Veníamos en nuestros Harrier desblindados
en descenso vertical continuo
volando parados de frente
desde donde las cavernas del firmamento
absorbían corrientes curvas
de otras mentes más desapercibidas
Veníamos a llevarnos la catedral del Cuzco
a alta mar la mansión de Dios subida arriba
de nuestro portaaviones El Caravaggio
Cuarenta anclas con cadenas de espesor
comenzaron a arrastrar la catedral
mientras la levantábamos con los Harrier
por ocho costados desde los cimientos
para que pesara como un Lipchitz
Y mientras la sacábamos del Cuzco a remolque
íbamos dejando un cráter de ancho rastro
que cabía una doble fila de ríos jordanes
hasta que metimos la catedral al mar
rodeada de boyas
y ayudados por esclusas contra mareas
la subimos a cubierta para zarpar
Y por durante la mañana de anoche
con la catedral ya arriba de El Caravaggio
y con el mar soltando las amarras
entramos los Harrier a la nave central
y los hacíamos volar por dentro
y pasearse en el aire y como muy educados
haciéndoles visitas a los santos.