Además, aquel intruso vestía demasiado bien. Al igual que las ratas muertas, parecía demasiado limpio y bien alimentado.
—No sé quién será usted —dijo el abuelo—, pero no creo que debiera estar aquí. Le ruego que se marche. Standish, ve y dile a los del coche patrulla que tenemos un Obstructor en casa.
El hombre agarró el revolver.
—He venido aquí para ofrecerles mi ayuda.
—No le creo —replicó el abuelo.
—Y yo creo —intervine— que usted es uno de los individuos que entraron en casa hoy y se tuvieron que ir con las manos vacías.
Eso lo puso nervioso. Sacó otro cigarrillo. El tabaco escasea en la Zona Siete. Es privilegio de muy pocos. A un guerrillero nunca lo verás fumando esos pitillos. Llevan estampado el emblema de la Patria. Aquel hombre tenía que ser tonto del bote para creernos tan zotes.