Broc volaba alto, por encima de los árboles, planeando por las nubes. Gracias a Poraxus, el dios que llevaba dentro, tenía los ojos de un halcón y sus alas. Cerró los ojos y se dejó llevar por el viento y el sol.
Debajo de él, los wyrran corrían por todo el campo como un ejército de rápidos movimientos. Broc intentaba mantenerlos lo más lejos posible de aldeas y cabañas. La superstición era habitual en las Highlands, así que si alguien veía alguna de aquellas criaturas amarillas, lo atribuiría a uno de los tantos demonios que se decía que deambulaban por aquellas tierras.
Broc abrió los ojos para mirar hacia delante, donde estaban Fallon y Lucan MacLeod. Su poder para rastrear a cualquiera en cualquier lugar le había permitido encontrar a los MacLeod fácilmente. No había imaginado que se les hubiera ocurrido dividirse en dos grupos.
Con un movimiento de su mano, Broc envió a la mitad de los wyrran en una dirección mientras la otra mitad permanecían con él. Aquella silenciosa orden obligaría a los MacLeod a reunirse en un único grupo de nuevo, tal y como él lo necesitaba.
Broc silbó al resto de los wyrran, comunicándoles que se detuvieran y lo esperaran. Él plegó sus suaves alas tras él y se lanzó en picado hacia el suelo. Justo antes de golpear los árboles, abrió las alas y se puso a planear sobre ellos.
Con su magnífica visión pudo divisar a Ramsey mucho antes de que su viejo amigo lo viera. La cabeza oscura de Ramsey giró hacia arriba y sus miradas se encontraron.
Broc voló hacia arriba haciendo círculos y acabó aterrizando en un pequeño claro en el bosque por el que caminaban los MacLeod y su grupo. Broc plegó las alas a su espalda, una vez sus pies habían tocado tierra, y se detuvo.
Solo tenía que esperar para que los wyrran empujaran a Lucan y su grupo a unirse al de Fallon y los demás. Los wyrran no atacarían hasta que Broc diera la señal.
Lucan fue el primero en aparecer entre los árboles. Sus ojos verdes se entrecerraron al ver a Broc, mientras Ramsey, Hayden y Logan se situaban a ambos lados de Lucan.
—Broc —dijo Ramsey.
Broc volvió la mirada hacia el hombre que había llegado a llamar amigo. Ambos habían tomado la decisión, mientras estaban encerrados en la cárcel de Deirdre, de que uno de ellos escaparía y el otro se quedaría como espía. Ramsey había escapado. Se suponía que Broc era un espía. Pero aquello había pasado hacía más de cien años. Desde entonces muchas cosas habían cambiado.
Antes de que Broc pudiera responder, Fallon, Larena y Galen aparecieron en el claro. Fallon miró a su hermano antes de quedarse clavado observando a Broc.
—¿Qué sucede aquí? —preguntó Fallon.
Broc arqueó una ceja. ¿Acaso nunca había estado tan enojado? ¿Nunca había tomado decisiones tan arriesgadas como las de los MacLeod? No podía recordarlo y en realidad no importaba.
—Estáis rodeados de wyrran —dijo Broc.
Lucan se transformó en un guerrero en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Has venido para decirnos eso? Ya llevamos días enfrentándonos a esas asquerosas criaturas.
Broc miró a Fallon, luego dirigió la mirada hacia Lucan y finalmente hacia Ramsey. Iba a tener que elegir un bando más temprano que tarde. Cuándo era la pregunta.
—Deirdre ha capturado a una druida que tiene el conjuro para dormir a nuestros dioses enterrado en lo más profundo de su mente —anunció al pequeño grupo.
Larena dio un grito sofocado. Logan lanzó una maldición y Hayden se quedó mirándolo fijamente.
—¿Está muerta esa druida? —preguntó Fallon.
—No —respondió Broc—. Por alguna razón Deirdre no la mató. En lugar de eso lanzó a la druida al Foso, donde está también Quinn. Deirdre quería que los guerreros que se encuentran en el Foso mataran a Marcail.
—Maldita sea —masculló Lucan mientras se pasaba una mano por la barbilla—. Entonces la druida está muerta.
—Eso piensa Deirdre.
Ramsey dio un paso hacia él, mirando a Broc fijamente con sus intensos ojos grises.
—¿Y tú no piensas lo mismo?
—No.
—¿Por qué nos cuentas todo esto? —preguntó Fallon.
Broc meditaba sobre lo que podía decirles a los hermanos.
—Quinn tomó el poder en el Foso el primer día que Deirdre lo arrojó allí. Cuanto más demuestra su fuerza, más lo desea ella. Ya no está dispuesta a esperar más a que Quinn se desmorone por sí solo.
—¿Por eso es por lo que estás aquí? —preguntó Ramsey—. La bruja pretende que nos captures.
Hayden lanzó un gruñido mientras su piel se volvía del rojo de su dios.
—Estoy dispuesto a morir antes que permitir que vuelva a cogerme preso.
—Y yo estoy aquí para asegurarme de ralentizar vuestra llegada a la montaña. Ella os quiere a todos de nuevo bajo su control, pero ahora mismo su atención se centra en hacer que Quinn ceda ante ella. Hay una profecía y ella cree que Quinn es el que conseguirá que se cumpla —dijo Broc.
—¿Y qué dice esa profecía? —preguntó Fallon.
—Ella quiere que Quinn le dé un hijo. Ese niño albergará en su interior todo el mal del mundo. Una vez tenga a Quinn bajo control, vendrá a por todos vosotros.
Ramsey dio unos pasos hacia Broc, deteniéndose solo cuando estuvo frente a él.
—Necesito saber de qué lado estás. ¿Por qué nos estás avisando?
—Puede que por pura diversión.
Ramsey sacudió la cabeza.
—Te olvidas, Broc, de que te conozco mejor que nadie.
—Me conocías. Ha pasado mucho tiempo. Las cosas han cambiado.
—¿Ha cambiado también tu odio hacia Deirdre?
Broc no pudo contestarle, pero su silencio fue suficiente para Ramsey.
—Así lo pensaba yo —dijo Ramsey—. Dime la auténtica razón por la que Deirdre no está intentando capturarnos ahora.
Broc apartó la mirada de Ramsey y la fijó en los otros guerreros que esperaban una respuesta. La verdadera razón por la que todavía no se había aliado a los MacLeod era porque Deirdre tenía sus modos de averiguar las cosas y Broc quería poder sacarle toda la información que fuera posible.
—La he convencido para que mantenga su atención sobre Quinn —respondió finalmente Broc.
Lo siguiente que pudo ver Broc es que estaba rodeado de guerreros. Lucan y Fallon se hallaban de pie a los flancos de Ramsey. Broc levantó las manos antes de que nadie hablara.
—No —les avisó—. El poder de Deirdre es inmenso y ella utiliza a una vidente para conseguir la mayor parte de la información. Con ella descubre cosas que no debería saber. Si queréis mi ayuda, si queréis liberar a Quinn, no puedo deciros mucho más.
Fallon suspiró e intercambió una mirada con su esposa.
—Entonces dinos lo que puedas.
—Hay doscientos wyrran conmigo.
Hayden lanzó un gruñido.
—Podemos matarlos fácilmente.
—Sí, pero harán que vuestro avance sea más lento.
—No hay otra opción: tenemos que luchar contra ellos —dijo Lucan. Se giró hacia Broc y preguntó—: ¿Puedes alertarnos de lo que pueda pasarle a Quinn?
Broc asintió con la cabeza.
—Cuando me marché, Deirdre estaba dispuesta a hacer lo que fuera por poseer a Quinn. Mientras ha estado en el Foso, no solo ha tomado el control, también hay algunos guerreros que se han aliado con él. Ella ha cogido a uno de esos guerreros para torturarlo hasta que Quinn acepte ser suyo.
—Mierda —dijo Fallon—. No tenemos mucho tiempo.
—Haré lo que pueda —prometió Broc—. Mientras tanto, intentad llegar a la montaña lo antes posible.
No esperó a que le respondieran y salió volando por el cielo. Tan pronto como los wyrran lo vieron marcharse, se inició el ataque. Broc quería quedarse y ayudar a los guerreros, pero no podía. Deirdre le había ordenado que dirigiera a los wyrran hasta los MacLeod y que luego regresara.
Si se retrasaba demasiado, ella acabaría sospechando algo. Y si quería ayudar a los MacLeod a liberar a Quinn, tenía que estar cerca de la hechicera en lugar de encerrado en una mazmorra.
Marcail se sentó cuidadosamente. Al ver que su estómago no se revolvía, gateó lentamente hasta el pilón de agua y metió la mano en el fresco líquido. Tenía sed, pero iba con cuidado de no beber demasiado, no fuera a afectar a su estómago de nuevo.
El martilleo en su cabeza, sin embargo, no desaparecería pronto. Era un efecto secundario que sufría cada vez que utilizaba su magia, pero había merecido la pena volver a ver a Duncan sano y feliz de nuevo.
Marcail se apoyó en la pared para mantenerse en pie. Miró alrededor para asegurarse de que Arran y Duncan estaban ocupados en otras cosas antes de dirigirse hacia la cueva de Charon.
Tan pronto como emergió de las profundidades de la cueva de Quinn, Charon se acercó a ella desde las sombras. Esta no quería que Arran y Duncan supieran lo que estaba planeando, así que se metió en la cueva de Charon.
—Me sorprende verte en pie tan pronto —dijo él.
Ella se encogió de hombros.
—Estaré bien.
—No tienes buen aspecto. Deberías permanecer acostada.
—No puedo —dijo ella—. Antes no pudimos terminar nuestra conversación.
Los labios de él temblaron de preocupación.
—No hay nada más que decir, druida.
—Sí que lo hay. Deseo que le digas a Deirdre que estoy viva. Que le digas que estoy aquí.
—¿Por qué? —preguntó con la voz llena de desconfianza—. Te matará.
—Estoy convencida de que lo intentará. Pero quiero que hagas que devuelva a Quinn aquí como intercambio.
Charon sacudió la cabeza.
—No funcionará.
—Lo hará si le dices que he recordado el conjuro para dormir a los dioses.
El guerrero se quedó como petrificado. Abrió y cerró los puños varias veces antes de volver a hablar.
—¿Qué acabas de decir?
—Enterrado en mi mente está el conjuro que me legó mi abuela y que conseguirá, una vez más, dormir a los dioses.
—¿Ya no seré inmortal nunca más ni tendré el poder de mi dios?
Ella sacudió la cabeza.
—No, no tendrás nada de eso.
—¿Sabía todo esto Quinn?
—Sí.
Charon soltó un suspiro.
—Ahora entiendo el motivo por el que te protegía de ese modo. Dime, druida, ¿por qué no te mató Deirdre?
—Quinn cree que mi abuela me protegió de algún modo. Nada de eso importa ahora. ¿Le dirás a Deirdre que he recordado el conjuro?
—No.
Ella parpadeó ante sus ojos.
—¿Por qué?
—Lo que guardas en tu mente podría salvarnos a todos.
—Es posible, si logro recordarlo. Ese es un riesgo que no estoy dispuesta a asumir. Si esperas salir de este lugar y huir de Deirdre, entonces deberías haberte unido a Quinn.
Él levantó la mano en el aire para detenerla.
—Tú solo has estado en el Foso cuestión de días. No tienes ni idea de lo que hemos pasado la mayoría de nosotros en manos de Deirdre. Solo hay una persona por la que me preocupo en este infierno y esa persona soy yo. Quinn no me dio ninguna razón para unirme a él. Deirdre sí.
Marcail solo podía mirarlo, sorprendida de que alguien pudiera ser tan egoísta.
—Lo siento por ti.
—No quiero tu compasión, druida.
—¿Hay algo que pueda darte para que le digas a Deirdre lo que quiero?
Él se giró, ofreciéndole la espalda.
—No tienes nada que pueda tentarme.
Marcail, sintiéndose más derrotada que cuando Dunmore la capturó, se dio media vuelta para salir de allí. Junto a ella escuchó un fuerte y feroz gruñido. Lo siguiente que pudo ver era que Charon la lanzaba contra la pared mientras utilizaba su propio cuerpo para protegerla del ataque.
Tenía ambos brazos abrazándole la cabeza y su gran cuerpo evitaba que pudiera ver quién había atacado. Ella se estremeció cuando Charon echó la cabeza hacia atrás y bramó como si le hubieran golpeado por la espalda. Una y otra vez pudo oír unas garras que destrozaban su carne color cobre, pero él no se apartó ni un por un instante ni dejó de protegerla.
Si alguien le hubiera preguntado justo un momento antes si creía que Charon estaría dispuesto a salvarle la vida, ella habría dicho que no.
Marcail se arriesgó a echar un vistazo por encima del fuerte hombro de Charon y vio la blanca piel de Arran.
—¡Detente! —gritó, pero los rugidos de Arran y Charon apagaban su grito—. ¡Arran, detente!
Charon se dio la vuelta mientras Arran saltaba sobre él. Los dos guerreros se encontraron en un golpe demoledor. Ambos cayeron al suelo y salieron rodando, dejando rastros de sangre de sus garras en el camino.
Lo único que podía hacer Marcail era observar horrorizada.
De pronto, Arran dio un salto para ponerse en pie. Mantenía una postura encorvada, con los ojos blancos de guerrero fijos sobre su enemigo. Una vez Charon consiguió ponerse en pie, ambos empezaron a moverse en círculos.
Arran fue el primero en atacar. Clavó sus garras profundamente en el pecho de Charon, mientras dejaba a la vista los colmillos. Su contrincante le sujetó el brazo en un intento de deshacerse de aquellas garras.
Marcail no dudó ni un instante en acercarse a Arran y posar la mano sobre su brazo.
—Arran, para.
No pudo ver el brazo que se acercaba hacia ella. Aterrizó en su pecho con tal fuerza que le paralizó el aire que teñía en los pulmones y la envió volando hacia la pared. Un grito salió de sus labios al estrellarse contra la roca y deslizarse hasta el suelo.
—¡Por todos los dioses! —dijo Arran mientras se arrodillaba frente a ella.
Tan pronto como pronunció aquellas palabras, se doblegó a causa del dolor. Pasados unos minutos, levantó la cabeza.
—Marcail, lo siento, no sabía que eras tú.
Ella intentó hablar, pero seguía sin poder recuperar el aliento.
Charon le cogió la mano y la miró fijamente a los ojos.
—Relájate y deja que el aire entre en tus pulmones.
Le costó un momento, pero finalmente pudo respirar de nuevo. Le hizo un gesto de agradecimiento a Charon, que le soltó la mano y se apartó.
—¿Estás malherida? —preguntó Arran mostrando un rostro cargado de arrepentimiento.
—Estoy bien. ¿Qué te ha pasado después de que me golpearas?
Arran se encogió de hombros.
—No estoy seguro. Era magia, magia que creo provenía de ti.
—Quinn tenía razón —susurró ella—. Mi abuela me protegió con conjuros.
—Nunca había sentido tanto dolor —confesó Arran—. Si eso ha sido solo por haberte golpeado, no puedo ni imaginarme el dolor que podría llegar a experimentar el que intentara matarte.
Marcail asintió con la cabeza.
—Ahora ya sé la razón por la que Deirdre no me mató. Ahora dime, ¿por qué has atacado a Charon?
—Pensé que pretendía tomarte.
Ella sonrió y le acarició la mano.
—No. Tenía que hablar con él.
—¿Hablar con él? —repitió Arran—. ¿Sobre qué?
—Para ver si me podía ayudar a intercambiarme por Quinn.
Arran abrió los ojos, horrorizado.
—No lo intentes, Marcail. Quinn está dispuesto a sacrificarse, pero si regresa y tú no estás aquí, es capaz de matarnos a todos.
Por mucho que le gustara pensar que Quinn se preocupaba por ella hasta tal punto y que esa era la causa por la que Arran parecía tan preocupado, ella sabía que era por el conjuro que poseía y nada más.
Pero deseaba con todas sus fuerzas que no fuera así.