Diecisiete años tenía.
El enemigo llegó.
Envainó el sable a un costado
y su mano me tendió.
Ay, mes de la pureza y de las flores,
¿por qué has de ser también de los amores?
Estaba el regimiento en la explanada.
Sonaba, como siempre, su tambor.
Después, el enemigo nos llevó tras las matas
y allí fraternizó.
De todos los enemigos
me ha tocado el cocinero.
Durante el día le odio
y por la noche le quiero.
Ay, mes de la pureza y de las flores,
¿por qué has de ser también de los amores?
Está ya el regimiento en la explanada.
Su tambor, como siempre, sonará.
Después, el enemigo nos llevará tras las matas
y allí fraternizará.
El amor que yo sentía
fue una fuerza celestial.
No comprenden que le ame
y no le quiera entregar.
En una mañana gris
mi dolor, ay, comenzó.
Estaba el regimiento en la explanada.
Como siempre, sonó luego el tambor.
Y el enemigo, entonces, con mi amado,
la ciudad abandonó.