28

Por fin —dijo Fallon frente a la montaña de Deirdre.

—No será fácil —dijo Ramsey mientras observaba el montón de rocas que había frente a ellos.

Logan soltó una carcajada.

—Entrar será fácil, es la parte de la salida lo que me preocupa.

—Quizás prefieras quedarte atrás —dijo Hayden.

—¿Y dejar que os maten a todos? —soltó Logan con una risotada—. Me necesitáis para que vigile vuestras espaldas.

Fallon sacudió la cabeza ante las bromas de Logan y Hayden. La necesidad de precipitarse hacia la entrada de aquella montaña para salvar a Quinn era demasiado fuerte como para resistirse, pero por el bien de Larena, Lucan y los demás, Fallon tenía que ir con cuidado.

—Ya sabes lo que se tiene que hacer —dijo Larena.

Él frunció el ceño; odiaba que ella tuviera razón.

—Ojalá no lo supiera.

—Esa es la razón por la que vine, Fallon.

Lucan asintió con la cabeza.

—Tienes que dejar que entre.

Fallon sabía que el poder de Larena para hacerse invisible les permitiría encontrar a Quinn, pero solo pensar que su mujer, la dueña de su corazón, pudiera entrar en la montaña de Deirdre, hacía que dejara de palpitar.

—Puedo arreglármelas yo sola —dijo Larena—. Soy un guerrero. Te he demostrado infinidad de veces que puedo cuidar de mí misma.

—Sí, mi amor, sé que puedes cuidar de ti misma. Solo que me gustaría estar a tu lado por si acaso.

Ella se inclinó hacia él y lo besó.

—Y yo te quiero solo por eso, pero ahora debes dejarme ir. Tenemos que encontrar a Quinn.

Fallon se apartó con reticencia.

—No te quedes ahí dentro más de lo necesario. Encuéntralo y sal enseguida.

—Es lo de encontrarlo lo que llevará más tiempo —dijo Galen—. Quinn podría estar en cualquier rincón de esa montaña.

Fallon puso las manos en el rostro de Larena.

—Primero encuentra a Deirdre. Si Quinn no está con ella, podrás descubrir dónde lo tiene preso. Luego solo será cuestión de hallar la ubicación exacta en la que permanece.

—Daré con él, Fallon —le prometió ella.

—No tengo ninguna duda. —Él la condujo hacia sus brazos y la abrazó—. Solo prométeme que no te capturarán.

Ella se inclinó un poco hacia atrás para mirarlo a los ojos.

—Volveré a tu lado. Tú eres el lugar al que pertenezco.

Fallon tuvo que reunir todas sus fuerzas para dejarla marchar. En un abrir y cerrar de ojos, ella se transformó, su maravillosa piel brillante refulgía bajo los rayos del sol y justo un instante después, ella ya se había hecho invisible. Después Larena se quitó rápidamente la ropa.

Hubo una suave presión en su mejilla y luego ella susurró:

—Te quiero.

—Te quiero —dijo él—. Vuelve pronto a mí, Larena.

Ya no hubo ninguna respuesta y tampoco la precisaba. Ella regresaría si podía hacerlo. Ella era toda su vida, y si por algún motivo Deirdre apresaba a Larena, Fallon movería cielo y tierra para liberar a su esposa.

—Estará bien —dijo Lucan.

Ramsey asintió con la cabeza, mostrando que estaba de acuerdo.

—Gracias a los dioses que tenemos a Larena de nuestra parte.

—Sí —dijo Fallon, aunque deseaba en lo más profundo haber podido ser él quien tuviese el don de la invisibilidad, así se hubiese enfrentado él a tal peligro en lugar de su mujer.

Marcail supo en cuanto se abrió la puerta del Foso que habían venido a por ella. A la entrada de la cueva se detuvo el gran guerrero alado. Arran y Duncan se negaron a dejarlo pasar, así que Marcail fue hacia él.

—¿Has venido a por mí? —le preguntó al guerrero.

—Así es.

—Broc —dijo Arran—, no te la lleves.

Así que ese era Broc, del que tanto hablaba Quinn. Marcail observó sus enormes alas y no pudo evitar preguntarse qué aspecto tendrían cuando las abría.

—No tiene otra opción —dijo Marcail.

—Todo el mundo tiene otra opción —dijo Duncan.

Marcail puso sus manos sobre Duncan y Arran mientras pasaba por entre medias y se quedaba frente a Broc. Se giró para mirar a los dos guerreros que la habían estado protegiendo.

—Recordad lo que os he dicho.

—Marcail —le advirtió Arran.

—Déjalo —dijo Broc—. Ahora debe venir conmigo.

A Marcail le temblaban tanto las piernas que temía que no pudieran sostenerla. De algún modo consiguió seguir a Broc por el Foso sin volverse loca. Cuando pasó por delante de la cueva de Charon, pudo ver al guerrero color bronce observándola, con los ojos entrecerrados.

No tenía la expresión de un hombre que ha conseguido lo que quiere. De hecho, parecía más bien derrotado.

Cuando ella y Broc dejaron el Foso, la puerta se cerró tras ella y Marcail cogió aire profundamente e intentó mantenerse tan entera como en la cueva.

No era fácil.

No tenía ni la menor idea de dónde la llevaba Broc ni si aquello la conduciría directamente a una muerte inminente.

—Mantén el ritmo —le dijo Broc por encima del hombro.

Marcail tuvo que recogerse las faldas y prácticamente correr para poder seguir el ritmo de las zancadas de Broc. El guerrero azul oscuro parecía llevar mucha prisa.

—¿Has visto a Quinn? ¿Está bien?

Ella sabía que no debía preguntar, pero necesitaba saberlo.

—Guárdate tus pensamientos para ti.

Ella se detuvo.

—No.

Broc aminoró la marcha y luego se detuvo y se giró a mirarla.

—¿Qué has dicho?

—He dicho que no. Quiero saber cómo se encuentra Quinn o no me moveré de aquí.

Él dio un paso hacia ella.

—Podría llevarte al hombro.

—Podrías.

Pasado un instante, Broc suspiró.

—Quinn está bien. Deirdre no le hará ningún daño. Ahora ven conmigo, druida.

Una vez que Marcail supo que Quinn no estaba herido, siguió a Broc. Tenía la corazonada de que Deirdre había planeado una muerte dolorosa para ella.

Marcail nunca temió a la muerte, pero deseaba haber podido disfrutar de más tiempo con Quinn. Aquellas preciosas y escasas horas habían sido las mejores de su vida, aunque las hubiera pasado encerrada en la montaña de Deirdre.

El único reproche que se hacía era no poder recordar el conjuro. Casi lo había conseguido. Había estado tan cerca… Si hubiese reconocido lo que era aquel cántico antes, ya podría saber el conjuro y haber liberado a muchos hombres de sus dioses. Incluso habría podido desbaratar los planes de Deirdre.

Marcail casi tropieza contra las alas sin plumas de Broc cuando él se detuvo de golpe. El guerrero la miró y le señaló una puerta que estaba abierta y daba a una habitación oscura.

—Debes entrar.

Marcail miró hacia la habitación y cogió aire profundamente para intentar calmarse.

—Dime lo que me espera.

—La libertad, si te das prisa.

Ella frunció el ceño y entreabrió los labios confusa.

—¿Estás bromeando?

—No. Entra —dijo y la cogió por el brazo para meterla en la habitación.

Marcail miró alrededor y descubrió que Broc la acompañaba y que había cerrado la puerta detrás de él.

—¿Qué está pasando? —preguntó ella.

—Estoy tratando de ayudaros a ti y a Quinn.

Ella quería creer a Broc, pero como no podía ver su rostro, no podía mirarlo a los ojos y ver cuáles eran sus sentimientos.

—¿Hay algo de luz?

Tan pronto como ella pronunció las palabras se encendió una vela. Broc encendió dos más antes de cruzar los brazos sobre el pecho.

—Dime por qué me estás ayudando —le pidió ella.

Broc sacudió levemente la cabeza.

—¿Importa acaso? Tengo mis motivos.

Marcail quería saber qué motivos eran aquellos, pero estaba convencida, por el orgulloso gesto de su barbilla, de que no le sacaría nada más. Tendría que decidir si creerle o no, y con su vida en juego, no tenía muchas otras opciones.

—Está bien.

—De acuerdo. Ahora ayudaré a escapar a Quinn, pero primero, tengo que alejarte de Deirdre. Ha descubierto que estabas en el Foso.

Aquello no la sorprendió en absoluto.

—¿Se lo dijo Charon?

—Sí —masculló Broc—. Pero no culpes al guerrero, Deirdre tiene modos de conseguir información quiera o no quiera proporcionársela esa persona. Me sorprende que pudieras permanecer tanto tiempo oculta.

—Fue por Quinn, él me mantuvo a salvo.

Broc asintió con la cabeza.

—Todo el mundo lo sabe.

—Deirdre no estará contenta con él.

—Me ha ordenado que te lleve ante ella. No sé qué planes tiene para ti, pero no pueden ser buenos. He oído que te ha utilizado para conseguir que Quinn se acueste con ella más rápidamente.

Marcail se apoyó contra la pared y cerró los ojos con fuerza.

—Por todos los dioses. Eso no puede suceder. Quinn no puede darle el hijo que ella tanto desea.

—Estoy de acuerdo. Voy a decirle a Deirdre que has escapado.

—¿No te castigará por eso?

Un lado de la boca de Broc se levantó en una sonrisa.

—Puedo soportarlo. Lo único que importa es que logres salir de esta montaña. Coge esto —le dijo y le ofreció lo que parecía un velo negro.

—¿Qué es?

—Las sirvientes lo llevan. Te cubrirá el rostro y hará que pases desapercibida. Cuidado también con el pelo, todas las sirvientes están rapadas. Que no se te vea.

—¿Y qué pasa con mi vestido? —preguntó mientras miraba el vestido que llevaba puesto.

—Te he buscado uno de los vestidos que ellas llevan.

Ella rezó para que realmente Broc estuviera ayudándola y no gastándole una broma para divertimento de Deirdre.

—Gracias.

—Las sirvientes mantienen la cabeza gacha y no hablan a no ser que se les hable. Con esto podrás moverte libremente. Para salir de la montaña, has de salir de esta habitación e ir hacia la derecha. El pasillo es largo, pero no lo dejes por ningún motivo. No te aventures por ninguna de las escaleras. Si sigues en el pasillo principal, podrás llegar al nivel superior.

Ella lo miró detenidamente, asimilando todo lo que decía.

—Entendido.

—Hay un portal en el nivel superior. Tendrás que pasar por delante de los aposentos de Deirdre. Sus puertas están siempre cerradas y hay hombres montando guardia. Una vez hayas superado la entrada a sus aposentos, tendrás que encaminarte por el siguiente pasillo a la izquierda. Te llevará a unas escaleras que terminan en una puerta. La puerta no es fácil de apreciar para los mortales. Tendrás que buscar el pomo.

—Primer pasillo a la izquierda después de los aposentos de Deirdre —repitió ella.

—Yo no podré estar contigo. En cuanto me haya ido, tendré que dar la alarma de inmediato para que Deirdre no sospeche. Cámbiate y sal de aquí rápido.

Marcail se pasó la lengua por los labios y tragó saliva.

—Lo haré.

Él se detuvo un momento en la puerta y se giró para mirarla.

—Buena suerte.

—Gracias, Broc. Si alguna vez necesitas algo, no lo dudes ni por un momento: yo estaré allí para hacer lo que pueda por ti.

Él hizo un leve gesto de asentimiento con la cabeza y se marchó.

Marcail se quitó el vestido que llevaba y se apresuró a ponerse el que le habían dado. Era un vestido ordinario y sin ningún color, pero la ayudaría a camuflarse.

Se ató el pelo, lo escondió por dentro del vestido y se colocó el velo sobre la cabeza, asegurándose de cubrirse el rostro. El velo era largo y le colgaba por debajo de los hombros. No resultaba nada fácil ver a través de la oscura tela. Pero, cualquier cosa era mejor que lo que le reservaba Deirdre.

Marcail apagó las velas y abrió la puerta. Primero miró a un lado y luego al otro antes de acceder al pasillo. Mantuvo la cabeza baja, como Broc le había recomendado.

Broc no había mentido sobre lo de dar la voz de alarma de inmediato. Vio a muchos guerreros corriendo en la dirección en la que se encontraba ella. A Marcail el corazón le latía en el pecho tan fuerte que estaba convencida de que los guerreros podían oírlo.

Se detuvo y apoyó la espalda contra la pared para dejar vía libre a los guerreros. Ni siquiera la miraron cuando pasaron por delante de ella a toda velocidad.

Marcail sonrió para sí misma mientras un gran alivio la inundaba. Gracias a Broc podría escapar de la montaña sin problemas.