Le conté al pulgón verde que habían dejado al cargo de la clase que me habían expulsado del colegio. No dijo nada. No creo que su manual explique cómo se ha de proceder ante los alumnos díscolos. Mis compañeros de clase estaban todos sentados con la cabeza baja. Servidor era un indeseable en el rebaño. Volví a mi pupitre. Me sentía tonto y no sabía qué hacer, así que levanté la tapa. Dentro me habían pegado una nota con una chincheta. Estaba escrita con letras grandes para que yo, que no sé leer, pudiera leerla.
TÚ Y TU ABUELO
CORRÉIS GRAVE PELIGRO
ESTA NOCHE LOS OBSTRUCTORES
IRÁN A POR EL VISITANTE
Captada la esencia del mensaje, me guardé el papel en el bolsillo de los pantalones. No había nada más en el pupitre. Por la ventana del aula vi una camioneta entrando en el patio. Dos camilleros, vigilados por los pulgones verdes, levantaron cuidadosamente el cadáver del pequeño Eric Owen y luego, no tan cuidadosamente, el del señor Gunnell, y los introdujeron en la camioneta.
Lo que aquella nota venía a decirme era que esa vez no tendría escapatoria.
Estaba en el pasillo cuando vi a la señora Phillips. Llevaba todavía puesta la blusa empapada en sangre. Pasó por mi lado sin decir ni una palabra y un instante después sentí un dedo en el hombro y casi me muero del susto. La señorita Phillips se había dado la vuelta rápidamente aprovechando el giro de la cámara de vigilancia en dirección contraria.
—Dile a Harry que lo saben —me susurró al oído y luego echó a correr por el pasillo hasta el punto donde calculó que debería encontrarla la cámara de no haberse dado la vuelta.
Procuré poner cara de bobo pero, después de lo que acababa de decirme la señorita Phillips no fue cosa fácil.