BRANDO

Queríamos a Brando acá en el bote

queríamos recuperar a Brando

que llevaba siete años de prenda de guerra

encarcelado en la Capilla Sixtina

convertida en celda de la conciencia

por los disciplinantes milenaristas

Pero los milenaristas no lo querían soltar

Estaban embelesados con la captura de Brando

y lo hacían pasarse mirando el techo

y con la primera bajada de cuello

amenazaban con agregarlo al Juicio Final

mientras afuera rodeábamos cómo sacarlo

cómo irrumpíamos sin rozar la capilla

Ma seguido de arduas comidas privadas

de bajas recíprocas y de graves daños

y con atentados colosales durante los postres

donde las llamas ensanchaban las sacristías

canjeamos a Brando por un Tiziano

guardado en el mar bajo armamento

para cubrir expensas de gustos caros

Así que así subimos a Brando al Harrier

y le abrazamos la papada en la nave

pero Brando venía difícil y contrariado

venía con la boca mordida de ayunos

y al posarnos suave sobre la cubierta del Cittá Felice

mandó a escobillar su abrigo de sacos

y soltó el racimo que traía en la lengua:

Prescindiré de recepciones ni cancillerías

Prescindiré del alcohol, de las pastas

de los helados de asiento de alcachofa

de los propensos excesos al desengaño

y de mis mujeres que me han crucificado

Pero no cruzaré el desierto

para hacerme perdonar

el oro del dolor que he infligido

No fornicaré, no me deleitaré

ni me pondrán de rodillas

No quiero ni demostrar, ni sorprender

ni divertir, ni persuadir

Aspiro al fin de mí mismo en vida

y sin la constatación de mi muerte

Nadie me volverá a ver en mil milenios

El tiempo se está acabando. Es serio

Los dura sangre y las orugas de la miseria

no cejarán hasta devastarme. Lo sé

A un mimo como yo no puede permitírsele vivo.