DESECLIPSE DEL FIRMAMENTO

A Patricia Ossa

Estábamos arribando al final del mar, Luchino

que no quedaba en los aferrados puertos

Habíamos hundido nuestra ancha flota

nosotros mismos y en una relumbrante

emboscada a gran escala de este tiempo

y perdido unos mil Harrier en el cielo

extenuados por los combates de noche

que libramos hacia la captura de Dios

en un desusado rasgarles el cielo

a los moluscos de la religión de estado

que no cejarían hasta cerrarnos el mundo

porque perdidos no seguíamos a nadie

Y mamándonos la dura belleza de la guerra

sólo quedábamos un puñado de Rembrandts

sólo quedábamos un puñado de espíritus

mudos sobre la carcaza del Cittá Felice

nuestro último portaaviones a vela

meciéndose destrozado sobre las mareas

y a la deriva de un mar delirando

que crecía como el diluvio

Era como el mar naufragando al fondo

del mar después de haberse ido a pique

Y habiendo quedado más desnudos que la luz

sin armas alucinantes de qué agarrarnos

sin sacos de alcohol en qué meternos

y sin la mente de Coritani ya muerto

empezamos a sacar las tablas sagradas

y a subirlas a cubierta tabla por tabla

tabla por tabla para hacer la balsa

que prendería la mecha del sueño nuestro

Y mientras el mar subía porque subía

y el portaaviones iba hundiéndose debajo

nosotros aún vivos adentro de la balsa

aún no venerables sino venideros

subíamos a acabar los eclipses del firmamento

subíamos como una cerilla que desataba la luz

y encendía un faro entre las estrellas.