Al otro lado de la ciudad, a un kilómetro al sudoeste, los pilotos de un Black Hawk, Mike Goffena y Jim Yacone, sobrevolaban en círculo el helicóptero siniestrado de Durant y estaban preocupados. Los hombres del Súper Seis Cuatro habían tenido suerte. En aquella zona de la ciudad, había sobre todo casas de piedra, estructuras sólidas, pero el lugar donde cayeran Durant y su copiloto estaba conformado por chabolas hechas con tejidos viejos y cabañas de hojalata, nada resistentes, con lo que el helicóptero podía dar una vuelta de campana. Aquellos aparatos estaban construidos con amortiguadores capaces de soportar un impacto durísimo, siempre y cuando se aterrizara en posición vertical, lo que había hecho el Black Hawk.
Pero en otro sentido no habían sido tan afortunados. El equipo CSAR había descendido ya por las cuerdas al lugar donde estaba el helicóptero de Wolcott. A nadie se le había pasado por la cabeza que pudiera haber dos aeronaves abatidas. Durant, el copiloto Ray Frank y la tripulación iban a tener que ser rescatados por las fuerzas de tierra, lo que significaba una espera peligrosa. Goffena y Yacone observaban desde arriba y ya veían a los somalíes invadir en gran número callejones y pasajes para encaminarse hacia el helicóptero siniestrado.
Se había solicitado la ayuda de una compañía de la QRF (el 2.° Batallón, la 14 División de Infantería y la 10.a de Montaña). Bajo el mando del teniente coronel Bill David, ciento cincuenta soldados en nueve camiones dos y medio y una docena de Humvees se dirigirían a la base de los Ranger por una ruta alternativa que les llevaba fuera de la ciudad. Nadie sabía con certeza cómo encontrar el helicóptero siniestrado de Durant. Lo podían ver todo claramente en las pantallas del Centro de Operaciones, pero las imágenes no podían decirles con exactitud dónde estaba el helicóptero abatido. En lugar de limitarse a esperar la llegada de la QRF, Garrison ordenó que se organizase otro convoy de emergencia con la tropa que se pudiera reunir en la base. A su mando estarían los Rangers y los chicos D que habían evacuado al soldado Blackburn y, con ellos, docenas de personal de apoyo (armeros, cocineros, portadores de munición y especialistas en comunicación, además de un controlador de tráfico aéreo perteneciente a las fuerzas aéreas), y todo aquel que estuviera dispuesto a unirse a la batalla.
Cuando este convoy de emergencia abandonaba la base, los pilotos que se hallaban junto al helicóptero siniestrado de Durant estaban convencidos de que la ayuda no llegaría a tiempo para la tripulación del Súper Seis Cuatro. Estaban a sólo unos minutos de ser sitiados por una turba somalí violenta y furiosa.
Dos Little Birds y el Black Hawk de Goffena, el Súper Seis Dos, trataban de mantener a raya a la muchedumbre. Además de los dos oficiales de vuelo del Seis Dos, había tres chicos D, los francotiradores sargento primero Randy Shughart, el sargento mayor Gary Gordon y el sargento primero Brad Hallings. Como los somalíes cerraban el cerco, los operadores Delta les dijeron a los pilotos que serían más útiles en tierra. Podían contener a la muchedumbre hasta que llegara la ayuda. Yacone pidió autorización para incluirlos.
—¡Eh, esperad, ni siquiera sabemos todavía si hay alguien con vida! —Fue la respuesta del coronel Matthews, el comandante del aire que iba sentado junto a Harrell en el helicóptero C2.
Como no oía a la tripulación por la radio, Goffena sobrevoló a baja altura y distinguió a Durant sentado en la cabina y tratando de liberarse de un trozo de tejado de hojalata hundido en las piernas. Estaba vivo. Yacone vio que Ray Frank se movía. Goffena pudo bajar más y captar la mirada frustrada en el rostro de su amigo. Ray había vivido un accidente similar, es decir, donde el rotor de cola quedó destrozado, unos años antes en una misión de instrucción. Había muerto una buena parte de los hombres que iban en aquel helicóptero. Frank se rompió una pierna y se aplastó varias vértebras. Desde entonces, había estado inmerso en una interminable batalla legal. Goffena interpretó la mirada en el rostro de su amigo: «¡No puedo creer que esto me pase otra vez!». En la parte posterior del aparato distinguieron algún movimiento, lo que significaba que Bill Cleveland o Tommy Field habían sobrevivido, tal vez los dos.
Yacone informó a Matthews de que había supervivientes. El coronel le dijo que esperase.
Así las cosas, Shughart, Gordon, Hallings y los oficiales de tripulación del Súper Seis Dos hicieron lo que pudieron desde el aire. Había montones de blancos. Parecía que el éxito había envalentonado a los tiradores de las RPG. Cuando Goffena lanzaba al Black Hawk a baja altura, la corriente que producían sus rotores hacía retroceder a los grupos compactos. Cuando la multitud se retiraba, dejaban al descubierto a aquellos con las RPG, quienes parecían decididos a no ceder un palmo. Se convertían así en blancos fáciles para los francotiradores. El problema estribaba en que, apenas los tiradores los abatían, otros aparecían corriendo y recogían sus armas.
Goffena advirtió asimismo que cada vez que bajaba hasta poca altura provocaba más disparos. Tanto él como Yacone oían el ruido de las balas que acribillaban las paredes metálicas de la aeronave. De vez en cuando veían afuera y arriba un arco resplandeciente que trazaba una línea brillante frente a la cabina, eran los proyectiles que perforaban las hojas del rotor y echaban chispas. Goffena empezó a volar a más velocidad e intentó mantenerse en la parte sur del aparato siniestrado, donde el tiroteo no parecía tan intenso. Sin embargo, esto era también arriesgado. Sabía que, al sur, había un barrio llamado Villa Somalia, conocido por albergar una milicia de Aidid.
Se comunicaron por radio, y pidieron ayuda urgente.
—Alfa Cinco Uno [Matthews], aquí Súper Seis Dos [Yacone], vamos a necesitar refuerzos para cubrir el lugar del siniestro número dos.
Les aseguraron de forma repetida que el rescate era inminente.
Uno de los pilotos del Little Bird informó:
—Vamos a tener que matar a gente aquí abajo, en caso contrario no vamos a poder mantenerla a raya. No han quedado suficientes hombres a bordo para ocuparse de ello.
—Roger, esperad, nos estamos ocupando del asunto… Bien, escuchad, aquí Adam Seis Cuatro [Garrison], hay un pequeño elemento Ranger que se va a poner en marcha dentro de un minuto para dirigirse al segundo siniestro. Alguien tiene que guiarles.