26

Lucan examinó la zona y, aunque no podía ver nada, supo que había algo allí fuera. Y ese algo eran guerreros.

—El plan no ha funcionado —susurró Fallon a su lado.

—Nos ha llevado más lejos de lo que estábamos y nos ha dado tiempo para descansar y recuperarnos de las heridas.

Fallon gruñó como respuesta. Echaron un vistazo a las tierras que los rodeaban, escondidos tras unos árboles. Nada se había movido en los treinta minutos que llevaban buscando, pero su sexto sentido como guerreros les aportaba más información de lo que sus ojos podían transmitirles.

—¿Cuánto tiempo quieres esperar? —preguntó Lucan.

Fallon suspiró.

—No querría esperar ni un minuto más, pero seguro que nos superan en número. Nos capturarán si nos apresuramos.

—Estoy de acuerdo. Deseo llegar a la montaña cuanto antes, pero no así. Si nos capturan, no podremos hacerle ningún bien a Quinn.

—¿Y si un par se adelanta para ver qué pasa?

Lucan asintió con la cabeza.

—Me gusta la idea. Yo voy.

—No —dijo Fallon—. La idea es que no nos capturen a ninguno.

Lucan apoyó la cabeza sobre un árbol y soltó un bufido de frustración.

—Estaréis mirando. Si la cosa se pone fea y creéis que me van a capturar, podréis salir a ayudarme.

El silencio de Fallon le anunciaba a Lucan que no le gustaba el plan, pero Fallon se lo estaba planteando.

—Bien —dijo finalmente Fallon—. Quédate de modo que pueda verte, hermano. Ya he perdido a un hermano, no puedo perder a otro.

Lucan asintió y se dieron la vuelta para regresar hasta donde estaban los otros.

—¿Qué habéis observado? —preguntó Larena en cuanto vio a Fallon.

El rostro de Fallon estaba cubierto de arrugas de preocupación.

—Los guerreros están allí. No sabemos cuántos hay, pero están esperando a que hagamos un movimiento.

—Estoy listo para enfrentarme a ellos —dijo Hayden mientras mordía una manzana.

Lucan también lo estaba, pero sabía que Fallon sería extremadamente cuidadoso con esa batalla. Reparó en que Fallon cogía a Larena de la mano y la acercaba a su lado.

Lucan echaba de menos a Cara, y aunque le gustaría tenerla junto a él, Cara no era un guerrero como Larena. Se hallaba más segura en el castillo, pero no podía esperar para volver a verla, para volver a abrazarla, para volver a besarla.

—Tres de nosotros saldremos para comprobar qué bienvenida nos tienen preparada los guerreros —dijo Lucan—. Yo voy. ¿Quién quiere acompañarme?

Hayden dio un paso al frente y tiró a un lado la media manzana que todavía no se había comido.

—Estoy preparado.

—No les hagamos esperar más —concluyó Logan mientras daba un paso al frente para situarse al lado de Hayden.

Lucan asintió y se giró hacia Fallon.

—El resto, manteneos ocultos.

Como un único hombre, se dieron la vuelta y se quedaron observando el punto donde Lucan había advertido la presencia de los guerreros. Fallon, Larena, Ramsey y Galen tomaron posiciones en los árboles y en el suelo para vigilar mientras Lucan, Hayden y Logan seguían caminando.

Lucan sacó las garras, ansioso por liberar a Escocia de aquellos malvados guerreros que se habían aliado con Deirdre. Echó un vistazo hacia la derecha y descubrió la piel roja de Hayden mientras el gran guerrero rubio enseñaba los colmillos en una sonrisa plena.

Cuando Lucan volvió la mirada hacia su izquierda pudo ver la piel plateada de Logan. Logan le hizo un gesto con la cabeza y le sonrió, preparado e impaciente, como todos ellos, ante la nueva batalla.

Y justo como Lucan había imaginado, diez guerreros aparecieron entre los árboles delante de ellos. Hayden flexionó un brazo mientras se formaba una bola de fuego en su mano. Se la lanzó a los guerreros que se aproximaban y rápidamente formó otra.

Lucan se agazapó y estaba a punto de abalanzarse sobre los cuatro guerreros que se dirigían hacia él, cuando, de pronto, todos se detuvieron. Después de un momento, los guerreros se giraron y volvieron a ocultarse entre los árboles.

—¿Qué demonios significa esto que acaba de suceder? —preguntó Logan.

Lucan se encogió de hombros.

—No lo sé. Podría ser una trampa. Saben que los seguiremos.

—Mierda —gruñó Hayden mientras cerraba las manos en un puño—. Justo ahora que acababa de empezar.

Lucan miró por encima de su hombro a Fallon, que estaba sentado sobre una rama en lo alto de un árbol. Después de un imperceptible gesto de asentimiento de su hermano, Lucan les indicó a Hayden y a Logan que lo siguieran.

—Vamos a ver adonde se dirigen esos bastardos.

Pero en cuanto llegaron a la cima de la colina y vieron que los guerreros se encaminaban hacia la montaña, Lucan ordenó que se detuvieran. Definitivamente, algo extraño ocurría.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó Fallon, que corría para ponerse a su altura.

Lucan sacudió la cabeza.

—Están huyendo.

—Puedo verlo. Lo que quiero saber es por qué.

—Me tienen miedo —dijo Hayden mientras le daba unas palmaditas en el hombro a Lucan—. Celebremos nuestra victoria y vayamos a liberar a Quinn.

Lucan se volvió hacia Fallon.

—¿Qué crees?

—No tengo ni idea —dijo Fallon—. Podría ser cualquier cosa. Deirdre debe de haberlos avisado para que se retiren, y la única razón para que haga eso es…

—Quinn. —Lucan terminó la frase por su hermano—. Quinn debe de haber cedido ante ella.

—Pero ella nos quiere a los tres —dijo Fallon.

—Ahora que tiene a Quinn de su lado, ella sabe que haremos lo que sea por él.

Fallon se pasó una mano por el pelo y soltó un suspiro de ira.

—Creo que tenemos que llegar a esa montaña inmediatamente.

—Creo que tienes razón.

Deirdre esperó tanto como pudo para darle a Quinn un poco de tiempo para sí mismo. Ella sabía que no la quería todavía, pero en cuanto hubiera terminado con él, únicamente pensaría en ella durante el resto de sus días.

Sonrió mientras sus ansias crecían. Había disfrutado incluso viéndolo comer. Deseaba con todas sus fuerzas verlo en el baño, pero de eso ya tendría tiempo más adelante.

Ahora que era suyo.

Se frotó las manos y sonrió. Era realmente suyo. Después de tantos siglos, por fin tenía al único hombre que siempre había querido.

Deirdre se levantó de su silla y se dirigió hacia la mesa en la que había estado la comida. Vertió un poco de vino en el vaso de Quinn y bebió donde él había posado sus labios hacía unos instantes.

Cerró los ojos y gimió mientras lo saboreaba mezclado con el vino. Su sexo se contrajo de deseo y solo de imaginárselo introduciendo su falo en su interior se humedeció totalmente.

Deirdre recorrió la habitación arriba y abajo hasta que ya no pudo soportarlo más. Abrió la puerta, miró dentro de su dormitorio y descubrió la bañera vacía. Con un ligero empujón abrió un poco más la puerta y examinó la habitación en busca de Quinn.

Hasta que no miró a la cama no pudo verlo. Estaba allí acostado bocabajo, con un brazo descansando sobre los ojos. La ira se apoderó de ella al encontrarlo dormido. Él tendría que haber acudido a ella al terminar el baño, pero en lugar de eso, se había ido a la cama.

¿Puede que esperándote?

Consideró la idea. Podría ser, pero Quinn no había mostrado ningún interés por acostarse con ella.

A no ser que sea una treta.

A Deirdre le gustaba cada vez más la idea.

Se dirigió hacia la cama y deslizó las manos desde los pies hasta el pecho de Quinn. Él roncaba suavemente, así que le quitó las botas y las dejó en el suelo. Entonces ella se tumbó a su lado y se quedó mirándolo.

Sabía de primera mano lo que experimentaban los guerreros en el Foso y el sueño no era algo de lo que hubiera disfrutado Quinn con frecuencia estando allí. Ella le acarició la mandíbula un instante, hasta que él se giró hacia el otro lado y siguió durmiendo. Ahora tenían toda la eternidad para ambos. ¿Qué eran unas pocas horas más de espera?

Quinn abrió los ojos al sentir que Deirdre se alejaba de él. No podía creer que su idea hubiese funcionado, pero hubiera hecho cualquier cosa para no tener que tocarla. Ya era suficiente tortura saber que ella estaba en la misma cama que él.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había descansado en una cama. Despertarse tras haber cedido en la cama de Deirdre no contaba para él.

Incluso cuando él y sus hermanos regresaron al castillo había sido incapaz de dormir en la cama de su habitación. La noche había sido su terreno de caza. Corría por los campos que tanto amaba sin preocuparse por los animales con los que pudiera cruzarse.

Cuando su soledad resultaba insoportable y la necesidad de desahogar sus instintos sexuales era demasiado grande, buscaba un pueblo en el que encontrar alguna mujer y hacer un rápido uso de ella.

Luego deambulaba por el castillo o por los acantilados. A veces, dormitaba en algún lugar un par de horas, pero siempre estaba despierto para ver el sol aparecer en el horizonte.

Pero era la suavidad de aquella cama lo que lo llamaba ahora, recordándole lo hermoso que sería tener a Marcail allí. Le había hecho el amor varias veces, pero ninguna en una cama con sábanas limpias bajo su hermoso cuerpo.

Quería verla a la luz del sol, recorrer con la mirada sus curvas a la luz del día. Quería verla acostada en su cama con el estampado de cuadros escoceses de los MacLeod sobre ella, a la luz de las velas y con el fuego del hogar haciendo brillar su piel en un destello dorado.

Había tantas cosas que quería hacer con Marcail. Tantas cosas.

A Quinn empezó a dolerle el pecho al imaginársela acurrucada en su cueva en la fría oscuridad. Aquel no era lugar para una druida, especialmente para una que significaba tanto para él.

Sabía que le importaba Marcail, pero aquella preocupación iba mucho más allá que la responsabilidad que él debía sentir. Quinn no estaba seguro de cuándo habían cambiado sus sentimientos, solo sabía que lo habían hecho.

Y ahora ya nunca podría volver a tocarla ni volver a besarla.

No quería que Marcail viera en lo que él se convertiría al lado de Deirdre. Quinn no podría ejecutar su plan si sabía que Marcail iba a mirarlo con vergüenza y repulsión.

Quizás tendría que haberle dicho a Marcail lo que pretendía hacer, pero no había querido darle la oportunidad de que lo disuadiera de nada. Tal y como estaban las cosas, lo único que deseaba era volver a su lado y dejar que Deirdre lo torturara como quisiera.

El problema radicaba en que la tortura recaería en cualquiera que no fuera él, y aquello era lo que lo mantenía en su cama en lugar de regresar con Marcail.

Los próximos días serían los más duros de su vida. Solo podría mantener a Deirdre alejada hasta que ella decidiera reclamar el uso de su cuerpo.

Por lo menos, por el momento, sus hermanos estaban a salvo. Y así sería hasta que llegara el niño.

Quinn tembló al imaginar que pudiera crear una criatura de ese modo. La concepción de un ser humano se suponía que debía ser un acontecimiento alegre. Tendría que armarse de valor para matar a la criatura en cuanto tuviera ocasión. Algo tan malvado no podía caminar por esta tierra ni por un instante.

¿Pero qué tipo de hombre era que planeaba matar a su propio hijo cuando lamentaba la pérdida de su primogénito hasta tal punto que casi lo había destrozado?