Mike Goffena, piloto de un Black Hawk, iba detrás del Súper Seis Cuatro cuando la granada alcanzó a este último. Le arrancó un trozo del rotor de cola. Goffena vio que se escapaba el aceite en medio de una fina bruma, pero el mecanismo quedó intacto y parecía que todo seguía funcionando.
—Seis Cuatro, ¿estáis bien? —preguntó Goffena.
El Black Hawk es un avión de mucho peso. En aquel punto el de Durant pesaba alrededor de diecisiete mil libras, y el rotor de cola estaba a cierta distancia de donde él estaba. La pregunta llegó antes siquiera de que se hubiera dado cuenta de lo que había pasado.
Goffena explicó que le había alcanzado una RPG y que la parte de la cola estaba dañada.
—Roger —contestó Durant con tranquilidad por la radio.
Al principio no parecía que le hubiera pasado algo al helicóptero. Llevó a cabo una comprobación rápida de todos los instrumentos y las lecturas eran correctas. Sus oficiales de tripulación, Cleveland y Field, estaban ilesos sentados detrás. Por consiguiente, pasada la primera impresión, Durant se sintió aliviado. No pasaba nada. Goffena le dijo que había perdido el aceite y parte de la caja de engranajes en el rotor de cola, el sólido Black Hawk estaba construido para volar sin aceite durante un rato en caso necesario, y todavía se mantenía estable. Matthews, el comandante al cargo de la parte aérea de la misión, también había visto el impacto desde el helicóptero C2 que volaba en círculo. Le dijo a Durant que posara el Black Hawk en tierra y el piloto del helicóptero alcanzado salió del círculo hacia la izquierda que estaba realizando y tomó rumbo al aeródromo, que se hallaba al suroeste a cuatro minutos de vuelo. Sólo como medida de precaución, tomó nota de que había una gran zona verde abierta hacia la mitad de camino, es decir, que si se veía obligado a aterrizar antes de una hora había un sitio donde hacerlo. Pero el helicóptero volaba bien.
Goffena siguió a Durant a lo largo de unos mil quinientos metros, hasta que ya tuvo la tranquilidad de que el Súper Seis Cuatro podía regresar sin problemas. Apenas había empezado a dar la vuelta cuando vio que el rotor de cola, entero, la caja de engranajes y setenta u ochenta centímetros del ensamblaje vertical de la aleta se convertían en un contorno borroso para acabar evaporándose.
Dentro del Súper Seis Cuatro, tanto Durant como el copiloto, Ray Frank, advirtieron que el armazón vibraba. Oyeron que el eje de fricción del engranaje, en su agonía, silbaba de forma rápida y acelerada. Luego vino un gran estruendo cuando se rompió de cuajo. Sin la mitad superior de la aleta de cola, un peso enorme se descargó de la parte posterior del armazón, y el centro de gravedad de éste cayó en picado y, como consecuencia, el helicóptero empezó a entrar en barrena. Después de diez años de volar, la reacción tanto de Durant como de Frank fue instintiva. Para que el armazón se ladeara a la izquierda, había que apretar suavemente el pedal izquierdo con el pie. Durant se percató entonces de que ya había estado pisando el pedal izquierdo hasta el fondo y el avión todavía giraba velozmente hacia la derecha (sin rotor de cola no había forma de detenerlo). Los giros eran más rápidos de lo que Durant hubiera imaginado nunca. Los detalles de la tierra y del cielo se volvían borrosos como los dibujos en una peonza. Afuera sólo veía cielo azul y tierra marrón.
Durant intentó hacer algo con los controles. Frank, sentado junto a él, tuvo la presencia de ánimo de hacer lo correcto. Las palancas del sistema eléctrico de los motores estaban en el techo de la cabina. Frank tuvo que luchar contra la gran fuerza centrífuga de los giros para levantar los brazos. En aquellos segundos frenéticos, logró tirar hacia atrás una palanca y detener de este modo un motor, y tirar de la otra hasta la mitad. Durant gritó por la radio:
—¡Nos estrellamos! ¡Bajamos! ¡Raaaaay!
De pronto disminuyó el ritmo de los giros descendentes en picado. Justo antes del impacto el morro se levantó. Fuera por alguna razón aerodinámica o por algo que Durant o Frank hicieran dentro de la cabina, el helicóptero que caía en picado se enderezó. Gracias a que la velocidad de los giros disminuyó a la mitad y que el avión se niveló bastante, el Black Hawk hizo un aterrizaje muy duro pero horizontal.
Horizontal era crítico. Significaba que había una posibilidad de que los hombres del helicóptero estuvieran aún con vida.