13

Isla no debería haberse sorprendido cuando descubrió que Deirdre había tomado medidas para hacer que Quinn se pusiera de su lado. Deirdre era conocida por utilizar cualquier táctica a su alcance que le permitiese conseguir lo que ella quería, y quería a Quinn por encima de cualquier otra cosa.

Isla era una de las pocas que sabía que Quinn supuestamente tenía que darle un hijo a Deirdre, un hijo que albergaría todo el mal de los infiernos. Pensar en aquello hacía que Isla se estremeciera.

—¿Por dónde empezamos? —le preguntó William a Deirdre.

Isla examinó la pequeña habitación. Además de Deirdre, William y los dos guerreros que tenían cogido al prisionero, también estaba en la habitación Broc.

Isla sabía por qué la quería allí Deirdre pero ¿por qué estaba también presente Broc? Normalmente Broc se mantenía alejado. Pese a todo eso, últimamente Deirdre había reclamado su presencia con mayor frecuencia.

—Todavía no —dijo Deirdre, interrumpiendo las cavilaciones de Isla.

Isla volvió su atención de nuevo al prisionero. Era uno de los gemelos del Foso. Sin embargo, la razón por la que Deirdre lo había traído allí resultaba un misterio para ella.

Deirdre se movió frente a Ian, que estaba de rodillas. Ella se inclinó y puso su rostro cerca del rostro azul pálido del guerrero.

—Te lo preguntaré solo una vez. ¿Vas a ponerte de mi lado?

—Nunca, bruja.

Deirdre se apartó y William arañó el pecho de Ian con las garras antes de empezar a golpearlo en la cara. Isla había aprendido tiempo atrás a no reflejar sus sentimientos en su rostro. Aun así, no se sorprendió al ver a Deirdre observándola.

—Estoy muy decepcionada contigo, Ian —dijo Deirdre y se giró para mirar al guerrero—. Pensaba que comprenderías la situación. Quinn me ha rechazado, así que alguien tiene que sufrir mi ira.

Ian escupió con la boca llena de sangre en el dobladillo del vestido de Deirdre y sonrió.

—Saca lo peor de ti, drough.

En lugar de matar a Ian, como Isla pensaba que habría hecho, Deirdre simplemente dio un paso atrás. Isla llevaba allí el tiempo suficiente como para saber que nada bueno podía salir de la bruja cuando aparentaba estar tan calmada en toda su furia como se mostraba ahora.

—Estás muy unido a tu hermano gemelo, ¿verdad, Ian? Simplemente me pregunto hasta qué punto estáis unidos los dos a través de vuestro dios.

—Soy un highlander. Soportaré cualquier dolor que quieras infligirme —respondió Ian con los labios arrugados y un aire despectivo.

Isla estaba impresionada con el guerrero, pero con aquellos comentarios, no seguiría vivo mucho tiempo.

—Me aseguraré de que soportes todo el dolor que estoy dispuesta a infligirte —dijo Deirdre—. Pero me gustaría saber si has pensado en cómo conducirá su dolor Duncan al comprobar que tú estás sufriendo de tal modo.

En un instante, Ian se deshizo de los guardas y se abalanzó sobre Deirdre.

—¡Te mataré! —gritó.

La principal arma de Deirdre, su cabello, atrapó a Ian antes de que él pudiera alcanzarla. Sus blancos rizos apretaron el cuello del guerrero hasta que murió por falta de oxígeno. Una vez Deirdre lo soltó e Ian cayó al suelo, el color azul claro de su piel se esfumó.

En el suelo, a solo unos pasos de Isla, había un hombre con el pelo castaño claro, corto y con una falda escocesa tan roída y descolorida que ella apenas podía distinguir los colores.

William y los dos guardas levantaron a Ian y se lo llevaron de la habitación, dejando a Isla a solas con Deirdre y Broc. Hubo un tiempo en que Isla había pensado que un día Broc traicionaría a Deirdre, pero el guerrero añil era más leal que nunca.

—Quinn mantiene la esperanza de que sus hermanos vendrán a por él —dijo Deirdre—. Deseo demostrarle que tanto Lucan como Fallon o bien han sido capturados o bien no acudirán en su auxilio.

Broc levantó un hombro.

—Ya habéis enviado a los wyrran para que detengan a los hermanos.

—Sí, pero Lucan y Fallon son más astutos que mis criaturas. Por el momento.

—Entonces dejad que vaya yo a por los MacLeod —dijo Broc—. Sabéis que puedo rastrear cualquier cosa en cualquier lugar. Los encontraré para vos.

Deirdre consideró sus palabras.

—¿Puedes atraparlos?

—Eso necesitará una mayor planificación. Si queréis que haga algo de inmediato, puedo asegurarme de que… estén ocupados con los wyrran hasta que Quinn acepte vuestras condiciones.

A Isla no le gustaba el sentimiento que apareció en la boca de su estómago ante las palabras de Broc. Durante muchos años, Isla había odiado a los MacLeod por el manuscrito que Deirdre había encontrado con sus nombres. Por culpa de ese apellido, a Isla no le habían dejado vivir su vida.

Ella odiaba a los MacLeod, odiaba a todos los guerreros en realidad, pero más que nada en este mundo, lo que ella buscaba era su libertad. Estaba cansada de que Deirdre la utilizara como su marioneta.

—Poseo otra arma —dijo Deirdre con los ojos blancos cubiertos de un peligroso brillo, y se giró hacia Isla.

Isla sostuvo la mirada de Deirdre sin parpadear. La muestra de cualquier signo de miedo o debilidad sería su condena.

—No —dijo Broc rompiendo el silencio—. Todavía no, señora. Dejad que intente detener a Fallon y a Lucan. Cuando Quinn se doblegue ante vos, podremos capturar a los hermanos. Entonces podrán ver que Quinn os ha elegido y ya no podrán negarse a vuestros deseos nunca más.

Los ojos de Isla se volvieron de golpe hacia Broc, pero el guerrero se obstinó en no mirarla. ¿Por qué él se negaba a que Deirdre la enviara a ella? Podrían capturar a los hermanos. Entonces, ¿por qué quería esperar Broc? ¿Estaba pensando acaso en aliarse con los MacLeod?

Quería hablar con él, pero Isla sabía que no podía arriesgarse a ello ni tampoco podía hacerlo Broc. Si Deirdre llegaba a sospechar alguna cosa, los eliminaría a ambos de inmediato.

—Aceptaré tu idea por el momento, Broc —dijo Deirdre mientras se pasaba la manos por la tela oscura de su vestido—. Pero solo porque quiero mantener a los hermanos alejados de Quinn. Los tres han de estar bajo mis órdenes antes de que termine el ciclo de la luna este mes.

Broc hizo una reverencia con la cabeza.

—Así será, mi señora.

—Ahora déjanos.

Isla esperó mientras Broc abandonaba la sala antes de volverse hacia Deirdre. No tenía ningún sentido preguntarle a la drough qué era lo que pretendía. Deirdre se lo haría saber en cuanto quisiera decírselo.

—Es hora de que vuelvas a visitarlo.

Isla hizo una mueca de disgusto, aunque intentó con fuerza que no se notara. Cada vez que veía a Phelan se acordaba de que ella había sido la que lo había traicionado, la que lo había encadenado en aquella montaña cuando él tan solo era un niño.

Enfrentarse a Deirdre o tratar de hablar con ella para convencerla de que no la obligase, solo haría que Deirdre supiera lo mucho que odiaba ir a visitar a Phelan. En lugar de eso, Isla simplemente asintió con la cabeza.

—Me han dicho que eres la única que puede acercarse a él.

Isla arqueó una ceja.

—Nadie puede acercarse a él, por eso es por lo que está encadenado.

Siempre.

—Se convertirá en uno de mis mejores guerreros. Todavía sigo celebrando el día que tu hermana lo encontró. Y no olvidemos el modo en que lo capturaste.

Isla cerró la mano en un puño sobre la falda de su vestido al sentir que se le revolvía el estómago. Nunca podría olvidar aquel día. Lo revivía vívidamente cada noche en sus pesadillas.

Deirdre se dirigió hacia la puerta y se detuvo.

—Quédate con él más tiempo esta vez. No falta mucho para que pueda necesitarlo. Tiene que estar domesticado.

Decir que Quinn estaba preocupado sería decir muy poco. No era solo por Duncan, Ian o Marcail, estaba preocupado también por sus hermanos.

Era cierto que Quinn había perdido la noción del tiempo en la montaña, pero sabía que ya había pasado una temporada nada desdeñable. ¿Dónde estaban Lucan y Fallon? ¿Por qué todavía no habían ido a por él?

O peor todavía, ¿habían intentado rescatarlo y los había cogido presos Deirdre?

Aquel pensamiento hizo que Quinn tuviera ganas de acabar con algo. Respiró profundamente por la boca para aplacar su ira mientras trataba de ignorar a su dios.

Solo tuvo que mirar un momento a Marcail para que su ira desapareciera a la vez que se volvía a encender su deseo. Ella estaba sentada en el suelo con la cabeza inclinada hacia un lado y todo su cabello sobre un hombro. Se estaba peinando la cabellera con los dedos.

Él podía quedarse allí sentado y pasarse horas mirándola. El modo en que ella se movía, en que hablaba, en que lo hacía todo lo fascinaba. El hecho de que no tuviera miedo de él y de que además le gustara su forma de guerrero (por el modo en que lo había besado antes), hacía que todavía la deseara más.

Ella lo sorprendía constantemente. Marcail poseía un coraje, un ímpetu y una fuerza que podía rivalizar con la de sus hermanos. Ella era lo que cualquier highlander buscaba en una mujer.

La vista que Quinn tenía de Marcad quedó bloqueada por Arran cuando este entró en la cueva. Quinn volvió su atención hacia Arran, que se había detenido frente a él.

—¿Qué le van a hacer a Ian? —preguntó Arran.

Quinn se pasó la mano por el pelo e hizo una mueca.

—Deirdre ya te dijo lo que iban a hacerle. Le harán sufrir.

—¿Lo matará?

—Solo para poder devolverle la vida.

Arran se detuvo y se giró con rostro preocupado hacia Quinn.

—¿De verdad puede hacer tal cosa?

—No tengo ni idea, pero con el poder que tiene, no me sorprendería.

Arran soltó un largo suspiro.

—¿Cuánto tiempo hará que dure esto?

—Yo puedo hacer que termine antes de que empiece, Arran. Es lo que debería hacer. Solo le está haciendo daño a Ian para hacerme daño a mí.

—Ni te lo plantees, Quinn. Te necesitamos.

—Y Duncan necesita a su hermano.

—Quinn…

Quinn levantó una mano para detenerlo.

—Sé lo que vas a decir y te lo agradezco. Pero la verdad es que mis hermanos son hombres mucho mejores que yo. Ellos pueden y destruirán a Deirdre con o sin mí.

—Ya has tomado la decisión, ¿verdad? Vas a entregarte a esa bruja.

—Así es.

—¿Y Marcail?

Quinn lo intentó, pero no pudo evitar mirar a la druida en cuestión. Iba a echarla mucho de menos. Quería pasar una noche amándola, saboreando sus besos y sintiendo el calor de su cuerpo, pero esa era una noche que no se podía permitir.

Había un hombre al que estaban torturando por su culpa. Quinn no podría seguir viviendo si permitía que eso sucediera.

—Cuida de ella por mí —dijo Quinn.

—¿No vas a despedirte de la druida?

Debía hacerlo, lo sabía.

—No puedo.

Quinn pasó por delante de Arran antes de que este pudiera detenerlo y se dirigió directo a la puerta del Foso. A pesar de que Deirdre tenía la puerta protegida con sus conjuros y su magia, siempre había dos guerreros haciendo guardia.

Quinn se detuvo ante la puerta y silbó para llamar la atención de los guardas.

—Llevadme ante Deirdre.

El guerrero de la izquierda comenzó a reír.

—Ella dijo que querrías verla. Tenemos un mensaje para ti.

—¿Y cuál es ese mensaje?

—Que está ocupada torturando a Ian y que no deberías haberla rechazado.

Quinn soltó una maldición y giró sobre sus talones. No se había podido imaginar que Deirdre hiciera tal movimiento. Ella lo quería, sí, pero él había conseguido irritarla. Ahora Ian pagaría por ello con una tortura que duraría días, semanas incluso.

Ya de vuelta en su cueva, Quinn se apoyó contra la pared de piedra y se quedó mirando al vacío.

—Maldita sea —gruñó.

—¿No quiere verte? —le preguntó Arran.

—No. Dice que está demasiado ocupada torturando a Ian.

—Mierda. ¿Y qué harás ahora?

Quinn se encogió de hombros.

—Lo único que puedo hacer es esperar. Ella sabía que yo cedería en cuanto se llevara a Ian. Ha obrado así para demostrarme de lo que es capaz. Ahora no hay nada que yo pueda hacer por Ian, pero pondré todo en su sitio en cuanto pueda.

—Aunque no me gusta saber que están torturando a Ian o a cualquier otro, creo que es una mala idea —dijo una voz femenina.

Quinn giró la cabeza y se encontró con Marcail de pie a solo dos pasos de él.

—¿Qué otra opción tengo?

—Tú y tus hermanos sois la clave, Quinn —le respondió—. Tienes que seguir rechazándola.

Él se apartó de la pared de piedra y se quedó mirándola de frente.

—¿Y entonces qué? ¿Se llevará a Arran o a ti? ¿Y se supone que debo quedarme quieto mientras la gente que se une a mí es torturada o asesinada? No puedes pedirme que haga eso.

—Sí que puedo y lo estoy haciendo —dijo ella pausadamente—. Sé perfectamente lo que significa decir que me he aliado a los MacLeod. Estoy convencida de que si se lo preguntaras a Ian, él diría exactamente lo mismo.

Arran asintió con la cabeza.

—Y yo también. Si tengo que morir, entonces moriré.

—Estás siendo muy noble, amigo mío —le dijo Quinn a Arran—. Pero seguro que cuando Deirdre empiece a torturarte no lo serás tanto.

—Soy un highlander, Quinn. No me insultes.

Quinn hizo un gesto con la cabeza.

—Perdóname. Sé el coraje que tienes en tu interior y serán los guerreros como tú los que ayudarán a acabar con Deirdre.

—Estoy preparado para esa batalla.

—Igual que yo —susurró Quinn—. Estoy preparado para esta batalla desde que posé mis ojos sobre ella.

Marcail le puso una mano sobre el brazo.

—Pronto llegará la hora. Hasta entonces, necesitáis prepararos para lo que esté por venir.

—¿Y tienes alguna idea de lo que será? —preguntó Arran.

Marcail se mordió el labio inferior mientras pensaba.

—Deirdre ya nos lo ha dicho. Comenzará por Ian y seguirá con cada uno de nosotros.

Quinn se movió alrededor de ellos, la ira ante tal situación crecía en su interior.

—Vosotros dos me pedís demasiado.

—Deirdre mantiene que tú tienes un destino —dijo Marcail mientras se acercaba a él—. Y creo que tiene razón.

Quinn se detuvo y se giró para mirarla a los ojos.

—¿Quieres decir que debo darle un hijo?

—No, que vas a matarla. La profecía sobre el niño podría ser cierta, no lo sé. Lo que yo creo es que Deirdre sabe lo importantes que sois tú y tus hermanos para nosotros, para el mundo. Ella sabe que si os tiene a su lado, la batalla habrá terminado antes de empezar.

Quinn quería creerla pero no podía. La idea de que los druidas y otros guerreros pusieran todas sus esperanzas en los MacLeod era abrumadora y casi humillante. Demasiado abrumadora, especialmente para un hombre que ya lo había perdido todo una vez.