Epílogo

Quinn no podía dejar de sonreír. Marcail no solo le correspondía en su amor, sino que sería su esposa. Se sentía bien, como nunca antes se había sentido. Ni siquiera el hecho de saber que posiblemente nunca pudiera liberarse de su dios y que Marcail era mortal podía ensombrecer sus espíritus y sus esperanzas de futuro.

—Me gusta verte sonreír de nuevo —dijo Lucan mientras alcanzaba a Quinn y se ponía a su derecha.

Quinn asintió con la cabeza y levantó una copa hacia Marcail que estaba con Cara y Sonya al otro lado del salón principal. Sonya les había dicho antes lo del embarazo de Marcail. Quinn estaba exultante, radiante de felicidad, aunque una sombra de miedo se había posado en su rostro desde que había conocido la noticia.

—Me alegro de poder sonreír —admitió Quinn.

Fallon se acercó a la izquierda de Quinn.

—Cómo han cambiado las cosas por aquí. Creo que nuestros padres estarían orgullosos.

—Estoy seguro —dijo Quinn—. Hemos vencido a Deirdre, hemos recuperado nuestro castillo gracias a la influencia de Malcolm con el rey, hemos encontrado a tres buenas mujeres con las que compartir la vida y tenemos una nueva familia.

—Brindemos por ello —dijo Lucan mientras levantaba la copa.

Fallon rió y levantó la suya junto a la de Quinn. Quinn se había quedado sorprendido al descubrir que Fallon había dejado de beber vino. Ahora de su copa solo podía beberse agua.

—Por nuestro futuro —dijo Quinn brindando con sus hermanos.

Lucan sonrió y dijo:

—Y por nuestras mujeres.

Todos vaciaron la copa y soltaron un suspiro al final.

Fallon fue el primero en hablar.

—¿Qué haremos ahora que Deirdre se ha ido?

—He estado pensando en ello —dijo Quinn—. Ya no hay ninguna necesidad de guerreros. Creo que deberíamos buscar el conjuro para dormir a los dioses. Marcail está deseando recordarlo.

Lucan asintió mientras apartaba la copa de su boca.

—Estoy de acuerdo. Me gustaría envejecer con mi esposa.

Quinn estaba de acuerdo con Lucan. Con un niño en camino resultaba preferible llevar una vida normal junto a su nueva familia.

—Me pregunto si deberíamos volver a la montaña —dijo Fallon.

Quinn miró a su hermano para ver si hablaba en serio.

—¿Por qué?

—Puede que haya gente que necesite nuestra ayuda para salir de allí. Sin mencionar que quiero asegurarme de que todos los wyrran están muertos.

Lucan se acarició la mandíbula con la mano.

—Fallon tiene razón. Habría que regresar. Puede que haya más druidas heridos o atrapados.

La idea de volver a aquella montaña hizo que Quinn empezara a sentir un sudor frío por todo el cuerpo. Sabía que Deirdre estaba muerta, había visto el cuerpo con sus propios ojos, pero todavía no había podido deshacerse de la sensación de que no había desaparecido para siempre, como le había dicho a Marcail.

—Se lo diré a Hayden e iremos por la mañana —dijo Fallon.

Quinn rió.

—Sí, tu poder para saltar de un lugar a otro es un gran poder.

Fallon se encogió de hombros, pero no se esforzó por ocultar su sonrisa.

—Sí, aunque no puedo saltar a ningún lugar en el que no haya estado antes. Hablando de poderes, tú tienes uno del que nunca nos habías comentado nada.

—Puedo hablar con los animales.

Lucan silbó.

—¿Cuándo comenzó?

—Mientras estaba encerrado en las mazmorras de Deirdre. Odiaba a las ratas. Una vez averigüé cómo mantenerlas alejadas, nunca volvieron a molestarme.

—Vaya —dijo Lucan—, así que tú fuiste el responsable de que todos aquellos animales atacaran a Deirdre.

—Que los dioses amparen a cualquiera que sea lo suficientemente estúpido de intentar quitarnos este castillo —dijo Fallon.

Larena se acercó y rodeó a Fallon con sus brazos.

—¿Ya estáis organizando otra guerra?

—Nunca están satisfechos, ¿verdad? —dijo Cara mientras se acercaba a Lucan.

Quinn sonrió y cogió la mano de Marcail para acercarla contra su pecho y así poder pasarle un brazo por encima. Él observó el brazalete que llevaba en la parte superior del brazo, con una cabeza de lobo tallada que era igual que su torques y que los unía para siempre.

—Haremos lo que sea necesario para mantener a salvo a nuestras mujeres.

—No esperaría menos de un guerrero —dijo Marcail antes de ponerse de puntillas y besarlo.

Todo el salón rompió en vítores. Quinn rió con Marcail. Le costaría un poco acostumbrarse a tener una vida tan llena de amor y felicidad, pero estaba preparado para ella.

Isla tropezó en la nieve y cayó de rodillas. Se había desorientado al intentar salir de la montaña y ahora temía que nunca pudiera abandonar aquel lugar.

Tenía los dedos congelados y ya no podía sentir los pies, que era por lo que no dejaba de tropezar contra todo. Había empezado a nevar, lo cual le dificultaba la visión, pero también era cierto que en Cairn Toul siempre había nieve.

Se levantó de la nieve y vio un charco de sangre donde ella había estado. Necesitaba examinarse bien las heridas. Ya había perdido mucha sangre. Cualquiera que la estuviera buscando solo tenía que seguir el rastro de sangre.

Le cayó una lágrima de los ojos. Se la enjugó e intentó alejar a Grania de su mente. La muerte de su sobrina había sido un accidente, pero el dolor por lo que había hecho la perseguiría toda su vida.

Si Deirdre no la encontraba antes.