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Mientras el piloto del Black Hawk Mike Durant realizaba sus giros de contención vio, al dirigir su Súper Seis Cuatro de vuelta hacia el sur, que un Little Bird ascendía desde el lugar del suceso. Delante se hallaba el blanco y reluciente frontal del Hotel Olympic, uno de los pocos edificios altos de la ciudad situado frente al objetivo del asalto. En la lontananza, estaba la verde extensión, que iba oscureciendo, del océano Índico. El humo se elevaba y giraba sobre los tejados alrededor del hotel, señal que marcaba el lugar de la lucha. Los Black Hawks y los Little Birds se desplazaban a través de la oscura neblina como insectos predadores, y se lanzaban y disparaban hacia la refriega.

Entonces oyó la esperada llamada radiofónica para Súper Seis Ocho, el Black Hawk CSAR. Vio que se alejaba en dirección al sur.

Momentos después el teniente coronel Matthews, desde el helicóptero de control, le dictó sus propias órdenes.

—Súper Seis Cuatro, aquí Alfa Cinco Uno, cambio.

Aquí Súper Seis Cuatro. Adelante.

Roger, Seis Cuatro, sube y reúnete con Seis Dos en su órbita.

Seis Cuatro dirigiéndose hacia el interior.

Mientras volaba a gran velocidad y baja altura sobre la ciudad, Durant podía vislumbrar a través de los remolinos nebulosos de humo y polvo, la acción que se desarrollaba bajo la cabina burbuja de su helicóptero. La nítida estructura cuadrada que habían configurado un rato antes, es decir, los rangers apostados en las cuatro esquinas del objetivo, se había desmantelado por completo. Resultaba difícil encontrar un sentido a la acción que se desarrollaba abajo. Veía la zona donde se había metido el helicóptero de Elvis en general, un barrio denso formado por casitas de piedra con tejados de hojalata en medio de un laberinto de callejones sucios y amplios cruces, pero el Black Hawk estaba metido entre casas en un lugar tan estrecho que no podía distinguirlo. Advirtió pequeñas columnas de Rangers que se desplazaban por las callejuelas, medio agachados a la defensiva, con los rifles en ristre y listos para disparar, poniéndose a cubierto e intercambiando disparos con las olas de somalíes que también corrían en aquella dirección. Durant se dio la vuelta en la cabina para indicar a los oficiales de tripulación que cargaran sus armas, dos miniguns de 7,62mm. y seis cañones capaces de disparar cuatro mil ráfagas por minuto, pero les advirtió que no dispararan hasta que descubrieran dónde estaban los suyos. Durant descendió con una maniobra circular hasta ocupar el lugar que Elvis había dejado vacante y situarse al otro lado de donde se hallaba el Súper Seis Dos, el Black Hawk pilotado por el suboficial jefe Mike Goffena y el capitán Jim Yacone, e intentó sintonizar con ellos.

—Seis Cuatro, indica posición —dijo Goffena.

—Estamos a unos dos mil doscientos metros de vosotros al norte.

Seis Cuatro, no perdáis de vista el lado oeste.

—Roger.

Se trataba de mantener una «cobertura baja», un círculo móvil sobre la zona de la batalla. Durant oyó por radio que la aeronave CSAR había sido alcanzada, pero que logró hacer subir por la cuerda al equipo de rescate y había conseguido elevarse. Goffena y Yacone ya estaban señalando blancos para los tiradores de Durant, pero resultaba difícil orientarse visualmente. El asiento de Durant se hallaba situado en el lado derecho del avión y, como volaba en el sentido contrario de las agujas del reloj, ladeándose a la izquierda, lo que veía la mayor parte del tiempo era cielo. Era enloquecedor. Cuando se puso a volar horizontalmente, lo hacía tan bajo y tan rápido que era como mirar a través de un tubo. Bajo sus pies, pasaban rápidamente tejados de hojalata oxidada, árboles, automóviles y neumáticos en llamas. Por todas partes había Rangers y somalíes corriendo. No sabía con certeza si le disparaban. Es decir que, debido al estruendo de los motores y el ruido de la radio, Durant desconocía si les atacaban o no. Suponía que así era. Ya habían alcanzado a dos helicópteros. Él hacía todo lo posible para que su Black Hawk fuera un blanco más desafiante, para ello, además de todo lo que ya tenía que hacer y escuchar, variaba tanto la velocidad como la altitud.

Fue en el cuarto o quinto círculo, cuando lo que estaba sucediendo abajo empezaba a tener sentido, notó que el helicóptero chocaba con algo duro.

Como un rebote invisible.