12

Blake irradiaba confianza mientras se acercaba a nuestra mesa, aunque no podía compararse con la altanería de Daemon ni con la sonrisa fría y arrogante que mostraba en ese momento. Parecía un depredador a punto de saltar sobre su presa.

De pronto, no estuve segura de que fuera buena idea vernos en un sitio público.

—Bart —dijo Daemon mientras tamborileaba con los dedos sobre el respaldo detrás de mí—. Ha pasado mucho tiempo.

—Veo que todavía no te has aprendido mi nombre. —Blake se sentó frente a nosotros. Posó la mirada en el montoncito de servilletas rotas y luego en mí—. Hola, Katy.

Daemon se inclinó hacia delante. Seguía sonriendo, pero sus palabras sonaron gélidas como los vientos árticos.

—No hables con ella. Jamás.

No había manera de detenerlo cuando se ponía en plan He-Man. Lo pellizqué por debajo de la mesa, pero me ignoró.

—Bueno, si solo puedo hablar contigo, esta conversación va a ser muy dura.

—Qué pena —repuso Daemon colocando la otra mano sobre la mesa.

Exhalé despacio.

—Vale. Vayamos al grano. ¿Dónde están Beth y Chris, Blake?

Blake volvió a mirarme.

—Me…

Una descarga de electricidad salió de la mano de Daemon y saltó hasta el otro extremo de la mesa, sobresaltando a Blake, que se apartó con un siseo. Miró a Daemon con los ojos entrecerrados y este sonrió.

—Mira, idiota, ya no puedes intimidarme. —La voz de Blake rezumaba desdén—. Así que pierdes el tiempo y empiezas a cabrearme.

—Eso ya lo veremos.

Jocelyn regresó con el enorme plato de Daemon y le tomó nota a Blake, que, como yo, solo pidió un refresco. Cuando nos quedamos solos de nuevo, me centré en Blake.

—¿Dónde están?

—Si os lo dijera, tendría que confiar en que ni vosotros ni nadie más me manda a dormir con los peces.

Aquella referencia a la mafia me hizo poner los ojos en blanco.

—La confianza debe ser recíproca.

—Y nosotros no confiamos en ti —soltó Daemon.

Blake respiró hondo.

—No os culpo. No os he dado ningún motivo para confiar en mí aparte del hecho de que no le conté a Dédalo lo bien que salió la mutación.

—Y yo estoy segura de que o bien tu tío Vaughn te impidió delatarme o pensabas que estaba cumpliendo con su trabajo —repliqué intentando no recordar la expresión de horror que apareció en la cara de Blake cuando su tío lo traicionó. No se merecía mi compasión—. Pero te la jugó por dinero.

Blake apretó la mandíbula.

—En efecto. Y puso a Chris en peligro. Pero, aun así, después tuve que convencerlos de que yo no había tenido nada que ver. Creen que me gusta estar infiltrado. Que me he tragado sus cuentos chinos sin rechistar.

Daemon se rió por lo bajo.

—Para salvar tu propio culo, sin duda.

Blake hizo caso omiso de aquel comentario.

—La cuestión es que Dédalo no cree que seas un sujeto viable.

—¿Y tú cómo lo sabes? —Los dedos de Daemon se apretaron alrededor del tenedor.

Blake lo miró como si fuera tonto.

—Aquí el único cabo suelto es Will. Está claro que sabía la verdad y utilizó esa información.

—Ahora mismo, Will no es nuestro mayor problema, ni el más molesto. —Daemon tomó un bocado y masticó despacio—. O eres muy valiente o increíblemente estúpido. Yo apuesto por la segunda opción.

Blake soltó un resoplido.

—Ya, lo que tú digas.

Una expresión peligrosa ensombreció el rostro de Daemon y, durante un momento, nadie se movió mientras Jocelyn regresaba con la bebida de Blake. En cuanto la camarera se marchó, Daemon se inclinó hacia delante y los ojos empezaron a brillarle detrás de las pestañas.

—Te dimos una oportunidad y regresaste después de haber matado a uno de los nuestros. ¿Crees que yo soy la única persona de la que deberías preocuparte, a la que deberías temer? Pues estás muy equivocado.

Un atisbo de miedo apareció por fin en los ojos veteados de Blake, pero no se le alteró la voz.

—Lo mismo digo, colega.

Daemon se recostó en el asiento con los ojos entrecerrados.

—Mientras estemos en la misma onda…

—Volviendo a Dédalo —intervine—. ¿Cómo sabes que están vigilando a Dawson?

—Os he estado observando y los he visto merodeando. —Se apoyó contra el asiento y cruzó los brazos—. No sé si a Will le costó mucho trabajo liberarlo, pero dudo que engañara a nadie. Dawson está libre porque ellos querían que lo estuviera.

Le eché un vistazo a Daemon. Las sospechas de Blake coincidían con las nuestras; pero, al parecer, ya nos encargaríamos de ese problema otro día.

Blake clavó la mirada en su vaso.

—Este es el trato. Sé dónde retienen a Beth y a Chris. Nunca he estado allí, pero conozco a alguien que sí y que puede proporcionarnos los códigos de seguridad para entrar en el complejo.

—Un momento —dije negando con la cabeza—. ¿Así que no puedes hacernos entrar, sino que lo hará otra persona?

—Ver para creer. —Daemon se rió entre dientes—. Biff es prácticamente inútil.

Blake apretó los labios.

—Yo sé en qué nivel y en qué celda los tienen; así que, sin mí, no haríais más que dar vueltas por el recinto suplicando que os capturen.

—Y mi puño está suplicando encontrarse con tu cara —le espetó Daemon.

Puse los ojos en blanco.

—¿Nos pides que confiemos no solo en ti, sino también en otra persona?

—Esa otra persona es como nosotros, Katy. —Blake dejó caer los codos sobre la mesa haciendo que su vaso se sacudiera—. Es un híbrido, pero ha escapado de las garras de Dédalo. Y, como era de esperar, los odia y nada le gustaría más que joderlos. No va a engañarnos.

Eso no me gustaba ni pizca.

—¿Y cómo consigue uno escapar de las garras de Dédalo?

La sonrisa de Blake carecía de calidez.

—Pues… desapareciendo.

Ah, bueno, qué tranquilizador. Me coloqué el pelo detrás las orejas, llena de cautela.

—Vale, digamos que lo hacemos. ¿Cómo te pones en contacto con él?

—No os lo creeréis hasta que lo veáis con vuestros propios ojos. —En eso tenía razón—. Sé dónde encontrar a Luc.

Daemon hizo una mueca.

—¿Se llama Luc?

Blake asintió con la cabeza.

—No puedes ponerte en contacto con él por teléfono ni por correo electrónico. Está obsesionado con que el Gobierno tiene pinchados los teléfonos y controla los ordenadores. Tendremos que ir a verlo.

—¿Y adónde exactamente? —preguntó Daemon.

—Los miércoles por la noche va a un club a unos kilómetros a las afueras de Martinsburgo —explicó Blake—. Estará allí este miércoles.

Daemon se echó a reír y me pregunté qué narices le parecía tan gracioso.

—Los únicos clubes en esa parte de Virginia Occidental son de striptease.

—Tú sabrás. —Blake adoptó una expresión petulante—. Pero este es un tipo de club diferente. Las mujeres no llevan vaqueros y jersey —añadió en mi dirección.

Lo miré con cara de póquer mientras cogía una patata frita del plato de Daemon.

—¿Y qué llevan? ¿Nada?

—Más o menos. —Ahora su sonrisa era auténtica, lo que hizo brillar las motas verdes de sus ojos, recordándome al Blake que conocí—. Mal por ti. Bien por mí.

—Tú quieres morir, ¿no? —soltó Daemon.

—A veces me parece que sí. —Se quedó callado un momento y movió los hombros—. En fin, vamos a verlo, nos entrega los códigos y listo. Entramos, vosotros conseguís lo que queréis y yo también. Y no volvéis a verme.

—Eso es lo único que me gusta de lo que has dicho hasta el momento. —La intensa mirada de Daemon se posó en Blake—. La cuestión es que me cuesta mucho creerte. Dices que ese híbrido está en Martinsburgo, ¿no? No hay cuarzo beta cerca de allí. ¿Cómo es que todavía no se lo ha merendado ningún Arum?

Un misterioso brillo apareció en los ojos de Blake.

—Luc sabe cuidarse.

Allí había algo que no cuadraba.

—¿Y dónde está el Luxen al que está ligado?

—Con él —contestó Blake.

Bueno, eso respondía a la pregunta; pero, aun así, todo aquello tenía mala pinta. Mierda, toda esa situación parecía bastante arriesgada, pero ¿acaso teníamos otra alternativa? Ya estábamos demasiado involucrados. Así que de perdidos al río: o salíamos a flote o nos hundíamos, como decía mi padre.

—Oye —dijo Blake, mirando fijamente a Daemon—. Lo que pasó con Adam… Nunca quise llegar a eso. Y lo siento, pero tú precisamente tendrías que entenderlo. Tú harías cualquier cosa por Katy.

—Así es. —Un leve estremecimiento recorrió a Daemon. La electricidad estática se acumuló erizándome el vello del cuerpo—. Así que, si en algún momento creo que nos la vas a jugar, no dudaré. No tendrás una tercera oportunidad. Y todavía no has visto de lo que soy capaz, chico.

—Entendido —murmuró Blake, con la mirada baja—. ¿Trato hecho?

Esa era la pregunta del millón de dólares: ¿de verdad íbamos a hacer eso? El latido del corazón de Daemon se calmó y yo pude sentirlo en mi propio pecho. Había tomado una decisión. No solo haría cualquier cosa para mantenerme a salvo, también haría cualquier cosa por su hermano.

Salir a flote o hundirse.

Levanté las pestañas y miré a Blake a los ojos.

—Trato hecho.

Pasé la mayor parte del domingo en casa de Daemon viendo un maratón de Ghost Investigators con los hermanos mientras esperaba (o más bien acechaba) a Dee. Como había dicho Daemon, tarde o temprano tendría que volver a casa.

Casi había anochecido cuando regresó. Me levanté del sofá de un salto sobresaltando a Dawson, que se había quedado dormido como a las cuatro horas de estar viendo fenómenos misteriosos.

—¿Pasa algo? —Ahora estaba completamente despierto.

Daemon se movió a un lado y ocupó mi sitio.

—Todo va bien.

Su hermano se quedó mirándolo un momento y luego volvió a concentrarse en la televisión. Daemon, que sabía lo que yo quería hacer sin necesidad de decírselo, asintió con la cabeza.

Dee se dirigió a la escalera sin decir una palabra.

—¿Tienes un par de minutos? —le pregunté.

—Pues la verdad es que no —respondió por encima del hombro mientras continuaba subiendo por la escalera.

Respiré hondo y la seguí.

—Bueno, pues si solo tienes un minuto, me conformaré con eso.

Dee se detuvo en el último escalón y se dio la vuelta. Por un instante, pensé que iba a empujarme escaleras abajo, lo que desbarataría por completo mis planes de reconciliación.

—De acuerdo —dijo, y, acto seguido, suspiró como si le hubieran pedido que recitara fórmulas de trigonometría—. Más vale que acabemos con esto de una vez.

No era así como quería empezar esa conversación, pero por lo menos estaba hablándome. La seguí hasta su cuarto. Como siempre, me sentí abrumada por la cantidad de color rosado: paredes rosadas, edredón rosado, portátil rosado, alfombra rosada, pantallas de lámparas rosadas…

Dee fue hasta el asiento de la ventana y se sentó cruzando los tobillos.

—¿Qué quieres, Katy?

Me armé de valor y me senté en el borde de la cama. Llevaba todo el día planeando un largo discurso, pero de pronto solo quise postrarme a sus pies. Quería recuperar a mi mejor amiga. Una expresión de impaciencia contrajo sus delicados rasgos y se me hizo un nudo en el estómago.

—No sé por dónde empezar —admití en voz baja.

Dee inhaló hondo.

—Podrías empezar explicándome por qué me mentiste durante meses.

Me estremecí, pero me lo merecía.

—Aquella noche en el claro, cuando nos enfrentamos a Baruck, no sé qué pasó, pero Daemon no lo mató.

—¿Fuiste tú? —Miró por la ventana y se puso a jugar distraídamente con un mechón de pelo oscuro.

—Sí… Conecté con él… y contigo. Creemos… creemos que fue porque Daemon me había curado antes. De alguna forma, esas curaciones ya nos habían unido. —Restos del miedo de esa noche emergieron, agarrotándome las entrañas—. Pero acabé herida, supongo que de bastante gravedad, y Daemon me curó después de que te marcharas.

Se le tensaron los hombros.

—La primera mentira, ¿no? Me dijo que estabas bien, y yo fui una idiota por creerlo. Parecías estar… muy mal. Y después, cuando Daemon se fue, te comportaste de forma rara. Debería haber sabido que estaba pasando algo. —Hizo un pequeño gesto de negación con la cabeza—. De todos modos, podrías haberme contado la verdad. No habría flipado ni nada por el estilo.

—Ya lo sé —me apresuré a coincidir—. Pero no estábamos seguros de qué había pasado en realidad. Pensamos que sería mejor no decir nada hasta averiguarlo. Y para cuando nos dimos cuenta de que estábamos conectados de alguna manera, ya… ya estaba pasando todo lo demás.

—¿Blake? —Escupió el nombre dejando caer el mechón de pelo.

—Eso… y otras cosas. —Quise sentarme a su lado, pero sabía que no debía presionarla—. Empezaron a ocurrirme cosas. Si me apetecía un vaso de té, el vaso salía volando del armario. No podía controlarlo y me daba pánico revelar vuestro secreto.

Entonces me miró, con las pestañas bajas.

—Pero se lo contaste a Daemon.

Asentí con la cabeza.

—Solo porque pensé que tal vez sabría qué estaba pasando, ya que fue él quien me curó. No fue porque confiara más en él que en ti.

Dee levantó las pestañas.

—Pero dejaste de quedar conmigo.

Me puse roja de vergüenza. Había tomado tantísimas malas decisiones…

—Pensé que era lo correcto. Si acababa moviendo algo sin querer estando contigo, no quería que te vieras involucrada.

Dee soltó una breve carcajada.

—Eres igualita que Daemon. Siempre os creéis que sabéis más que los demás. —Fui a responder, pero ella prosiguió—. Lo gracioso es que yo podría haberte ayudado, pero ahora eso es agua pasada.

—Lo siento. —Ojalá aquellas dos palabras pudieran borrar todo lo que había hecho mal—. De verdad que…

—¿Y qué hay de Blake? —preguntó mirándome fijamente a los ojos.

Me miré las manos.

—Al principio, no sabía qué era. Para serte sincera, me gustaba porque era normal. No era como Daemon y pensé… pensé que no tenía que preguntarme por qué parecía interesarse por mí. —Me reí y mi risa sonó igual de seca que la de ella—. Fui una idiota. Daemon no se fió de Blake desde el principio. Pensé que estaba celoso o que simplemente estaba siendo él mismo. Pero entonces entró un Arum en el restaurante cuando estaba con Blake y me enteré de lo que era.

Dee se desvaneció y reapareció junto a la cómoda con las manos en las caderas.

—Vamos a ver si lo he entendido bien. Había un Arum, ¿y nunca se te ocurrió contárnoslo a mí o a alguno de los otros?

Me volví hacia ella.

—Claro que sí, pero Blake lo mató, y Daemon lo sabía. Y estábamos atentos por si…

—Esa excusa es patética.

¿Era una excusa? Sí, porque debería habérselo contado. Tragué saliva para aliviar el nudo que se me había formado de pronto en la garganta. Los ojos de Dee se volvieron brillantes.

—¡No tienes ni idea de lo mucho que me costó ocultártelo todo al principio! Cuánto me preocupaba que acabaras herida solo por estar cerca de nosotros y… —Se detuvo y cerró los ojos—. No puedo creer que Daemon me lo ocultara.

—No deberías enfadarte con Daemon. Hizo todo lo que pudo para impedirlo. No confiaba en que Blake solo quisiera ayudarme a controlar mis habilidades. Fue culpa mía. —Y el remordimiento iba carcomiéndome poco a poco—. Pensé que Blake podría ayudarme. Que si aprendía a controlar mis habilidades, podría luchar… podría ayudaros. Ya no tendríais que protegerme ni preocuparos por mí. Ya no sería un problema para vosotros.

Dee abrió los ojos de golpe.

—¡Nunca fuiste un problema para mí, Katy! Eras mi mejor amiga… mi primera y única amiga de verdad. Y, sí, puede que no tenga mucha experiencia en cómo funciona esto de la amistad, pero sí sé que se supone que los amigos deben confiar los unos en los otros. Y deberías haber sabido que yo nunca te consideré débil ni un problema.

—Yo… —balbuceé sin saber qué decir.

—Nunca creíste en nuestra amistad. —Se le humedecieron los ojos y me sentí la mayor idiota del mundo—. Eso es lo que más me duele. Desde el principio, no creíste en mí.

—¡Claro que sí! —Empecé a ponerme de pie, pero me quedé inmóvil—. Tomé decisiones estúpidas, Dee. Cometí errores. Y, cuando me di cuenta de lo graves que eran esos errores, ya era…

—Demasiado tarde —susurró—. Era demasiado tarde, ¿verdad?

—Sí. —Tomé aire, pero se me quedó atascado en la garganta—. Blake era quien era y todo lo que pasó fue por mi culpa. Ya lo sé.

Dee se acercó con pasos acompasados y lentos.

—¿Cuándo te enteraste de lo de Beth y Dawson?

Levanté la cabeza y la miré a los ojos. Una parte enorme de mí quiso mentir, quiso responder que no fue hasta que Will lo confirmó, pero no pude.

—Vi a Beth antes de las vacaciones de Navidad. Y luego Matthew nos confirmó que, si Beth estaba viva, Dawson también tenía que estarlo.

Ahogó un grito y apretó los puños.

—¿Cómo… cómo fuiste capaz?

Me di cuenta de que quería darme una bofetada y la mejilla me escoció aunque no llegó a hacerlo. La verdad era que habría preferido que lo hubiera hecho.

—No sabíamos si podríamos encontrarlo o liberarlo. No queríamos que te hicieras ilusiones y luego volvieras a perderlo.

Dee se quedó mirándome como si no me conociera.

—Esa es la mayor estupidez que he oído nunca. Déjame adivinar: fue idea de Daemon, ¿no? Porque ese parece su estilo. Quería protegerme al mismo tiempo que me engañaba… que me hacía daño.

—Daemon…

—No —repuso, dándose la vuelta. Le tembló la voz—. No lo defiendas. Conozco a mi hermano. Sé que tiene buenas intenciones, pero, por lo general, sus métodos son una mierda. Pero tú… tú sabías cuánto me dolió perder a Dawson. Daemon no fue el único al que se le vino el mundo encima. Puede que yo no moviera la casa de sus cimientos, pero una parte de mí murió el día que me dijeron que lo habían matado. Me merecía saberlo en cuanto creísteis que podría estar vivo.

—Tienes razón.

Una luz trémula le envolvió el cuerpo un segundo.

—Vale. Dejemos eso de lado. Si me hubieras contado lo que estaba pasando con Blake, Adam y yo habríamos sabido dónde nos estábamos metiendo. Aun así lo habríamos hecho (créeme, de todas formas habríamos entrado en esa casa para ayudarte), pero no nos habría pillado por sorpresa.

Se me cerró la garganta. Había una mancha oscura y fría en mi alma. No había matado a Adam con mis propias manos, pero había contribuido a su muerte, como si fuera una especie de encubridora. La gente comete errores continuamente, pero la mayoría no provocan la muerte de nadie.

Los míos sí.

Los hombros se me encorvaron bajo el peso de la culpa. Decir que lo sentía no iba a suavizar las cosas, ni para ella ni para mí. No podía hacer retroceder el tiempo. Lo único que podía hacer era seguir adelante y tratar de compensarlo.

La ira fue abandonando a Dee mientras me observaba. Regresó a la ventana y se sentó colocando las piernas contra el pecho. Apoyó la mejilla en las rodillas.

—Y ahora estáis cometiendo otro error.

—No tenemos elección —contesté—. En serio.

—Sí, sí que la tenéis. Podríamos encargarnos de Blake y de quienquiera a quien se lo haya contado.

—¿Y qué pasa con Dawson? —pregunté en voz baja.

No respondió durante un buen rato.

—Sé que debería ser capaz de dejar a un lado lo que siento por Blake por el bien de Dawson, pero no puedo. Ya sé que está mal, pero no puedo.

Asentí.

—No espero que lo hagas, pero no quiero que las cosas sigan así entre nosotras. Tiene que haber alguna manera… —Arrojé el orgullo por la ventana—. Te echo de menos, Dee, y odio que no nos hablemos y que estés enfadada conmigo. Quiero superar esto.

—Lo siento —susurró.

Las lágrimas me ardían en el fondo de la garganta.

—¿Qué puedo hacer para arreglar esto?

—No puedes hacer nada. Y yo tampoco. —Negó con la cabeza con tristeza—. No puedo arreglar la muerte de Adam. No puedo arreglar que tú y Daemon penséis que colaborar con Blake es buena idea. Y no puedo arreglar nuestra amistad. Algunas cosas no tienen arreglo.