Todos los días iba al colegio con la ilusión de que al volver a casa Hector ya estaría mejor. Luego la fiebre remitió y la señora Lush dijo que había pasado el bache.
No sabía que en las enfermedades hubiera baches.
También el tiempo cambio. Dejó de llover. Hector tenía permitido salir de la cama, siempre que no hiciera esfuerzos y se lo tomara con tranquilidad. Pero Hector no podía tomarse las cosas con tranquilidad. No era su forma de ser. Para entonces ya teníamos prácticamente terminado nuestro platillo volante. Arramblamos con todos los periódicos que encontramos y cubrimos la nave espacial con una capa protectora de papel maché. Dentro había espacio para los dos y nos sentamos en medio, sobre unos cojines, ante un panel de mandos hecho a base de tapas y latas viejas.
Qué queréis que os diga, yo estaba completamente convencido de que a lo largo de la siguiente semana o así Hector y yo estaríamos ya en el espacio, camino de nuestra misión en el planeta Juniper.