Carbón para Mike

Me han contado que en Ohio,

a comienzos del siglo,

vivía en Bidwell una mujer,

Mary McCoy, viuda de un guardavía

llamado Mike McCoy, en plena miseria.

Pero cada noche, desde los trenes ensordecedores de la Wheeling Railroad,

los guardafrenos arrojaban un trozo de carbón

por encima de la tapia del huerto de patatas

gritando al pasar con voz ronca:

«¡Para Mike!»

Y cada noche, cuando el trozo de carbón para Mike

golpeaba en la pared posterior de la chabola,

la vieja se levantaba, se ponía,

soñolienta, la falda, y guardaba el trozo de carbón,

regalo de los guardafrenos a Mike, muerto

pero no olvidado.

Se levantaba tan temprano y ocultaba

sus regalos a los ojos de la gente,

para que los guardafrenos no tuvieran dificultades

con la Wheeling Railroad.

Este poema está dedicado a los compañeros del guardafrenos McCoy

(muerto por tener los pulmones demasiado débiles

en los trenes carboneros de Ohio)

en señal de solidaridad.