Aquella noche los Lush se quedaron en nuestra casa. Y yo, por primera vez desde que mis padres se habían marchado, dormí en mi antiguo dormitorio; y Hector a mi lado, sobre un jergón en el suelo.
Cuando empezaba a vencerme el sueño, de pronto me acordé de que no habíamos hablado de la camisa manchada de frambuesa.
Desde la macha de mis padres no había conseguido dormir una sola noche entera. El abuelo estaba agotado. Si empecé a dormir como es debido fue gracias a Hector. La noche siguiente, el señor Lush y el abuelo acordaron abrir una puerta en el muro que separaba nuestros dos dormitorios para que Hector y yo pudiéramos estar juntos. No recuerdo que dijeran nada sobre tirar otras paredes que comunican las dos casas, fue algo que ocurrió sin más. El abuelo, yo, Hector y el señor y la señora Lush de un día para otro empezamos a comer todos juntos, y poco a poco nos fuimos uniendo. Formábamos una buena familia.
El señor Lush nos dijo que era ingeniero. Se había negado a participar en cierto proyecto para la Patria, pero no nos contó de que se trataba. La señor Lush era médica y se había negado a eliminar a los impuros. Cosa que el abuelo, a mí y a los impuros nos vino estupendamente, porque todos terminaron exiliados en la Zona Siete.