que esto no era algo inusual entre ellos. Bethany se preguntó brevemente si les iban los dos bandos, pero siempre mantenían una cierta distancia entre ellos. Sin embargo, ¿por ella? Por ella sí que se sentían evidentemente atraídos, al menos físicamente.

Jace retomó sus cuidadosas embestidas. Su miembro crecía en tamaño cada vez que se introducía en su interior. Parecía estar a punto de explotar y Bethany se preguntó si sería siquiera capaz de acomodarlo en su interior si se agrandaba un solo centímetro más. Pero la sensación de tener tanta carne masculina metida en su interior era increíble.

Jace se retiró hasta dejar el glande justo en la entrada de su cuerpo, y luego un poco más hasta que la punta apenas tocara su carne. A continuación, se enterró en ella con fuerza, rapidez y pasión.

Bethany jadeó y su cuerpo tembló. Se sacudió sin control alguno, las manos las sentía repentinamente débiles e incapaces de soportar su propio peso. Se le doblaron los brazos y Ash la cogió mientras se sentaba sobre los talones para que su boca estuviera aún bien segura alrededor de su erección. Él le acarició el pelo. Tenía una mano en su barbilla y la otra le acariciaba los tirabuzones. Era… agradable. Ambos parecían ser muy cariñosos; pensamiento bastante estúpido como para siquiera considerarlo. A los dos no les importaba ella lo más mínimo. Bethany era simplemente un coño para ellos. Un culo.

—No dijimos que tú no pudieras correrte, cariño —dijo Ash con voz ronca—. Solo que Jace y yo queríamos durar un poco más. Te correrás otra vez. Eso te lo garantizo. No te contengas. Quiero que me chupes la polla mientras te corres y Jace quiere que lo aprietes como un puño.

—Ash… cállate —gruñó Jace.

Ash se calló, pero el cuerpo de Bethany, ansioso, pareció despertarse aún más debido a las palabras roncas de Ash. El orgasmo la encendió como fuego sobre madera seca, crepitando y ardiendo sin control alguno. Bethany no se podía quedar quieta. La mano de Ash sobre su barbilla se afianzó más cuando ella amenazó con dejar que su miembro se saliera de su boca. Se introdujo más adentro, buscando toda la profundidad que pudiera mientras la empujaba frenéticamente contra Jace.

—Por favor —dijo ella en un grito ahogado alrededor de la verga de Ash—. Más fuerte, Jace. Lo necesito más fuerte. Por favor.

—Joder, Jace. Dáselo —soltó Ash con voz tensa.

Las grandes manos de Jace se deslizaron sobre su espalda, acariciándola antes de bajarlas hasta su culo para sujetar los dos cachetes de su trasero con deliciosa posesión. Comenzó a embestirla con fuerza. Con mucha velocidad. Estaba llegando hasta lo más hondo de su ser; la fricción era tan deliciosa que la visión de la habitación comenzó a darle vueltas.

Cerró los ojos y succionó a Ash con más profundidad, cerrando la boca con más fuerza a su alrededor. Su cuerpo se sacudía debido a la fuerza de la posesión de Jace. La presión era exquisitamente insoportable. El éxtasis comenzó en la parte baja de su vientre desde el verdadero centro de su cuerpo, la golpeó con brutalidad, arrollándola, fustigándola como si se tratara de un látigo, extendiéndose como las llamaradas de un fuego descontrolado.

—¡Maldita sea! —gimió Ash—. A la mierda, me voy a correr.

Justo cuando el propio orgasmo de Bethany estalló, una onda expansiva que rápidamente se convirtió en una enorme explosión, el primer chorro de semen golpeó la pared de su garganta. Bethany gritó, pero el sonido se amortiguó rápidamente cuando Ash embistió hacia delante y se hundió en ella hasta que sus labios estuvieron tocando los ásperos vellos de su entrepierna.

Ella se retorció de forma descontrolada y oyó cómo Jace maldecía en voz baja. Sus manos le agarraron el trasero con más fuerza hasta que Bethany supo que le iban a quedar las marcas de sus dedos. Los sonidos de su miembro, más rápidos y húmedos, al introducirse en su sexo se percibían con fuerza en contraste con el silencio de la habitación.

Bethany se tragó el líquido caliente que seguía saliendo de la polla de Ash aunque se le derramó un poco por encima de los labios. A continuación, él le levantó la cabeza y se retiró de su boca. Con suavidad le dejó que apoyara la mejilla contra el colchón y continuó acariciándole el pelo. Los dedos eran muy suaves y tiernos contra su cuero cabelludo mientras que Jace seguía con su incesante asalto a sus sentidos.

Jace ganó intensidad y fuerza, incluso más velocidad mientras seguía golpeando los cachetes de su trasero con sus caderas. Bethany cerró los ojos y se quedó ahí tumbada, lacia, completamente saciada, y embebiéndose en los temblores secundarios de su orgasmo al mismo tiempo que Jace seguía moviéndose.

Y entonces se tensó contra su trasero, enterrándose bien hondo dentro de ella y manteniéndose ahí mientras su cuerpo se retorcía y se sacudía. Luego cayó encima de ella, tapándola y dándole calor como si se tratara de una manta. Depositó un tierno beso en su hombro. Era… agradable. Tan gentil. Realmente cariñoso.

—No pretendía que pasara tan rápido —murmuró Jace contra su piel—. Pero joder, nena, eres tan placentera…

Sus palabras la golpearon y la calentaron más que sus caricias o su orgasmo. Le estaban llegando al corazón y levantando sentimientos que era mejor que no investigara más. El sexo no era una experiencia nueva para ella. Tener sexo sin ataduras era algo a lo que se había vuelto claramente adepta en sus días de tener que lidiar con todo y de buscar respuestas que no tenía ningún sentido que buscara. Pero esto…

Bethany tuvo que poner un alto a ese proceso mental tan estúpido. Esto no significaba nada. No era nada diferente a las otras sesiones de sexo fascinante y sin ataduras. Que ella pensara algo diferente ahora era solo una puerta abierta para el sufrimiento y la miseria.

Ash bajó la cabeza y le recorrió la mejilla con sus labios suavemente.

—Iré a traerte algo de beber. ¿Quieres más zumo?

—Sí —dijo ella con voz soñolienta, aún deleitándose en la sensación de tener a Jace dentro de ella, con su calor recorriéndola y su cuerpo duro extendido de forma tan protectora sobre el de ella.

Ash se alejó de la cama y cuando se fue Jace le dio otro beso en el hombro. Entonces, para su consternación, se levantó y se separó de ella. Un quejido de protesta que ella no tenía ninguna intención de soltar se escapó de su garganta.

—Tengo que tirar el condón, nena —le susurró—. Vuelvo enseguida.

Se quedó helada de frío en el mismo instante en que la calidez de Jace la abandonó. Incluso por dentro. Se estiró bocabajo en la cama y se quedó así, insegura de qué era lo que se suponía que iba a pasar ahora. ¿Se levantaba y se iba? ¿Esperaban que se quedara a pasar la noche? En el pasado, había sabido cómo iba el asunto. Esto era completamente nuevo para ella. Además, no tenía ningún otro sitio al que ir. Solo el frío de la calle. Bethany no quería que esta noche acabara. La tristeza se apoderó de ella. Nunca debería haber aceptado la proposición. Aunque hubiera sido un aplazamiento temporal y un cambio más que bienvenido de su solitaria vida, ella sabía que todo sería mucho peor cuando tuviera que verse forzada a irse.

Jace volvió a la cama y ella levantó la cabeza, atemorizada por lo que pudiera ver. Abrió la boca para preguntar si debería irse, pero él la estrechó entre sus brazos y la pegó contra su costado.

De acuerdo, a lo mejor no quería que se fuera todavía. Le servía.

Bethany se acurrucó contra su cuerpo. El calor que desprendía el cuerpo de Jace era un lujo del que se negaba a privarse.

Un momento más tarde Ash volvió y se subió al otro lado de la cama. El roce de Jace al instante se volvió más firme a su alrededor. Los brazos eran como una barrera para evitar que Ash la tocara de alguna manera.

—Te he traído el zumo —dijo Ash.

Jace, con cuidado, la incorporó para que se pudiera sentar, y él también lo hizo pero manteniendo el brazo firme a su alrededor. Era un poco raro estar sentada entre dos hombres desnudos mientras bebía zumo de naranja, pero también decadente.

Le dio un sorbo al zumo, agradecida, ya que tenía la boca seca y un poco dolorida de tener que acomodar todo el tamaño de Ash. Otras partes de su cuerpo estarían doloridas también. Había pasado tiempo desde la última vez, pero esta nueva experiencia era una sensación que no olvidaría, un recuerdo de una noche alejada de la realidad que era su vida.

—¿Debo irme ya? —preguntó ella de forma incómoda mientras le devolvía el vaso a Ash.

Los labios de Ash formaron una fina línea y el brazo de Jace se volvió como una banda de acero alrededor de su cintura.

—Ni pensarlo —soltó Jace—. No estamos siquiera cerca de terminar. Te vas a quedar esta noche. Hace demasiado frío fuera hoy y es tarde. No quiero que vayas por ahí sola a estas horas.

Bethany intentó con todas sus fuerzas reprimir el suspiro de alivio que amenazaba con salir, pero su cuerpo se adaptó al de Jace y este le dio un beso en la parte superior de la cabeza.

—Danos un minuto para que nos recuperemos y empezaremos de nuevo —anunció Ash.

El deseo brillaba en sus ojos verdes. Él la estudió por un momento mientras la mano de Jace se deslizaba hasta uno de sus pechos, lo cubría con la palma y le rozaba con el pulgar ligeramente el pezón. Acababa de tener el orgasmo más increíble de su vida y su cuerpo ya quería más.

—Dijiste que habías hecho tríos antes —comentó Ash de manera informal—. ¿Crees que puedes acoger a Jace por delante y a mí por detrás? ¿Lo has hecho alguna vez?

Sus mejillas se tiñeron de rojo y el calor se adueñó de su rostro. Bethany negó con la cabeza; estaba demasiado avergonzada como para vocalizar su respuesta. La imagen que su pregunta había evocado en su mente la quemó como el fuego. La idea de acoger a ambos hombres de esa manera al mismo tiempo hacía que una embriagante ola de deseo la embargara.

—¿Quieres intentarlo? —preguntó Ash con una amplia sonrisa.

—No tienes por qué —murmuró Jace junto a su oído.

—Si has tenido otros tríos, ¿cómo eran si no acogías a los dos hombres al mismo tiempo? —preguntó Ash curioso.

Sus mejillas se encendieron de nuevo y no pudo siquiera mirarlo a los ojos. Para alguien tan experimentada en el sexo como ella, se sentía como una estúpida virgen.

—Como antes —respondió en voz baja—. Como lo hicimos antes.

—Ah —dijo Ash—. Uno se follaba tu boca mientras el otro a ti.

Ella asintió.

—¿Has tenido sexo anal alguna vez?

—Ash —gruñó Jace a modo de advertencia—. Por el amor de Dios, corta el rollo. La estás avergonzando.

Ash se encogió de hombros.

—No hay mucho por lo que estar avergonzada. Estamos aquí sentados con el culo al aire y acabamos de follárnosla.

Ahí llevaba razón.

—Sí, he tenido sexo anal —dijo ella.

—¿Te gustó? —preguntó Ash.

—En realidad no —admitió.

—Entonces no lo haremos —afirmó Jace.

Su mentón estaba apretado y su mirada fija en Ash como si le estuviera retando a que siguiera con el tema.

Bethany se aclaró la garganta con nerviosismo.

—Me gustaría intentarlo. Me refiero a que el tío con el que estaba no era exactamente… bueno. Ya sabéis, nada comparado con vosotros dos.

Ash se rio entre dientes.

—No, nena —dijo Jace quedamente—. No tienes por qué hacer nada solo porque pienses que es lo que queremos.

—Vosotros lo convertiríais en algo bueno —susurró.

—Ya te digo —contestó Ash poniendo una mueca en los labios como si lo hubiera insultado—. No vamos a hacerte daño, cariño. Nos lo tomaremos con calma y, si no te gusta, pararemos, pero es inmensamente erótico.

Sí, eso lo podía entender perfectamente. ¿Qué mujer no querría que hombres como Ash y Jace la iniciaran en una situación como esta?

—¿Tienes hambre? —preguntó Jace—. No comiste mucho antes. ¿Quieres comer algo antes de que volvamos al tema?

Le apartó un mechón de pelo y se lo puso tras la oreja mientras hablaba. Ella levantó la mirada hacia él y se embebió en sus preciosos ojos de color marrón chocolate.

—Sí que me entraría algo —murmuró. Y era verdad. De repente, se sentía famélica y la idea de terminarse lo que se había dejado antes de hamburguesa le hizo la boca agua.

—Te pediré algo más del servicio de habitaciones —dijo Ash al tiempo que se movía hacia el teléfono de la mesita de noche.

—No tienes por qué hacerlo —protestó ella—. Me dejé media hamburguesa.

—Te pediremos algo recién hecho y caliente —dijo Jace inclinándose hacia delante para besarla en la comisura de los labios.

—¿Quieres otra hamburguesa o algo diferente? —preguntó Ash con el teléfono pegado a la oreja.

—Cualquier sándwich que haya —dijo sin querer ser muy tiquismiquis—. Y chocolate caliente, si no es mucho pedir.

Ash sonrió.

—En absoluto.