Jace y Bethany pasaron la Nochevieja con Gabe, Mia y Ash. Las cosas fueron menos incómodas para Bethany esta vez, pero Jace seguía echándole un cable. Jack era una constante preocupación para ella y Jace maldecía al maldito egoísta por hacerla pasar por esto.
Al día siguiente de que Jace le hubiera devuelto la mochila, Jack desapareció y no había regresado al apartamento desde entonces. Ni tampoco había llamado a Bethany ni había intentado ponerse en contacto con ella de manera alguna. Jace sabía todo esto porque Trevor vigilaba de cerca el apartamento y Kaden a Bethany desde una distancia discreta.
A pesar de haber dejado claro que Kaden tenía que seguir todos los movimientos de Jack, este debió de darse cuenta porque se aseguró de desaparecer por completo y de que sus pasos no fueran rastreados.
Así que mientras Jack estaba fuera de circulación haciendo lo que sea que estuviera haciendo, Bethany se moría de preocupación por él.
Jace había necesitado la ayuda de Gabe, Mia y Ash para intentar darle a Bethany una Nochevieja en la que se relajara y disfrutara de la velada. Se habían reunido en el apartamento de Jace —había pensado que si se encontraban en un lugar donde ella se sintiera como en casa, a lo mejor las cosas rodarían más fluidas— y, para ello, decidió encargar la comida para picar favorita de Bethany. También se aseguró de tener suficiente refresco de cereza —el favorito de Mia— a mano, y descubrió rápidamente desde el primer sorbo que a Bethany también le encantaba. Inmediatamente tomó nota mental para comprarlo regularmente.
—Quería que fuerais los primeros en saberlo —dijo Gabe cuando la conversación se hubo dispersado.
Jace desvió la atención hacia su futuro cuñado. Él y Mia estaban sentados en un cómodo sofá de dos plazas, mientras que Jace y Bethany estaban acurrucados en el otro sofá. Ash ocupaba el sillón al otro lado de Jace y Bethany.
Habían comido hasta volverse locos y luego se habían relajado en el salón con bebidas y la televisión encendida para prepararse para ver la caída de la bola en Times Square. Mia había sugerido ir a la misma plaza para verlo, pero Gabe y Jace se negaron ya que no querían verse atrapados entre multitudes alocadas. También estaba el hecho de que Jace no tenía ni idea de dónde estaba Jack o de si había aclarado el tema de las drogas y no quería arriesgarse en lo que a la seguridad de Bethany se refería.
La mirada de Gabe se posó tiernamente sobre Mia, quien le devolvió la sonrisa con los ojos brillándole de la emoción.
—Hemos decidido por fin una fecha —informó Gabe después de una larga pausa—. O, mejor dicho, Mia ha decidido una fecha —añadió secamente.
Mia le dio un golpe en el brazo como reprimenda y él se rio entre dientes mientras se restregaba el brazo fingiendo que le había dolido.
Bethany sonrió y se inclinó hacia delante con ilusión.
—¡Oh, eso es maravilloso, Mia! ¿Cuándo?
—Me va a hacer esperar hasta abril —dijo Gabe con un quejido—. Quiere tener una boda primaveral. Intenté convencerla para que nos fugáramos mañana y nos casáramos en Las Vegas el primer día del año. No se me ocurre una manera mejor de empezar el año que hacer que la mujer que amo sea oficialmente mía.
Mia se ablandó de pies a cabeza mientras miraba a Gabe a los ojos. Jace sintió un nudo en su propio pecho y volvió a estrechar a Bethany contra él para abrazarla con más firmeza.
Era genial poder pasar tiempo con la familia, con la gente que más le importaba en el mundo. El tener a la mujer que amaba entre sus brazos. El ver a su hermana con el hombre que la amaba y la adoraba inconmensurablemente.
El único que faltaba era… Ash. No era que no estuviera allí. Pero seguía soltero. De hecho, era el único solitario del grupo.
—Has dado un argumento muy romántico para esa fuga —murmuró Mia.
Los ojos de Gabe brillaron con picardía.
—¿Significa eso que lo estás considerando? Puedo hacer que llenen el depósito del avión privado y tenerlo listo en una hora.
Ella lo golpeó de nuevo y puso los ojos en blanco.
—No. Quiero una boda. Que mi hermano me lleve del brazo y todo lo demás. —Su expresión se llenó de anhelo—. Un vestido precioso, una hermosa tarta y que todo el mundo me vea convertirme en la señora de Gabe Hamilton.
—Y yo quiero que tengas todo lo que tú quieras —dijo en un tono serio que dejaba de lado toda pretensión de broma—. Todo lo que quiero al final es que seas mi esposa. Todo lo demás es simplemente el glaseado de esa hermosa tarta que quieres.
Ella ladeó la cabeza y lo besó. Jace puso los ojos en blanco en la dirección de Ash y este sacudió la cabeza a modo de respuesta.
—Esto significa que estaremos sufriendo todos los preparativos durante los siguientes cuatro meses —gimió Ash.
Gabe se rio y Mia miró amenazadoramente en la dirección de Jace y Ash. Luego desvió su atención hacia Bethany.
—Me gustaría que vinieras a mi boda, Bethany —le dijo suavemente.
Bethany se tensó y se quedó boquiabierta por la sorpresa. Se la veía genuinamente abrumada y se había quedado sin palabras. Jace la apretujó contra sí de forma tranquilizadora.
—Pero apenas me conoces —dijo Bethany—. No quiero que te sientas obligada a incluirme porque yo y Jace…
Mia sonrió.
—No lo estoy. Quiero que estés allí. Es mi gran día, según Gabe, y toda mujer debe salirse con la suya en su gran día. Y yo quiero que estés conmigo.
Las mejillas de Bethany se encendieron pero sus ojos brillaron de placer ante la petición de Mia. Jace quería abrazar a su hermana pequeña por hacerla sentir importante e incluida.
—Entonces me encantaría —dijo Bethany con voz queda.
Mia le sonrió ampliamente.
—Y mientras estoy en modo mandona, mis chicas y yo vamos a ir a Vibe esta semana.
Antes de que pudiera continuar, Gabe soltó un gemido y Jace añadió el suyo propio.
—¡A callar los dos! —los regañó Mia. Luego miró a Bethany como disculpándose—. Como iba diciendo. Mis chicas y yo vamos a ir a la discoteca a bailar y nos encantaría que vinieras.
Bethany levantó la mirada rápidamente hacia Jace como si buscara su aprobación y él frunció el ceño.
—Por supuesto que puedes ir —susurró para que los otros no pudieran oírlo—. No tienes que pedirme permiso.
Bethany le envió una mirada que sugería que ella se estaba adhiriendo a las reglas de su relación. Algo que ambos habían acordado. Y Jace la quería por eso, por querer estar tan dispuesta a cederle poder y control a él. Pero no iba a ser un cabrón tampoco. Jace le daría la luna si ella se la pidiera.
Además, él ya sabía que Mia había planeado invitar a Bethany a salir una noche con las chicas. Cuando le explicó la situación con Jack y lo preocupada y deprimida que Bethany había estado las últimas semanas, Mia aprovechó la oportunidad para decirle que lo que Bethany necesitaba era una noche de chicas.
—Me encantaría —le dijo Bethany a Mia.
El rostro de Mia se iluminó de alegría.
—¡Bien! Entonces, está decidido. Pasado mañana por la noche saldremos. Me pasaré por el apartamento de Jace para recogerte y luego recogeremos a las chicas cuando vayamos de camino. Gabe nos cede un chófer para esa noche.
—Exactamente —murmuró Gabe—. Lo último que necesito es un puñado de muchachas borrachas bamboleándose por todo Manhattan.
Ash se rio entre dientes.
—No me digas.
—Nuestro apartamento, Mia —la corrigió Jace amablemente—. Es mío y de Bethany. No solo mío.
Mia se ruborizó y sus ojos se inundaron de preocupación.
—¡Por supuesto! Lo siento. Estoy tan acostumbrada a llamarlo tu apartamento. Lo siento, Bethany. No estaba pensando.
Bethany se sintió avergonzada y le envió a Jace un gesto a modo de reprimenda que solo consiguió que sonriera. No estaba ni un poquitín arrepentido de haberle recordado a los otros qué lugar ocupaba Bethany en su vida.
—No pasa nada, Mia. Sabía lo que querías decir —dijo Bethany.
—¡Oh, mirad! —exclamó Mia—. Ya casi es medianoche. ¡La cuenta atrás ha empezado!
Sus miradas se posaron en la televisión justo a tiempo para ver cómo el reloj marcaba las doce.
—¡Feliz año nuevo! —gritó Mia.
—Feliz año nuevo —dijo Ash levantando la copa para hacer un brindis.
—Feliz año nuevo —repitió Gabe.
Jace se inclinó y acarició con sus labios los de Bethany.
—Feliz año nuevo, nena.
—Para ti también —susurró mientras le devolvía el beso.
—¿Sabes cuáles son mis planes para el primer día del año? —susurró Jace.
—¿Cuáles? —le preguntó.
—Hacerte el amor. Dicen que lo que sea que hagas el primer día del año lo seguirás haciendo el resto del año entero.
Ella sonrió.
—¿De verdad?
—Eso dicen.
—En ese caso, yo voto porque hagamos exactamente eso —dijo antes de besarlo de nuevo.
—No tengo ninguna queja.
—Y ellos dicen que nosotros somos malos —gruñó Mia tirando de Jace hacia atrás antes de que se perdiera por completo en el beso de Bethany y se olvidara de dónde se encontraban.
Le envió una mirada asesina a su hermana.
—Oh, por favor. Como si alguien pudiera ser peor que tú y Gabe.
Gabe parecía divertido pero mantuvo la boca cerrada.
—Intentad ser yo —murmuró Ash—. Señor, esto es como un lugar de retiro para parejas.
—Entonces encuentra a una mujer —dijo Mia como si nada.
Ash puso los ojos en blanco y luego se bebió de un trago la copa de vino.
—No tengo prisa, cariño. Además, ¿quién en su sano juicio querría acercarse a mi loca familia?
Mia ahogó un grito.
—¿Nos acaba de insultar?
Jace sonrió y quiso mucho más a su hermana en ese momento. Ash pareció sobrecogido por un momento y luego una sonrisa llena de cariño se abrió paso en su rostro y sus ojos brillaron con afecto.
Mia le había recordado que ellos eran su familia. No su padre, ni su madre o los estúpidos de sus hermanos. Aquí, en esta habitación, estaba la verdadera familia de Ash. Los que lo apoyaban de forma incondicional.
—Nunca —dijo Ash—. Y gracias por el recordatorio, cielo.
Bethany miraba a los demás con algo parecido al asombro. Su sonrisa estaba llena de anhelo por lo que los otros compartían. Ese lazo irrompible. Uno que se había extendido hasta ella ahora, aunque aún no lo hubiera asimilado.
—Ellos también son tu familia —murmuró Jace en su oído.
Ella se giró hacia él con los ojos brillantes de felicidad por primera vez en días. Ya no estaban nublados de tristeza ni preocupación.
—Sí —soltó en voz baja—. Supongo que lo son, ¿verdad?
Él la besó prolongadamente y la abrazó fuertemente contra su pecho.
—Es una sensación buena, ¿a que sí?
—La mejor —respondió ferozmente—. Es algo que nunca me imaginé que pudiera tener. Aún no me lo puedo creer. Aún me despierto y tengo que decirme que esto está ocurriendo de verdad y no es un sueño loco al que me he aferrado.
Jace sonrió amablemente; el pecho le dolía de todo el amor que sentía por ella.
—Créetelo, nena. Es real y es tuyo.