LA VIDA NOS ESTABA EMBARGANDO
DE JÚBILO

Volábamos a la mamama de la luz

en nuestro anonadante Harrier

de cabina ancha

con cajones de ostras, brevas

y vinos caros

llenos de amor y de desastres del corazón

Volábamos para la anunciación de la luz

en fulgurante seguimiento de las estrellas

y curvando la dura rampa del horizonte

Ma entonces mientras preparábamos el descenso

con caída de vuelo en elipses zambullidas

y hacíamos ajustes de la mente

para bajar nuestra altura de provocación

y posarnos en toldos milenaristas,

derribamos la entrada colosal al despacho

privado del cuevudo mariscal Ratzinger

Y ahí en las carpas de su mando cumbre

emprendimos la singular visitación celta:

Lo sentamos en su sillón de púrpura

y lo cubrimos de honores por el devastador

ataque al portaaviones; por las muertes

de nuestros enamorados en alta vigilia

y por el asalto a las gordas de Fragonard

Y cuando ya íbamos a regalarle el Harrier

para que tuviera alojamiento en el cielo

no estuvo bien ni al gusto de las ostras

Trató de esbozar una redada de lenguas

pero se suavizó cuando le susurramos

que traíamos vino blanco suficiente

como para fundar el Mar Tirreno

La vida nos estaba embargando de júbilo

ma luego enfilamos rumbo al desierto

a tomarnos el reino de Dios por la fuerza

para el salto a la luz

para el deseclipse del firmamento.