10

Salí de la clase destrozada, completamente aturdida, y llegué a medio pasillo antes de que la puerta de la escalera se abriera y Daemon entrara de repente.

Tenía los ojos de un tono verde increíblemente brillante cuando me miró y solo le hicieron falta unas cuatro zancadas para situarse delante de mí y agarrarme por los hombros. Detrás de él iban Matthew y Dawson, que parecía algo confundido. En cuanto a Daemon… nunca lo había visto tan furioso, que ya es decir.

—Hemos estado buscándote por todas partes —dijo con la mandíbula apretada.

Matthew apareció a nuestro lado.

—¿Viste adónde fue Blake?

Como si hiciera falta que me aclarara a quién se refería. Entonces caí en la cuenta de que no sabían que había estado con él. ¿Cuánto tiempo habíamos estado en aquella sala? A mí me habían parecido horas, pero podían haber sido solo unos minutos. Y, si Blake hubiera congelado a todo el mundo fuera del aula, los otros Luxen se habrían enterado porque a ellos no les habría afectado. Así que Blake no debía de haber afectado a nada fuera de la clase.

Tragué saliva, pues sabía que la reacción de Daemon iba a ser de órdago.

—Sí, él… quería hablar.

Daemon se quedó rígido.

—¿Qué?

Miré a Matthew con nerviosismo. Su expresión era serena comparada con la rabia que bullía en la mirada de Daemon.

—Ha estado vigilándonos. No creo que llegara a marcharse.

Daemon dejó caer las manos y retrocedió mientras se pasaba los dedos por el pelo.

—No puedo creerme que esté aquí. Debe de tener instintos suicidas.

La curiosidad reemplazó a la confusión en el rostro de Dawson mientras se situaba despacio al lado de su gemelo.

—¿Por qué nos vigilaba?

«Y aquí viene lo mejor», pensé.

—Quiere que lo ayudemos a rescatar a Chris.

Daemon se volvió tan rápido que le habría dado un tirón si hubiera sido humano.

—¿Qué?

Les conté lo que me había dicho Blake lo más rápido que pude, obviando la parte de entregarnos a Daemon y a mí a Nancy. Supuse que sería mejor contarle eso en privado. Y menos mal, porque Daemon por poco entra en pleno modo Luxen allí mismo.

Matthew negó con la cabeza.

—No… no pensará que vamos a confiar en él, ¿verdad?

—No creo que eso le importe —contesté mientras me apartaba el pelo de la cara.

Las manos empezaron a temblarme por el agotamiento y lo único que me apetecía era sentarme y comerme un paquete entero de galletas de azúcar.

—Pero ¿de verdad sabe dónde tienen a Beth? —me preguntó Dawson con mirada febril.

—Ni idea. —Me apoyé contra una taquilla—. Con él, cualquiera sabe.

Dawson se movió a toda velocidad y, de pronto, lo tuve delante de la cara.

—¿Dijo algo… cualquier cosa que nos sirva para encontrarla?

Me quedé mirándolo, sorprendida por aquel repentino derroche de energía.

—Pues no. La verdad es que no. Me…

—Piensa —me ordenó agachando la cabeza—. Tiene que haber dicho algo, Katy.

Daemon lo agarró por el hombro y lo hizo retroceder.

—Aparta, Dawson. Lo digo en serio.

Dawson se sacudió de encima la mano de su hermano con el cuerpo tenso.

—Si Blake sabe…

—Ni se te ocurra —lo interrumpió Daemon—. El Departamento de Defensa lo envió aquí para decidir si Kat era un sujeto viable. Para hacerle lo mismo que están haciéndole a Beth. Mató a Adam. No vamos a colaborar con…

Se me estaban doblando las piernas y me incliné un poco hacia la izquierda. No tenía ni idea de cómo lo supo Daemon, pero se volvió rápidamente hacia mí antes de que pudiera recuperar la verticalidad, me rodeó la cintura con sus fuertes brazos y me apretó contra su costado.

Me miró con el ceño fruncido.

—¿Qué te pasa?

Me puse colorada.

—Nada. Estoy bien.

—Mentirosa. —Su voz adquirió un tono más bajo, más peligroso—. ¿Te enfrentaste a él? —Y, entonces, bajó aún más la voz y un escalofrío me recorrió la espalda—. ¿Intentó hacerte daño? Porque te juro que pondré patas arriba este estado…

—Estoy bien. —Traté de soltarme, pero su brazo parecía de acero—. Fui yo la que atacó primero y preguntó después. Me quedé sin energías, pero él no me hizo nada.

Daemon no parecía convencido, pero volvió a concentrarse en su hermano.

—Ya sé que quieres creer que Blake puede ayudarnos de alguna forma, pero no se puede confiar en él.

Dawson apartó la mirada, apretando los dientes. Todo él irradiaba frustración.

—Daemon tiene razón. —Matthew se colocó las manos en las caderas. La puerta situada al otro extremo del pasillo se abrió y entraron dos profesores sosteniendo vasos humeantes y papeles en las manos—. Pero este no es el lugar adecuado para hablar del tema. Después de clase, en vuestra casa.

Y, sin más, dio media vuelta y se alejó con paso decidido.

—Ya sé lo que vas a decir —soltó Dawson—. No pienso hacer nada imprudente. Os lo prometí y voy a cumplir mi parte del trato. Será mejor que vosotros hagáis lo mismo.

Daemon no parecía aliviado mientras veía alejarse a Dawson en la dirección opuesta.

—Esto no pinta bien —dijo.

—No tienes ni idea. —Levanté la mirada hacia él y esperé a que los profesores desaparecieran dentro de sus clases—. Puede que lo de confiar o no en Blake sea irrelevante.

Daemon entrecerró los ojos mientras se daba la vuelta, orientando el cuerpo como si me protegiera.

—¿A qué te refieres?

Rogué que no perdiera los nervios.

—Blake me confirmó lo que dijo Will: que Defensa y Dédalo piensan que mi mutación desapareció. Buenas noticias, ¿no? Pero está desesperado… aún más de lo que creíamos. Si no lo ayudamos, planea delatarnos.

La reacción de Daemon fue la esperada. En la taquilla que había a nuestro lado apareció una abolladura del tamaño de un puño y tuve que agarrarlo por el brazo y llevármelo a rastras hasta la escalera antes de que los profesores empezaran a buscar el origen del ruido.

Un manto de ira e impotencia envolvió a Daemon. Él sabía lo que yo no me atrevía a decir todavía: que, al igual que había pasado con Will, estaban chantajeándonos. Estábamos atrapados de nuevo, pero ¿qué podíamos hacer? ¿Negarnos a hacer lo que quería Blake y que nos entregase? ¿O confiar en alguien que ya había demostrado que no era digno de tal cosa?

Dios, estábamos bien jodidos.

Me di cuenta de que Daemon tenía ganas de saltarse las clases y registrar todo el condado, pero no quería dejarme sola… por mucho que intenté convencerlo de que precisamente el instituto era el lugar más seguro para mí. Porque al parecer no lo era; no cuando Blake estaba aquí y se comportaba como un alumno normal. Además, Blake sabía que mientras estuviera rodeado de gente no podríamos hacer nada.

Me pasé el resto del día esperando ver de nuevo a Blake, pero no fue así. Cuando sonó el timbre que marcaba el final de las clases, no me sorprendió encontrarme con Daemon ante mi taquilla.

—Vuelvo a casa contigo —me dijo.

—Vale. —No tenía sentido discutir por eso—. Pero ¿cómo volverá Dolly?

Daemon esbozó una sonrisa. Le encantaba que llamara a su todoterreno por su estúpido nombre.

—Esta mañana viene con Dee. Andrew y Ash la acompañarán.

Dejé que mi cerebro asimilara aquella información mientras me preguntaba desde cuándo Dee estaba tan unida a aquellos dos. Nunca le habían gustado demasiado ellos ni sus tendencias antihumanas. Últimamente habían cambiado muchas cosas, y yo sabía que eso no era más que la punta del iceberg.

—¿Crees que nos delataría de verdad? —le pregunté una vez dentro de mi pequeño utilitario. Fuera, los árboles desnudos que rodeaban el aparcamiento repiqueteaban como un millar de huesos secos.

—Es evidente que está desesperado. —Daemon intentó estirar sus largas piernas, refunfuñando—. Ya ha matado para proteger a su amigo y la única forma que tiene de mantenerlo a salvo es delatarte, como le encargaron al principio, o que lo ayudemos. Así que, sí, creo que lo haría.

Apreté el volante con las manos y acogí de buen grado la ardiente rabia que me impregnó la piel. Habíamos dejado ir a Blake, le habíamos dado la oportunidad de marcharse lo más lejos posible, y había regresado para manipularnos. Menudo desagradecido…

Le eché un vistazo a Daemon.

—¿Qué vamos a hacer?

Él apretó la mandíbula.

—Tenemos dos opciones: colaborar con él o matarlo.

Casi se me salen los ojos de las órbitas.

—¿Y lo harías tú? No es justo. No tendría que tocarte siempre a ti. No eres el único Luxen que puede luchar.

—Ya lo sé, pero no puedo pretender que otro cargue con eso. —Me miró—. No intento iniciar otra discusión sobre si eres o no como Wonder Woman, pero tampoco esperaría que ni tú ni mis hermanos lo hicierais. Ya sé que lo harías para… defenderte a ti misma o a nosotros, Kat, pero no quiero que cargues con esa culpa, ¿vale?

Asentí. Se me revolvió el estómago solo con imaginar lo que ya sentía, pero aumentado.

—Podría soportarlo… si fuera necesario.

Un instante después, noté su mano en mi mejilla. Aparté los ojos de la carretera un segundo y me regaló una leve sonrisa.

—Brillas como una estrella, al menos para mí, y ya sé que podrías soportarlo, pero nunca querría que algo tan oscuro empañara tu luz.

Unas estúpidas lágrimas de chiquilla me quemaron los ojos y la carretera quedó un poco borrosa. No podía permitir que se derramasen; llorar porque me había dicho algo bonito no me ayudaría a convencerlo de que era una tía dura. Pero sí le dirigí una sonrisa llorosa, y me parece que lo entendió.

Aparqué en la entrada de mi casa antes de que llegara el resto del grupo y seguí a Daemon hasta la suya. No podía estarme quieta, así que fui a buscar una botella de agua y luego regresé a la sala de estar. Antes de que pudiera ponerme a desgastar la alfombra, Daemon me cogió de la mano, tiró hacia él mientras se sentaba y me colocó sobre su regazo. Me abrazó y hundió la cara en mi cuello.

—Ya sabes lo que tenemos que hacer —dijo en voz baja.

Dejé caer la botella a nuestro lado y le rodeé el cuello con los brazos.

—Matar a Blake.

Daemon se echó a reir.

—No, gatita. No vamos a matarlo.

Aquello me sorprendió.

—¿Ah, no?

Se apartó un poco y me miró a los ojos, en los que se reflejaban mil preguntas.

—Vamos a tener que hacer lo que quiere.

Vale, estaba más que sorprendida. Más bien anonadada.

—Pero… pero… pero…

Un atisbo de sonrisa se le dibujó en los labios.

—Usa palabras, gatita.

Logré salir de mi asombro.

—Pero no podemos confiar en él. ¡Lo más probable es que sea una trampa!

—Estamos jodidos si lo hacemos y si no, también. —Cambió de posición y deslizó las manos por la parte baja de mi espalda—. Pero lo he estado pensando detenidamente.

—¿Cuándo? ¿Durante los diez minutos que hemos tardado en llegar a casa?

—Me parece adorable que consideres que esta también es tu casa. —La sonrisa le llegó a los ojos, intensificando su brillante color—. Es mía, por cierto. La escritura está a mi nombre.

—Daemon… —Suspiré—. Eso está muy bien, pero ahora mismo no importa.

—Cierto, pero no está de más saberlo. En fin, como te has desviado por completo del tema…

—¿Qué? —¿Cómo había llegado a esa conclusión?—. Eres tú el que…

—Conozco a mi hermano. Dawson irá a buscar a Blake si no aceptamos. —Se quedó serio al instante—. Es lo que haría yo si estuviera en su posición. Y nosotros conocemos a Blake mejor que él.

—Esto no acaba de convencerme.

Daemon se encogió de hombros.

—No voy a permitirle que te delate.

Fruncí el ceño.

—También te delatará a ti. ¿Y qué pasa con tu familia? Obligarlos a relacionarse con Blake es peligroso… y estúpido.

—El riesgo es mayor que las posibles consecuencias.

—No puedo creérmelo —admití apartando los brazos—. No querías que entrenara con Blake porque no confiabas en él, y eso fue antes de que supiéramos que era un asesino.

—Pero ahora los dos tenemos claro de lo que es capaz. Sabemos dónde estamos metiéndonos.

—Eso no tiene sentido. —Miré por la ventana al oír cerrarse las puertas de un coche—. El único motivo por el que quieres colaborar con él somos Dawson y yo. Probablemente no sea la decisión más sensata que hayas tomado.

—Puede que no. —Se movió de repente, me colocó las manos en las mejillas y me plantó un buen beso. A continuación, me dejó caer sin miramientos en el sofá a su lado—. Pero ya he tomado una decisión. Prepárate. Esta reunión no va a ir bien.

Me quedé mirándolo boquiabierta, medio despatarrada en el sofá. Desde luego que no iba a ir bien. Rescaté la botella de agua de debajo de mi muslo y me senté mientras el grupo de extraterrestres hacía su entrada.

Dee se puso de inmediato a caminar de un lado a otro delante del televisor. El largo y ondulado pelo negro le ondeaba a la espalda y un desconocido brillo febril le iluminaba los ojos verdes.

—Así que Blake ha vuelto.

—Así es. —Daemon se inclinó hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas, mientras observaba a su hermana.

Dee me echó un vistazo y luego apartó la vista rápidamente.

—No me extraña que fuera a hablar con ella como si no hubiera pasado nada: eran superamigos.

Pero ¿qué le había dado a todo el mundo con lo de los superamigos? Noté que empezaba a cabrearme, pero me controlé.

—No fue precisamente una conversación amistosa.

—¿Y qué vamos a hacer? —preguntó Ash.

Llevaba el pelo rubio engominado y recogido en una pequeña coleta. Aquel estilo le habría quedado demasiado severo a cualquier otra persona, pero ella parecía una modelo de camino a un casting.

—Matarlo —propuso Dee deteniéndose delante de la mesa de centro.

Al principio, pensé que estaba bromeando, porque se trababa de Dee. En verano, una vez la vi sacar del parterre un puñado de tierra llena de hormigas para que no se asfixiaran debajo del mantillo. Sin embargo, mientras la observaba —mientras todo el mundo la observaba— me di cuenta de que hablaba en serio.

Me quedé boquiabierta.

—Dee…

Ella puso la espalda muy recta al oírme.

—No me lo digas: no estás de acuerdo con matarlo, ¿no? Ya me lo imaginaba. Después de todo, convenciste a mi hermano de que lo dejara con vida.

—Ella no me convenció —repuso Daemon apretando los puños debajo de la barbilla.

Intervine antes de que Daemon pudiera continuar. No tenía que acudir siempre en mi defensa.

—No lo convencí de nada, Dee. Los dos estuvimos de acuerdo en que ya había muerto demasiada gente esa noche. No pensábamos que volvería.

—No se trata solo de eso —dijo Matthew—. Blake está conectado con otro Luxen. Si él muere, su amigo también. No lo mataríamos solo a él; mataríamos a un inocente.

—¿Igual que Katy y Daemon? —preguntó Ash, sin la habitual mordacidad en la voz. Debía de haberle traspasado la mala uva a Dee en algún momento.

Nada más pensarlo, noté el afilado aguijón de la culpa. Me removí, incómoda, mientras jugueteaba con una parte gastada de mis vaqueros. Eso no era justo. Dee y Adam tenían un pasado en común. Un pasado malgastado ignorando lo que, probablemente, siempre había existido entre ellos: amor y afecto. Y acababan de conocerse a ese nivel justo antes de que Dee viera cómo se lo arrebataban.

Ash miró a Dawson.

—¿E igual que Beth y tú? —Cuando los dos chicos asintieron con la cabeza, Ash se recostó en el asiento y dirigió la mirada hacia Matthew, que permanecía en silencio—. No podemos matar a Blake sabiendo que eso mataría a un Luxen inocente. Sería como matar a Katy y, de rebote, acabar con Daemon.

Enarqué una ceja, con lo que me gané un golpecito con la rodilla de parte de Daemon.

—No estoy sugiriendo que matemos a Katy o a Beth —nos recordó Dee—. No conocemos a ese otro Luxen. Que nosotros sepamos, podría trabajar para el Departamento de Defensa o ese otro grupo. Y Blake mató a Adam, Ash.

—Ya lo sé —le espetó con un feroz brillo en sus ojos azules—. Era mi hermano.

Dee ese irguió, enderezando la espalda.

—Y mi novio.

Madre mía… Era como si se hubieran intercambiado los cuerpos. Negué con la cabeza, atónita.

—El otro grupo se llama Dédalo.

Ya, a Dee le traía sin cuidado cómo se llamara el grupo. Se volvió hacia Matthew.

—Tenemos que hacer algo antes de que alguien más salga herido.

—Dee, no somos… —Matthew parecía tan asombrado como yo.

—¿Asesinos? —Se puso colorada y luego se quedó pálida—. ¡Ya hemos matado para protegernos! Matamos Arum constantemente. ¡Daemon ha matado a varios agentes de Defensa!

Daemon se estremeció y yo me ofendí de inmediato. Puede que él no demostrara cuánto le afectaba matar, pero yo sabía que era así.

—Dee —dije, y, para mi sorpresa, me miró—. Ya sé que ahora mismo estás sufriendo, pero tú… tú no eres así.

Dee inhaló bruscamente y el televisor se encendió y se apagó a su espalda.

—Tú no me conoces. Y no sabes una mierda. Ese… ese engendro humano, sea lo que sea, apareció por lo que te hizo mi hermano. Así que, en teoría, si nunca hubieras venido, nada de esto habría ocurrido. Y Adam… —Se le quebró la voz—. Adam seguiría vivo.

Daemon se puso tenso a mi lado.

—Ya basta, Dee. No fue culpa suya.

—No pasa nada —contesté.

Me recosté contra el cojín. Notaba como si las paredes se me estuvieran echando encima. Andrew me había dicho exactamente lo mismo días antes y, aunque me molestó, oírlo de labios de Dee fue como un latigazo. Una parte de mí casi no podía creer que lo hubiera dicho. No aquella versión hiperactiva de Campanilla. No la chica que había entrado en mi vida como un torbellino durante el verano porque se sentía tan sola como yo. Aquella no era mi mejor amiga.

Y entonces lo comprendí.

Dee ya no era mi mejor amiga.

Darme cuenta de eso me pareció más importante que nada de lo que estuviera pasando. Sí, ya, era una estupidez si se tenía en cuenta la situación en su conjunto; pero Dee era importante para mí, y yo le había fallado.

Dawson, que estaba a mi lado, se inclinó hacia delante.

—Si Katy no hubiera venido, nunca me habrían liberado. El mundo funciona de formas retorcidas.

Por lo visto, Dee ni siquiera se lo había planteado. Dio media vuelta y se puso a juguetear con un mechón de pelo (una costumbre que tenía cuando estaba nerviosa). El brazo se le desvaneció unos segundos y luego se sentó en la mesa de centro, de espaldas a nosotros.

Andrew suspiró, sentado en el brazo del sillón reclinable. Cada vez que lo miraba, él tenía la vista clavada en Dee.

—Chicos, nos guste o no la idea de matar a alguien, tenemos que hacer algo.

—Así es —coincidió Daemon. Me miró un instante antes de volverse hacia el grupo—. Discutir qué hacer con Blake es una pérdida de tiempo. Si no lo ayudamos a liberar a Chris y, a su vez, a Beth, va a delatarnos a Kat y a mí.

—Dios Santo —musitó Matthew mientras se pasaba los dedos por el pelo. Y, entonces, hizo algo insólito, al menos en él: soltó una palabrota.

Dee se puso de nuevo en pie con movimientos bruscos y repentinos.

—¿Dijo eso?

—No me cabe duda de que va en serio —respondí. Odiaba que todos estuvieran en esa situación por mi culpa. Ojalá le hubiera hecho caso a Daemon al principio… Había cometido tantos errores—. Está completamente desesperado por liberar a Chris.

—Pues ya está —dijo Dawson. Parecía aliviado—. Lo ayudamos y él nos ayuda a nosotros.

Dee se volvió de repente.

—¡Estáis locos! ¡No podemos ayudar al asesino de Adam!

—¿Y tú qué sugieres? —preguntó Matthew—. ¿Que dejemos que delate a tu hermano y a Katy?

Dee puso los ojos en blanco.

—No. Como he dicho, lo matamos. Eso le impedirá hacer nada.

Negué con la cabeza, asombrada por la ferocidad que se reflejó en su voz. Yo también creía que era probable que Blake tuviera que morir; por qué habría de seguir vivo cuando Adam no lo estaba… pero oír a Dee hablar así fue como si me clavaran un cuchillo romo.

Daemon respiró hondo mientras se levantaba.

—No vamos a matar a Blake.

Su hermana apretó los puños.

—Eso dices tú, no yo.

—Vamos a ayudarlo y vamos a tenerlo vigilado —continuó Daemon con tono severo—. Y ninguno de nosotros va a matarlo.

—Y una mierda —soltó ella entre dientes.

Andrew se puso de pie y dio un paso al frente.

—Dee, creo que deberías sentarte y meditarlo. Tú no has matado nunca. Ni siquiera a un Arum.

Dee cruzó los brazos y levantó la barbilla.

—Siempre hay una primera vez.

Ash me miró con cara de sorpresa y su expresión parecía decir: «¡Qué fuerte!». Deseé saber qué decir o hacer, pero no se me ocurrió nada que pudiera ayudar.

Daemon, que estaba perdiendo rápidamente la paciencia, se colocó en la misma postura que su hermana.

—Esto no es discutible, Dee.

Un tenue brillo blanco envolvió el contorno del cuerpo tembloroso de la joven.

—Tienes razón. Nada de lo que digas me convencerá de que deberíamos perdonarle la vida.

—No tenemos alternativa. Blake lo ha organizado para que, si le pasa algo, Nancy se entere de lo de Katy y que fui yo quien la mutó. No podemos matarlo.

Dee no se amilanó.

—Pues averiguamos con quién ha hablado o con quién trabaja y nos ocupamos de ellos.

Daemon se quedó boquiabierto.

—¿Lo dices en serio?

—¡Sí!

Daemon se apartó, a punto de perder los nervios. Se me revolvió el estómago. Aquello no debería estar pasando.

A mi lado, Dawson se inclinó hacia delante adoptando la misma posición en la que estaba Daemon antes.

—¿Tu necesidad de vengarte es más importante que encontrar a Beth y detener lo que están haciéndole?

Dee no apartó la vista, pero apretó los labios con fuerza.

Todas las miradas estaban puestas en Dawson.

—Porque, hermanita, déjame decirte que lo que le pasó a Adam no es nada comparado con lo que está sufriendo ella. Las cosas que he visto… —Se quedó callado y bajó la mirada—. Si no me crees, pregúntale a Katy. Ella pudo comprobar algunos de sus métodos y todavía le cuesta hablar de tanto gritar.

Dee se quedó pálida. No habíamos hablado de verdad desde el día de Fin de Año y no tenía ni idea de cuánto sabía de mi breve cautiverio o de los métodos que Will había empleado para someterme. Me miró un instante, pero apartó la vista demasiado rápido.

—Pides mucho —dijo con voz ronca y el labio inferior tembloroso.

Acto seguido, encorvó los hombros, dio media vuelta y se dirigió a la puerta principal. Se marchó sin mediar palabra.

Andrew fue tras ella, no sin antes decirle a Daemon:

—No la perderé de vista.

—Gracias —contestó él mientras se pasaba la palma de la mano por la mandíbula—. Bueno, ha ido genial.

—¿De verdad esperabas que a Dee o a alguno de nosotros nos pareciera bien todo esto? —preguntó Ash.

Daemon soltó un resoplido.

—No, pero me molesta que mi hermana esté tan dispuesta a matar a alguien.

—No puedo…

Ni siquiera logré terminar la frase. Ya sabía que aquello no iba a ser fácil, pero había esperado que fueran Ash y Andrew los que se comportaran como asesinos en serie, no Dee.

Matthew volvió a centrar la conversación en el presente.

—¿Cómo nos ponemos en contacto con Blake? No es algo que pueda ni quiera tratar con él en clase.

Todos me miraron. Todos, salvo Daemon.

—¿Qué pasa?

—Tú tienes su número de teléfono, ¿no? —dijo Ash examinándose las uñas sin pintar—. Mándale un mensaje, llámalo o lo que sea, y dile que somos unos completos idiotas y pensamos ayudarlo.

Hice una mueca, pero cogí mi mochila y saqué el móvil. Suspiré y le escribí rápidamente un mensaje a Blake, que respondió un segundo después. Se me hizo un nudo en el estómago.

—Mañana por la tarde, el sábado. —Mi voz sonó débil—. Quiere reunirse mañana por la tarde en un lugar público: el Smoke Hole.

Daemon hizo un breve gesto afirmativo con la barbilla.

Mis dedos quisieron rebelarse, pero escribí a toda prisa la confirmación y luego volví a tirar el móvil dentro de la mochila como si fuera una bomba a punto de detonarme en las manos.

—Hecho.

Nadie parecía aliviado, ni siquiera Dawson. Había muchas posibilidades de que aquello nos estallara en plena cara, pero nuestras opciones eran limitadas. Como había dicho Daemon, Dawson buscaría a Blake con o sin nosotros. Y ya se sabe: más vale malo conocido…

Pero algo frío y repugnante despertó en mi pecho.

No porque fuéramos a hacer aquello con Blake ni porque Dee quisiera verlo muerto, sino porque en el fondo, bajo las capas de piel, músculo y hueso, en un lugar oculto de la vista de todos, incluso de Daemon, yo también quería que Blake muriera, aunque implicara la muerte de un Luxen inocente. Mi código moral no tenía ningún inconveniente. Y eso estaba mal, muy mal.