Bethany recorrió la última manzana hacia su apartamento, insensibilizada. Insensibilizada del frío. De la incesante lluvia que había empapado su ropa. No había llegado muy lejos con el taxi. No le había quedado mucho dinero suelto de cuando había ido a comprar. Así que había caminado y caminado, confusa y con un dolor que le atravesaba el corazón.
Jace tenía derecho a estar enfadado. Eso no se lo refutaba. Pero no le había dado siquiera la oportunidad de explicarse. Había estado tan furioso, y luego le recordó que él era el propietario del apartamento. Que ella estaba allí debido a su generosidad. Le recordó que no tenía nada. Nada más que la desesperanza de la situación de ambos.
Él no confiaba en ella. Se lo había dejado más que claro. Y ella no podía mantener una relación donde él pensara lo peor de ella a cada cosa que pasase. Nunca podría superar eso. Sin importar lo mucho que lo intentara ni lo mucho que se entregara a él, nunca conseguiría hacerse un hueco en su confianza.
No estaba segura siquiera de por qué había vuelto, pero necesitaba sus cosas. Se llevaría ropa. Obviamente no se la iba a llevar toda, pero sabía que necesitaba el abrigo. Y los vaqueros y las camisas. Podría llevarse la comida que había comprado para Jack y luego quizás esperar a que él volviera. ¿Habría vuelto ya? ¿Se lo habría perdido? Al menos tendrían algo que comer durante un tiempo. Podría mirar en los centros de acogida que frecuentaba y quizás, a lo mejor, uno de ellos tendría una cama libre.
O quizá debería llamar a Jace. Intentar explicárselo. Se merecía al menos eso. Necesitaba saber por qué nunca podría darle la espalda a Jack. Ella nunca se lo había explicado por completo. Nunca había compartido esa parte de sí misma.
¿Lograría entenderlo? ¿Podría llegar a entenderlo?
¿Qué bien haría si no iba a confiar en ella nunca?
Cuando entró fatigosamente en el edificio de su apartamento, el portero pareció alarmarse. Ella le hizo un gesto con la mano para que no se preocupara y se dirigió al ascensor. Solo quería estar en algún lugar cálido y seco, aunque fuera por un rato.
Tenía que haber alguna forma de arreglar esto. Jace era lo mejor que había tenido en la vida. Lo único bueno e intachable. Ella no quería que los problemas de Jack tocaran a Jace. Jace no se lo merecía. Él se merecía a alguien sin las manchas que ella llevaba en el alma. Alguien en quien poder confiar totalmente. Y era posible que ella ni siquiera lo culpara por la desconfianza que se había instalado entre ellos. Ella quería su confianza, quería que él tuviera fe en ella, pero en realidad, con todo lo que sabía y conocía de ella, ¿era siquiera razonable pedirle que lo hiciera con tanto fervor?
Una ola de tristeza se apoderó de ella y la abrumó. Bethany no quería ser esa persona que había sido durante mucho tiempo. Quería ser alguien merecedor de amor y confianza. Quería a alguien que creyera en ella. Había pensado que Jace podía ser esa persona, pero había estado equivocada.
Entró en el apartamento y se fue directamente a la cocina en un intento de prepararse un chocolate caliente. Cuando abrió el armario donde se encontraban las tazas, su mirada se posó en el tarrito de pastillas que Jack le había dejado. Por un momento bastante largo simplemente se lo quedó mirando. Y luego, como si estuviera aturdida, alargó la mano y lentamente rodeó el tarrito de plástico con los dedos.
Lo bajó y lo depositó sobre la mesa, frente a ella. Una pastilla. Solo una haría que las cosas fueran más manejables. La transportaría a un lugar más cálido y feliz. Le daría ese sentimiento de bienestar. Le daría la confianza en sí misma y un subidón más que necesario para poder tomar decisiones.
Se la llevaría de esta horrible realidad a la que estaba enfrentándose. Y lograría que sobreviviera a la inminente confrontación con Jace.
Antes de que pudiera pensar mejor en ello, abrió el frasco con las manos temblorosas y sacó una pastilla. ¿O debería tomarse dos? Había pasado un tiempo. Una eternidad, parecía, sin haberse tomado ninguna. Probablemente una la dejaría atontada. Dos la dejarían inconsciente.
Devolvió la segunda al tarro y se metió la otra en la boca. Cogió un vaso y lo llenó de agua. Se lo llevó a los labios y sorbió la cantidad suficiente de líquido para poder tragarse la pastilla. Y luego se quedó petrificada.
Oh, Dios. Oh, Dios. ¿Qué estaba haciendo?
Escupió el agua y la pastilla forzosamente en el fregadero mientras se agarraba al borde del mismo y los sollozos comenzaban a brotar de su pecho. ¿Qué era lo que casi había hecho?
Con rabia, cogió el tarrito y lo vació de pastillas por el desagüe al mismo tiempo que abría el grifo para que el agua se las llevara. Luego arrojó el tarro hasta el otro lado de la cocina y lo oyó caer al suelo. Entonces enterró el rostro en sus manos y lloró.
Oh, Dios. No podía hacerlo. Otra vez no. Nunca más.
Tenía que parar esto ahora. No era bueno para ella. Si su relación con Jace la iba a llevar a eso, tenía que terminarla. No podía hacerse esto a sí misma. No después de haberse esforzado tanto y durante tanto tiempo para levantar su vida y superar la adicción.
Puede que Bethany no tuviera mucho, pero al menos ahora su vida significaba algo.
Sin cambiarse, se apresuró hacia la puerta sabiendo que tenía que enfrentarse a Jace ahora antes de que perdiera todo el coraje. Tenía que romper y decirle que se iba del apartamento. Tenía que enfrentarse a Jace y cortar con él cara a cara.
No le iba a dejar que se preguntara cuál iba a ser su destino o qué era lo que estaba haciendo. Volvería a su apartamento y le diría adiós. Y luego volvería a su vida. Puede que no fuera la mejor, pero era una que podía vivir con su orgullo y cordura intactos.
Al recordar que no tenía más dinero suelto en el bolsillo, volvió al cajón y lo sacó todo. Lo que le sobrara del taxi se lo devolvería a Jace. No iba a coger más de lo que fuera estrictamente necesario. Luego se acordó de que la mochila de Jack seguía en el sofá, así que se la echó al hombro antes de salir del apartamento.
Cuando llegó al vestíbulo, el portero parecía alarmado.
—Señorita Willis, ¿adónde va? Creo que sería mejor si esperara aquí.
Ella lo ignoró y se adentró de nuevo en el frío para coger un taxi.
—¿Dónde está? —exigió Jace tan pronto como entró en el edificio del apartamento de Bethany.
El portero suspiró.
—Intenté llamarlo de nuevo, señor. Regresó. Pero eso fue cuando lo llamé por primera vez. Pero luego bajó a los pocos minutos. Intenté detenerla. Estaba empapada y no se había cambiado de ropa. Se la veía molesta.
Jace cerró los ojos y maldijo sin tapujos.
—¿No tiene ni idea de adónde iba?
Desvió la mirada hasta la manta de lluvia mezclada con hielo que cubría las aceras. El estómago se le encogió al imaginarse a Bethany ahí fuera. Con frío. Molesta. Sola.
Probablemente iba de vuelta a los brazos de Jack. A su preciado y maldito Jack.
Dios, había metido la pata hasta el fondo. Había estado enfadado. Había desatado todo su miedo y furia sobre Bethany y ella había decidido desaparecer del mapa. Justo como él había temido que hiciera desde el principio.
—No, señor. Lo siento, pero no dijo nada cuando se marchó. Solo llevaba una mochila.
La sangre se le heló en las venas. Mataría a Jack si Bethany salía perjudicada por esto. Probablemente iba a volver con Jack, pero no había garantía ninguna de que Jace pudiera encontrarla ahora. Le había llevado semanas antes. Pero ahora ella no quería que la encontrara. Antes no había sabido que la estaba buscando. Ahora era consciente de que sí, si es que pensaba que se preocuparía lo suficiente como para ir tras ella. No le había dado ninguna razón para creer que le importaba lo necesario como para ir detrás de ella, y eso era lo que más lo carcomía por dentro.
Ahora se encontraba ahí fuera, en la maldita calle, con una fortuna en drogas ilegales a la espalda. La gente había matado por muchísimo menos.
Apuñaló al portero con una mirada cansada.
—Si vuelve, siéntela si tiene que hacerlo. Pero no permita que vuelva a irse otra vez. ¿Entendido?
El portero asintió.
—Sí, señor. Haré lo que pueda.
Jace hundió los hombros y se volvió hacia la puerta preguntándose dónde iba a ir a buscar a Bethany ahora. Su teléfono móvil sonó justo cuando iba a adentrarse en la lluvia, así que dio un paso atrás y levantó el teléfono. No reconoció el número.
—Jace Crestwell —dijo impaciente.
—Señor Crestwell, señor, ella está aquí en el edificio de su apartamento.
Jace reconoció la voz de Roger, su portero. El pulso se le aceleró y se zambulló en la lluvia al mismo tiempo que le hacía un gesto con la mano al conductor que había dejado aparcado el coche a corta distancia de allí.
—Voy para allá —dijo Jace—. No la deje ir a ningún sitio.
—Dese prisa, señor —dijo Roger en un tono más bajo—. Se negó cuando le dije que lo esperara en el apartamento. No quiere esperar siquiera dentro del edificio. Está fuera, bajo la lluvia, empapada y temblando.
—¿Qué?
Jace no podía controlar la furia de su voz.
—Señor, lo intenté. No está bien. Está molesta por algo. No es bueno. Necesita llegar aquí rápido. Le echaré un ojo hasta que usted llegue.
Jace maldijo y colgó el teléfono y luego le indicó a su conductor que volviera a su apartamento lo más rápido posible. Durante todo el camino, el pecho de Jace se llenó de miedo. Mentalmente repasó qué quería decirle y lo repitió una y otra vez en su cabeza. Pero de alguna manera no parecía que fuera suficiente. Sonaba a excusa mala. ¿Qué se suponía que tenía que decirle a la mujer que amaba, a la mujer con la que había metido la pata bien hasta el fondo?
Se sentó tenso y expectante, muriéndose un poquito más cada vez que el tráfico los hacía pararse. ¿Qué pasaba si no llegaba a tiempo? ¿Qué pasaba si llegaba allí, y tal como había sucedido cuando había ido al otro apartamento, ya se había ido? ¿Estaba destinado a perseguir para siempre un sueño elusivo? No podía permitirse pensar eso. Bethany era suya. No iba a dejarla ir sin luchar por ella. Quizás ella nunca había tenido a nadie dispuesto a luchar por ella, pero eso iba a cambiar.
Por fin, el coche aparcó. Jace salió disparado bajo la lluvia y se dirigió a la entrada mientras buscaba rápidamente con la mirada a Bethany. Su corazón latió con más fuerza cuando no la vio. Quizás el portero la había persuadido para que esperara dentro. O a lo mejor se había ido.
Casi había llegado a la entrada cuando la vio. Su corazón casi se paró cuando la encontró acurrucada en la pared del edificio. Estaba agachada con las rodillas pegadas al pecho y el pelo y la ropa empapados debido al agua que caía a su alrededor.
—Bethany.
Su nombre salió en una larga exhalación, un sonido susurrado que no estaba seguro de que ella hubiera oído. Era todo lo que pudo pronunciar ante el nudo que se le había formado en el pecho.
Se agachó y le tocó el brazo. Ella se asustó y levantó la mirada para encontrarse con la de él. Abrió los ojos asustados. Se podía ver el miedo en ellos, pero sobre todo estaban inundados por una pena, una abrumadora emoción que era como poder ver los rincones más oscuros de su alma.
La urgió a que se pusiera de pie y se encogió de dolor al notar lo heladas que tenía las manos y la piel. Estaba blanca como la cal y temblaba de forma violenta.
—Nena, vamos adentro.
Su voz sonó amable y gentil a propósito, tan suave como pudo ponerla mientras el pulso de la vena de la sien estaba a punto de explotarle.
Intentó guiarla hasta la puerta pero ella se soltó de su agarre y retrocedió un paso. Sus ojos heridos lo miraban brillantes debido a las lágrimas que reflejaban la luz de las farolas.
—No —dijo en voz baja—. Jace, no puedo. Vine porque te mereces que te diga esto a la cara y no simplemente desaparecer.
Él levantó la mano para pararla porque no podía soportar que terminara de decir lo que sabía que iba a decirle. Él nunca soportaría esas palabras de su boca. Su corazón estaba a punto de salírsele del pecho y sus ojos le ardían mientras se quedó mirando la tristeza que ahogaba los suyos.
—Nena, por favor, necesito que me escuches. Pero tengo que sacarte del frío y de la lluvia. Estás helada. Vas a coger una pulmonía.
Ella sacudió la cabeza y se abrazó de forma protectora. Dios, ¿tenía miedo de él? ¿De verdad le había hecho pensar que le podría hacer daño de alguna manera? Quería vomitar solo de pensar que se pudiera poner violento. Ojalá pudiera volver a esos pocos minutos que había tenido con ella en el otro apartamento.
—No, solo escucha, Jace. Por favor. No hagas que esto sea más difícil. Tengo que hacer esto antes de que me pierda. Antes de que pierda el poco respeto que me tengo y que he logrado conseguir en el último par de años.
Su voz terminó en un sollozo que solo consiguió que Bethany diera bocanadas en busca de aire. Estaba temblando tanto que le llevó toda la fuerza que tenía y más no obligarla a la fuerza a entrar en su apartamento. Solo el mero conocimiento de que este momento, lo que sea que ella tuviera que decirle, era el momento más importante de su vida le hizo darse cuenta de que no podía permitirse joderla otra vez. No como había hecho en el apartamento de Mia.
—Dime —la urgió.
Las lágrimas caían desenfrenadas por sus mejillas y se mezclaban con las gotas de lluvia que chocaban con su rostro. El pelo lo tenía pegado a la cabeza y empapado. Las gotas de lluvia se quedaban atrapadas en sus pestañas y delineaban sus preciosos y torturados ojos.
Era lo más bonito que tenía en su mundo y estaba peligrosamente cerca de perderla.
—Jack trajo un bote de pastillas esta mañana cuando vino. Me las trajo a mí.
Jace siseó mientras la rabia lo consumía. Quería buscar a ese hijo de puta y darle la paliza de su vida. ¿Cómo podía ser tan descuidado con Bethany? Una mujer por la que se supone que se preocupaba. Y Bethany no veía que Jack no iba a traer nada bueno. Nada, nada bueno. La imagen de él estaba fijada en el pasado.
—Le dije que no las quería. Nunca las quise. Estaba intentando ayudarme. En el pasado las habría tomado. Hubiera hecho lo que fuera por ellas. Pero ahora no. Soy mejor que eso. Pero luego tú viniste y tuvimos esa discusión tan horrible y me recordaste que no tenía nada.
—Dios, nena, eso no fue lo que quería decir —dijo ahogadamente—. Eso no era lo que quería decir para nada.
Ella continuó como si no lo hubiera escuchado. Parecía estar tan perdida en sus pensamientos que estaba siendo incoherente intentando sacárselo todo del pecho como si fuera un veneno del que tenía que liberarse.
—Y me fui porque me dolió tanto que no podía quedarme. Pero luego volví, porque sabía que no estaba bien la forma en que me había ido. Necesitaba dejar de huir y enfrentarme a ti. Hacer las cosas con lógica. Pero ahí estaba en la cocina, sintiéndome como si mi mundo estuviera a punto de acabarse. Tenía frío y quería una taza de chocolate caliente. Y cuando abrí el armario, ahí estaba el bote de pastillas mirándome a la cara y supe que si me tomaba una me sentiría mejor. Que sería más fácil lidiar con el desastre que es mi vida.
—Oh, Dios —dijo en voz baja—. Nena.
—Estuve así de cerca —dijo mientras separaba dos de sus temblorosos dedos a apenas dos centímetros de distancia—. Estuve a esto de cerca de hacerlo. Tuve la pastilla en la boca. Le di un sorbo a un vaso de agua con toda la intención de tragármela. Estaba a punto. Casi en la garganta. Pero luego me di cuenta de lo que estaba haciendo. De lo que casi había dejado que pasara.
Bethany ahogó la voz en un sollozo y luego bajó la cabeza mientras sus manos formaron dos puños a sus costados.
—Pero no lo hiciste —susurró Jace adivinando el desenlace.
—Pero casi lo hice —dijo con la voz llena de desolación—. La quería. La necesitaba. Y la escupí en el fregadero. No puedo volver a eso, Jace. Tenemos que terminar ahora antes de que nos destruyamos el uno al otro. Si esto ocurre al estar contigo, no puedo seguir haciéndolo. No soy buena para ti. Yo misma no soy buena para mí —terminó en un susurro.
El miedo le invadió el cuerpo. Sacudió la cabeza, incapaz de sacar las palabras de su garganta cerrada. Estaba devastado por lo que casi había hecho. No porque la juzgara, sino porque la había herido tanto que casi había hecho lo impensable. ¿Qué hubiera pasado si no se hubiera detenido a tiempo?
El poco control que tenía pareció disolverse con la lluvia. Un sollozo se escapó por su garganta desde lo más hondo de su alma. A continuación se rodeó la cintura con los brazos y se cayó de rodillas al suelo antes de comenzar a mecerse una y otra vez.
Jace la siguió inmediatamente. La rodeó con los brazos y la abrazó fuertemente contra él, la besó en el pelo empapado y se meció junto a ella mientras la lluvia seguía cayendo incesante sobre ellos.
—Me odio por ello —sollozó—. Por mi debilidad. Por incluso sentirme tentada. Me odio por herirte, por decepcionarte. Pero no puedo darle la espalda a Jack. No espero que lo entiendas. Nunca te lo llegué a explicar.
Su ira por Jack, por la situación, le quemó por dentro con fiereza y dolor.
—¿Por qué arriesgas tanto por protegerlo? No hace más que traer problemas, Bethany. ¿Por qué continúas permitiendo que controle tu entera existencia?
Ella se separó de él con un empujón y se puso de pie.
—¡Porque soportó muchísimo por mí! —gritó mientras la lluvia resbalaba por su rostro y se mezclaba con sus lágrimas—. Hizo mucho por mí. ¡Cosas que no le podré pagar nunca! No lo entiendes. Nunca podrías entender lo que sufrió por mí.
La pena estaba tan patente en su voz que se ahogaba a cada palabra. Estaba desconsolada. Apenas podía mantener la compostura y estaba temblando de forma exagerada por culpa del frío.
Había algo en su voz, en todas esas palabras gritadas, que lo dejó helado. Hubiera lo que hubiese en su pasado, lo que la ligara a Jack, aún seguía torturándola día a día. Y fuera lo que eso fuese tenía que saberlo. Era clave para lograr entenderla a ella y el porqué seguía aferrándose a Jack con tanta fuerza.
—Entonces haz que lo entienda —le dijo con voz queda—. Pero vamos a ir a hablar dentro, donde se está caliente y después de que te hayas puesto ropa seca. Luego te escucharé y tú me lo explicarás. Lo solucionaremos. Juntos, Bethany.
Ella comenzó a negar con la cabeza pero él la ignoró y la cogió en brazos.
—No voy a aceptar un no por respuesta —soltó mordazmente—. Y no voy a dejar que desaparezcas de mi vida. Vamos a solucionar esto y me vas a decir por qué tienes esta lealtad ciega con Jack. Y te juro por Dios que cuando esto esté solucionado no te vas a ir de mi vida. No te vas a ir a ninguna parte que no sea a la cama conmigo.