Cuando Robert Oakley llegó a Mogadiscio el 8 de octubre, Aidid seguía escondido. Hicieron falta algunos días para organizarlo, pero al final logró reunirse con el clan del señor de la guerra. Les dijo a los dirigentes del Habr Gidr que la operación militar de Estados Unidos contra Aidid había sido finalizada y que la misión para la cual originariamente se había desplegado al destacamento especial Ranger había llegado a su fin. Los somalíes se mostraron escépticos.
—Con el tiempo, comprobarán por sí mismos que es cierto —dijo Oakley.
Luego les dijo que el presidente Clinton quería que Durant fuese liberado de inmediato, sin condiciones. Los somalíes no daban crédito a lo que oían. Los Rangers se habían apoderado de sesenta o setenta dirigentes del clan. Los principales, entre ellos los dos hombres más importantes de entre los secuestrados el 3 de octubre, Omar Salad y Mohamed Hassan Awale, estaban retenidos en una cárcel improvisada en una isla situada a la altura de la costa de Kismayo. La posible liberación de Durant estaba sujeta como mínimo a un canje. Así actuaban los somalíes.
—Haré lo que pueda para que esta gente sea liberada, pero no puedo prometer nada —dijo Oakley, además de poner de manifiesto que los somalíes, técnicamente, estaban bajo la custodia de Naciones Unidas—. Intercederé con el presidente, pero sólo una vez hayan liberado a Durant. —Acto seguido, el ex embajador transmitió un mensaje escalofriante cuyo significado estaba claro—: Esto no es una amenaza. No tengo planes para ello, y haré todo lo posible para evitarlo, pero ¿qué ocurrirá si transcurren unas semanas y el señor Durant no es liberado? No sólo perderán ustedes el crédito que puedan tener ahora, sino que tomaremos la decisión de rescatarlo. Les garantizo que no vamos a pagar o comerciar por él de ninguna forma o modo… Por consiguiente, lo que decidiremos es que debemos rescatarlo, y acertemos o no con el lugar, nadie nos librará de una lucha con su pueblo. Apenas se vuelva a abrir fuego, desaparecerá toda restricción por parte de Estados Unidos. No tienen más que echarle una ojeada a lo que está llegando. Un portaaviones, tanques, helicópteros de combate… de todo. En cuanto empiece la contienda, todo el odio reprimido saldrá a la luz. Quedará destruida toda esta parte de la ciudad, hombres, mujeres, niños, camellos, gatos, perros, cabras, burros, todo… Sería muy trágico para todos nosotros, pero eso es lo que ocurrirá.
Los somalíes transmitieron este mensaje a Aidid en su escondite, y el señor de la guerra supo ver lo juicioso del consejo dado por Oakley. Se ofreció a entregar a Durant de inmediato.
Como no quería que su viejo amigo, el almirante Howe, quedara eclipsado, el ex embajador les pidió que esperaran unas horas para que él tuviera tiempo de abandonar el país. Les dijo que entregaran al piloto a Howe y subió a un avión para regresar a Washington.