Setenta y seis

En el dormitorio que antes ocupaban mis padres, el abuelo me entrega una especie de fajín que me ha hecho. Para que me lo meta debajo de la ropa. En ambos lados, ha escrito con su bonita caligrafía la palabra FRAUDE, en letras bien grandes. ¿Sabéis una cosa?, creo que a eso se ha dedicado mientras yo estaba abajo en el sótano. La idea de las figuras de cartón se le ocurrió después.

—No tengo una honda que ofrecerte, tendrás que conformarte con esto —me dice.

No digo lo que pienso. Quizá sea mejor.

Me pongo unos harapos que ha encontrado el abuelo. Harapos que avergonzarían a un espantapájaros. El abuelo saca el neceser de maquillaje de mi madre. Con mucha delicadeza me unta la cara con una especie de pasta blanca, me oscurece las ojeras y me frota un poco de barro en las manos.

Al mirarme en el espejo del gigantesco armario veo un fantasma. Mi fantasma.