Cien

Por un instante, los pulgones verdes, el hombre del abrigo de piel y los cacataces enmudecen. Es mi momento. No llegará ni a un minuto, será solo un momento. Pero tal vez basta con un solo momento para cambiar el curso de la historia. Estoy en la luna. Soy la piedra. Esta gusanera luna ha llegado a su fin.

La ametralladora empieza a disparar, y los proyectiles llueven sobre mí como estrellas fugaces. Confío al menos en que me haya visto el mundo entero. Confío en haberme estampado con suficiente fuerza contra esta pesadilla que es la Patria. En el interior del monstruoso edificio la gente corre en todas direcciones. Hector me hace señas con la mano: sé que ha encontrado la salida. El señor Lush viene hacia mí.

—¿Lo ha visto? —le pregunto—. Va por ahí.

—¿Quién? —me pregunta.

—Hector.

Nos abrimos paso entre la muchedumbre despavorida, hasta que Hector me muestra la puerta. Empujo la barra hacia abajo y salimos al amanecer de un nuevo día. Ante nosotros, la Zona Siete se alza sobre la neblina.

El señor Lush me lleva de la mano sin saber por dónde tirar.

—Siga a Hector —le digo y señalo colina abajo.

Echamos a correr, a rodar, nos tiramos sobre la hierba. De pronto reparo en la sangre. En mi sangre.

—Jobar, lo he conseguido, lo he conseguido, ¿verdad?

—Sí, Standish, lo has conseguido —dice el señor Lush—. Ahora aguanta.

Sé que no estoy bien. Y creo que ya he aguantado bastante.

—No me dejes, Standish, te pondrás bien, ya lo verás.

La voz del señor Lush parece venir de un planeta lejano.

Es Hector quien me levanta del suelo. Ha encontrado un coche, un enorme Cadillac color de helado. Huelo el cuero de los asientos. Azul brillante, azul celeste, azul de asientos de cuero. Hector se sienta detrás. Y yo al volante, con el brazo apoyado en el cromo de la ventanilla bajada. Vamos a casa de la señora Lush, donde nos espera una cocina reluciente con un mantel a cuadros y un jardín con un césped al que parece que le hayan pasado la aspiradora.

Veréis, el caso es que solo en la tierra de las croca-colas brilla el sol en tecnicolor. Es la vida al final del arcoíris.