Empujados por el amor
aunque el amor nos estaba vedado
desnudábamos a las esposas de Coritani
y las sacábamos a pasear en brazos
para bañarlas con la sal de nuestras bocas
para hacerlas felices.
Así íbamos y de íbamos como cortejo de vasijas
y por un tiempo no le dábamos un coito
Sólo les leíamos a Fourier y a Richelieu
cuando querían
y les hicimos construir una tina con balcones
para que apoyaran sus pechos en las barandas
Mientras pasábamos delante de una belleza
que ninguna madurez podía compensar
Ma por un bostezo de excedente de guerra
botamos los Harrier y los Rembrandt al mar
y convertimos la cubierta del portaaviones
en la plaza de las delicias
Había vino había uva había pescado
Vivíamos en la holgazanería más desprejuiciada
espíritus magníficos
que sólo existíamos
para la fragua de las almas.