II

Ya allá desplazándonos de mar a mar

después de haber volado al filo del infinito

y desde sobre el espacio exterior

donde quedaba el cielo invisible

y de mil meses de andar solados

surcando el cautiverio de los astros

y aunque no sabíamos lo que hacíamos

de nuevo dimos a fraguar la eucaristía

de subir a nuestros desasosegantes Harrier

con sensores de guía afinada y refuerzos

y llevar al fin la catedral a la desconocida

volando a muy altas descargas de iridio

y ahí sujetándola en medio de las estrellas

ver salir a Dios de sus confines

mientras metidos en la quilla de El Caravaggio

vivíamos el amor con agravantes

y hacíamos olas que se levantaban

del mar como espaldas de hombres salvajes

sacudiéndose la vida.