Jartum, chascarrillo en prosa

Anthony Boucher

El último hombre y la última mujer sobre la Tierra estaban sentados junto a la última cama.

Los arcturianos les observaban desde alguna parte, regocijándose de haber hallado al fin dos especimenes, y con marcadas diferencias sexuales. Pero los dos ya eran inmunes a ese benévolo escrutinio.

La figura con los harapientos pantalones se agitó inquieta.

—Eres bonita —dijo la ruda voz rasposa mientras extendía una mano para tocar una rodilla forrada de seda—. Los arcturianos han hecho bien las cosas a mi entender.

Los senos improbablemente salientes subieron y bajaron rápidamente.

—Tú también me gustas —reconocieron los labios fruncidos en un mohín—. Y desde luego vamos a divertirnos mucho… Pero en cuanto a perpetuar la raza… Bueno, me temo que a los arcturianos les espera una terrible sorpresa.

Soltó una risita mientras acercaba la mano, se arrancaba un seno improbablemente saliente y se lo arrojaba juguetón a su compañero.

Las poderosas manos masculinas casi acariciaron el objeto cónico, luego lo dejaron caer con embarazo. El delgado cuerpo alargado se levantó de la cama y comenzó a despojarse del abrigo de paños escocés.

—Va contra mis principios y probablemente también contra los tuyos; pero ha pasado mucho tiempo y al menos será una novedad…, supongo —gruñó mientras liberaba sus propios senos muy probables del sostén excesivamente apretado que los contenía.

Los arcturianos sabían lo que se hacían, a fin de cuentas.