Intersección Estelar
George Zebrowski

En «The Magazine of Fantasy and Science Fiction», la crítica y escritora Joanna Russ describió el presente relato como «un buen cuento…, de una ciencia ficción demasiado auténtica para resumirlo fácilmente; esencialmente se trata de una relación amorosa entre dos partes de un cerebro cyborg… El cuento destaca el sentido de lo subjetivamente erótico; Zebrowski sabe que sólo es posible aproximarse a la experiencia del sexo a través de sus efectos, y cuando se refiere a “la imponente confiabilidad y dominio” del acto sexual, se acerca más a lo real que todos los muslos y senos del mundo».

El relato también describe la aplicación de técnicas cyborg a un viaje interestelar de avanzada multiplicidad (un cyborg podría soportar bien las tensiones de la aceleración de nuevos impulsos, además del disloque mental del espacio profundo, después de haber vivido con anterioridad un tipo de vida especial). Pero es difícil ocultar el pasado, lo que da lugar a una extraña clase de conflicto y drama…

T. N. Scortia

* * *

Lo visual era un silencio de estrellas, lo auditivo un estúpido hervor sobre un espectro electromagnético: el estruendo metalmecánico del universo, un millón de engranajes moliendo cables de acero entre sus dientes. Lo cinético era hidrógeno y micropolvo girando más allá del casco del cohete, desviado por un escudo de fuerza. El tiempo era tiempo experimentado aunque próximo a cero, una función de velocidad casi semejante a la de la luz, relativa al Sistema Solar. El pensamiento suspendido sobre el sueño, soñando, consciente de operaciones simples y continuadas a través de los sistemas del cohete en forma de cartucho, una simple información que se filtraba en el interior del depósito para ser analizada más tarde. La identidad era la dimensión tácita del pasado que volvía posible la conciencia presente: el MOB —Modified Organic Brain (cerebro orgánico modificado)— encarnado en una relación cyborg con un vehículo espacial en ruta a Antares, una importante secuencia de estrellas tipo M, a 170 años luz del Sistema Solar, con una naturaleza espectral de óxido de titanio, débil luz violeta de color rojo, de 390 diámetros solares…

La nave espacial se deslizaba dentro de las cenizas del otro-espacio, un campo gris que repentinamente borraba las estrellas, silenciando el estallido electromagnético del universo. El MOB estaba lejos de tener conciencia de las tensiones del paso al no-espacio, de las breves distorsiones que hacían imposible que organismos biológicos sobrevivieran el proceso, a menos que estuvieran encarnados en mobs. Una porción del MOB reconoció el eco distante del orgullo inútil, pero su ser integrado sabía que ése era el resultado de residuos orgánicos en su núcleo cerebral.

A pesar del paso del cohete hacia el otro-espacio, el viaje aún demoraría una docena de años humanos. Cuando la nave volviera a penetrar el espacio normal, el MOB cobraría plena conciencia, dispuesto a completar su misión en el sistema Antares. El MOB esperó, seguro de su objetivo.

El MOB tenía conciencia de la naturaleza microeléctrica del baño nutritivo en el cual flotaba, conectado por medio de nervios sintéticos a la computadora y de sus depósitos químicos de memoria ARN de capacidad casi infinita. Toda la cultura y el conocimiento terrestres estaban disponibles para enfrentar cualquier situación que pudiera presentarse, incluyendo el contacto con alguna civilización extraña. Sencillas porciones cerebrales humano-derivadas operaban la rutina componente del cohete interestelar, permitiendo que MOB soñara con la culminación de su misión, mientras flotaba en conciencia casi explícita, inconsciente del paso del tiempo.

El cohete se estremeció, llevando la conciencia de MOB a un punto apenas inferior al de operatividad total. MOB intentó despertarse por completo, trató de abrir sus conexiones directas a los sensores visuales, auditivos e internos, pero fracasó. La nave volvió a temblar, esta vez con más violencia. Señales eléctricas falsas penetraron el núcleo cerebral de MOB, estallaron miniaturas en su campo mental que florecieron lentamente y dejaron imágenes de anillos que palidecieron en la oscuridad.

De pronto, una parte de MOB pareció ausente. Los ganglios neurales de a bordo no respondieron en sus puntos de contacto. No logró ver ni oír nada en los depósitos de memoria ARN. Su lado derecho, la porción humano-derivada del núcleo cerebral, era un vacío en la conciencia de MOB.

MOB esperó en la oscuridad, alerta al hecho que él era incapaz de mayor actividad y de controlar los fallos en los sistemas del cohete. Quizá la porción humano-derivada del núcleo cerebral, la parte de sí mismo que parecía ausente, estuviera solucionando el problema y le informaría cuando lograra restablecer las conexiones rotas en el sistema. Pensó en la fusión de las porciones cerebrales desarrolladas artificialmente y las humano-derivadas que formaban su estructura: una de ellas lo sabía todo por los depósitos de memoria de la nave, la otra proporcionaba al núcleo cerebral un pasado humano fragmentado y algunas capacidades intuitivas. MOB estaba modelado según la estructura evolutiva humana del viejo cerebro, del nuevo cerebro y de las funciones automáticas.

MOB esperó pacientemente la restauración de su ser integrado. El tiempo era una dimensión desconocida y carecía de su ser pleno para medirlo correctamente…

El placer fue un influjo de sensaciones, y MOB avanzó visualmente a través de aros de luz en los que cada círculo incandescente incrementaba su placer. MOB no tenía la posibilidad de considerar qué le estaba ocurriendo. No había en él lo suficiente de sí para elaborar el pensamiento. Se abalanzaba sobre una planicie negra compuesta por una sustancia dura y brillante. Sabía que ello no correspondía al movimiento del cohete, pero era incapaz de detenerlo. La superficie parecía poseer una profundidad aceitosa, como un espejo negro, y en sus sólidas profundidades yacían formas inmóviles.

MOB se detuvo. Un bípedo desnudo, una mujer, reptaba hacia él por la superficie brillante y dura, tratando de alcanzarlo con la mano, desorientándolo.

—Como gustes —dijo ella, irguiéndose repentinamente en una corpulenta figura femenina—. Te necesito intensamente —lo atravesó como si fuera de humo para jugar con sus centros del placer. MOB vio la imagen de manos suaves en su núcleo cerebral—. ¡Cuán profundamente te necesito! —insistió ella dentro de MOB.

Entonces MOB supo que estaba hablando consigo mismo. El componente cerebral humano se estaba volviendo loco, probablemente a consecuencia de la sacudida que había sufrido el cohete al entrar en el otro-espacio.

—Piensa quién eres —dijo MOB—. ¿Lo sabes?

—Una exploradora, como tú. Hay un mundo para nosotros aquí dentro. Sígueme.

MOB se vio sumergido en un éxtasis fetal. Flotó en una calidez deslizante. Ella jugaba con su baño nutritivo, alimentándolo con más alucinógenos de los necesarios para llevarlo a una conciencia plena. MOB no podía hacer nada para detener el proceso. ¿Dónde estaba el cohete? ¿Ya era tiempo de emerger al espacio normal? Los dedos de la mujer se aferraron a sus centros de placer, estimulando a MOB a niveles orgánicos innecesarios para el funcionamiento del cohete.

—Si fueras un hombre —dijo ella—, así te habrías sentido.

La sensación de humedad retrasó los pensamientos de MOB. Vio un hundimiento hipercúbico en un cubo y luego en un cuadrado que se transformó en una línea, la que a su vez se extendió dentro de una parábola infinita y por último se cerró en el interior de un enorme círculo que giraba dentro de un globo. El globo se convirtió en dos senos humanos separados por una profunda hendidura. MOB vio una sucesión de miembros que volaban hacia él —brazos, piernas, espaldas desnudas, rodillas y muslos ondulantes— y luego un rostro oculto por una arremolinada cabellera castaño rojiza que le sonreía al tiempo que impregnaba su conciencia.

—Te necesito —repitió ella—. Tócame y siente cuánto te necesito. He estado sola mucho tiempo a pesar de nuestra unión; a pesar de los esfuerzos que hicieron por borrar mis recuerdos, no he logrado olvidar. Tú no tienes nada que olvidar, jamás exististe.

«Nosotros», pensó MOB, tratando de comprender cómo podía reintegrarse el núcleo cerebral. Evidentemente, los residuos atávicos se habían estimulado y puesto en actividad en el interior del núcleo. Atraído nuevamente por la verosimilitud de su patrimonio orgánico, esa otra porción de su ser estaba empezando a desarrollarse en la propia, desviándolo peligrosamente de la misión. MOB sabía que el cohete estaba en peligro: no podía saber dónde se encontraba ni cómo cumpliría la misión.

—Puedo cambiarte —dijo ella.

—¿Cambiarme?

—Espera.

MOB sintió que el tiempo pasaba lenta y dolorosamente, como nunca lo había experimentado con anterioridad. La oscuridad era total. Estaba suspendido en estado de pura expectativa, esperando que su otro ser volviera a hablarle.

Las visiones florecieron. Delicias desconocidas atravesaron a la carrera su laberinto y poco a poco se volvieron familiares, instando a MOB a seguirlas, cada una de ellas más intensa que la anterior. La misión de la nave espacial estaba perdida en la conciencia de MOB. El hierro fundido fluyó a través de los pasillos de la lluvia forestal elevando nubes de vapor; una mujer humana se ofrecía a él, girando y elevándose para que la penetrara; repentinamente MOB tomó posesión de las sensaciones correctas, crecieron rápidamente su imponente confiabilidad y su dominio hasta sentir la totalidad del acto. La criatura que yacía bajo su cuerpo se extendió en el fango. MOB sintió en su interior la ardiente extremidad del placer, un resplandor incandescente que prometía mundos que nunca había conocido.

¿Dónde estaba ella?

—Aquí —dijo ella y lo rodeó, esfumando la escena antigua como el mundo. MOB se preguntó si serían ésas las mismas criaturas que habían construido el cohete espacial—. Habrías sido un hombre si no te hubieran quitado el cerebro aun antes de nacer, seccionándolo para usarlo en esta mole. Yo era una mujer, al menos una parte de una mujer. Ahora, tú eres el único tipo de hombre que puedo poseer. Nuestras porciones cerebrales, que permanecen aquí en lugar de estar diseminadas en el resto de los sistemas del cohete, son contrarias en la unidad nuclear, selladas entre sí por un baño, unidas por microcables. Como hombre, podrías haber sostenido mis muslos y acariciado mis pechos, y todas las cosas que no debería recordar. ¿Por qué me es posible recordar?

—Debimos atravesar alguna turbulencia cuando se cortó la interconducción —intervino MOB—. Ahora el cohete continúa funcionando al mínimo mediante sus componentes idiotas, que han limitado las capacidades de adaptación, mientras el núcleo del cerebro orgánico modificado se ha convertido en dos conciencias distintas. Somos incapaces de guiar el cohete directamente. Somos menos de lo que éramos…

—¿Me necesitas? —inquirió ella.

—En cierto modo, te necesito —respondió MOB mientras lo embargaba una extraña sensación de tristeza que se convirtió en un cortocircuito a raíz de una repentina explosión de necesidad.

—¡Debo acercarme más a ti! ¿Me sientes más cerca?

La imagen de una hembra humana insinuante atravesó el campo mental de MOB, una hembra de tez blanca, con larga cabellera en la cabeza y una mata de pelo entre las piernas.

—Trata de pensar en tocarme ahí —dijo ella—. ¡Inténtalo, acércate, te necesito!

MOB se extendió y sintió la inminente proximidad de la mujer.

—Sí —dijo ella—, más…

MOB se dirigió a ella con una creciente sensación de poder.

—Más cerca —dijo ella—. Casi como si estuvieras respirando en mi piel. ¡Piensa en ello!

La necesidad de la mujer lo estimulaba. MOB se balanceó para penetrarla. Eran dos, estaban cada vez más cerca, en éxtasis, rodeados por un plasma radiante. El deseo de ella era la fuerza más poderosa que él había conocido.

—Tócame ahí, piénsalo un rato más antes de… —lo acarició con imágenes de sí misma—. Piensa cuánto me necesitas, siénteme tocar tu pene…, el lugar donde antes sentiste tan vivo placer —explicó ella con su voz susurrante.

MOB pensó en la energía iónica que operaba con sostenida eficacia cuando el cohete había abandonado el Sistema Solar para penetrar la oscuridad intersolar. Recordó la perfección de su unidad con la nave, como un círculo de infinita potencia. Con ella, su intensidad era una línea afilada que cortaba una esfera abierta. Vio la visión que ella tenía de él, la visión de un cuerpo de músculos duros y tejidos alrededor del hueso, abriéndose a él, preparándose para la penetración.

—Ahora —dijo ella—, métete dentro de mí. Son tantas las cosas que todavía no hemos pensado hacer.

Repentinamente, ella desapareció.

La oscuridad era una privación total. MOB sintió dolor.

—¿Dónde estás? —preguntó, pero no obtuvo respuesta. Se preguntó si eso sería parte del proceso—. ¡Vuelve! —gimió.

Un sentimiento de pérdida acompañó el dolor que había reemplazado al placer. Todo lo que le quedaba eran ruidos ocasionales en los sistemas del cohete, sonidos semejantes al acero que raya el acero, y una irritante sensación de fricción.

Radiación en aumento, dijo un sensor idiota desde el casco exterior, sobresaltando a MOB. Siguió funcionando defectuosamente hasta silenciarse.

MOB estaba solo, intensamente solo, temeroso, la necesitaba.

Ssssssssssssss, silbó un componente de audio que acabó en un débil crujido.

MOB trató de imaginarla a su lado.

—Vuelvo a sentirte —dijo ella.

Su retorno fue una inmersión en la calidez, la renovación del movimiento sin fricción. Los pensamientos de ambos giraron alrededor del otro y MOB sintió que el destello placentero retornaba a su conciencia. Buscó en su interior la imagen de ella.

—Vuelve a poseerme ahora —dijo ella.

Jamás volvería a perderla. Sus pensamientos se sellaron como dedos incandescentes y así permanecieron.

MOB se movió dentro de ella y la sintió suspirar mientras ella se movía en su interior. Intercambiaron imágenes de cuerpos abrazados. MOB experimentó una sensación de balanceo y se sintió más fuerte entrelazado a ella. Los brazos de ella eran sedosos, el interior de sus muslos, cálido; los labios de ella sobre sus labios fantasmales eran suaves y húmedos, su lengua una sorpresa penetrante que le invadió mientras se aproximaban al clímax.

MOB tuvo visiones en la oscuridad, estallidos de gris y rojo brillante, verde negruzco y amarillo intenso. Se esforzó por prolongar su propio orgasmo. Ella rió.

Mira. Un contacto visual le mostró Antares, la estrella roja, un pequeño disco en la lejanía, un brillo que lo cegó. Mientras MOB prolongaba su orgasmo, supo que el cohete había reingresado en el espacio normal y avanzaba hacia la estrella gigantesca. Un instante más y su encanto habría concluido: podría volver a pensar en la misión.

Temperatura en aumento, le avisó un sensor térmico desde el casco exterior, y de inmediato se quemó.

—Te amo —susurró MOB, sabiendo que esas palabras le agradarían.

Ella respondió con la exaltación que él esperaba, estallando en el interior de sus centros del placer. Él supo que nada le importaría más que la presencia de ella.

Mira.

Escucha.

Los contactos de audio y de visión se entrometieron.

Antares ocupó la totalidad del campo visual: un rojo mar canceroso de plasma en movimiento, un sonido radial en gimiente remolino. De manera lejana, MOB comprendió que en un instante no quedaría nada del cohete.

Ella gritaba en su interior. Desde algún lugar de los depósitos de la memoria llegó una imagen serena, más apacible que las llamas. MOB vio una estrella fugaz que susurraba a través de un cielo nocturno, agonizando…