167. De manía a milagro

De todos los medicamentos descubiertos en los cincuenta últimos años aproximadamente, el litio ha sido probablemente el que ha sido más beneficioso. El cloruro de litio, muy similar al cloruro sódico, la sal común, es tomado en grandes cantidades por los que sufren depresión clínica y estados afines. Es barato, carece esencialmente de efectos secundarios a largo plazo y ha hecho la vida tolerable para muchas personas desesperadas. Ninguna ruta lógica hubiera permitido adivinar su eficacia y nació de una extraña serie de razonamientos incorrectos.

El doctor John Cade era psiquiatra en un pequeño centro neurológico de Australia. Concibió la idea de que la enfermedad maníaca está causada por una toxina endógena. Si así fuera, cabría esperar razonablemente que, como muchas toxinas conocidas, sería eliminada continuamente del cuerpo y se manifestaría en la orina. No era una conjetura irrazonable, especialmente dado que había informes (aunque más tarde desautorizados) de un componente característico en la orina de los esquizofrénicos. Cade decidió poner a prueba una toxina excretada inyectando la orina de sus pacientes en conejillos de indias. Los animales enfermaron, pero también lo hicieron cuando se les inyectó la orina de control normal. Cade no se lamentó, sino que dio el curioso paso de ensayar urea pura, el principal producto final metabólico que constituye el grueso de la materia disuelta en la orina. Los conejillos de indias reaccionaron aún peor; de hecho morían cuando se les inyectaban concentraciones muy altas de urea, presumiblemente por fallo renal. En cualquier caso resultó, lo que no era muy sorprendente, que la concentración de urea no era más alta en la orina de los pacientes que en la de los sujetos normales.

En este momento la lógica desaparece, pues Cade decidió a continuación someter a los conejillos de indias a un tratamiento con ácido úrico. Esta sustancia está relacionada químicamente con la urea y es el producto de la secreción de algunos animales, especialmente aves. El inconveniente es que el ácido úrico es insoluble, mientras que, como descubrió Cade en una visita a la biblioteca, su sal de litio sí se disuelve en agua. Así que inmediatamente pensó en inyectar la sal de litio [65], que se mostró inocua, mitigando incluso los efectos tóxicos de la urea y ejerciendo un «efecto calmante» en los conejillos de indias justificadamente agitados. Ahora, el doctor Cade bajó a la tierra: se preguntó si los efectos beneficiosos podrían incluso deberse al litio y no al ácido úrico. Buscó una botella de carbonato de litio que también tranquilizó a los roedores. Animado por ello, el doctor Cade ensayó el carbonato de litio en un paciente. Los resultados fueron milagrosos y el paciente seriamente trastornado regresó a algo parecido a un estado mental normal. Este, por supuesto, no era un ensayo clínico, para el que quizá no se hubieran encontrado los medios; no obstante, se escribió un artículo que fue publicado en 1949 en una revista insignificante y que inmediatamente desapareció de la vista, para ser redescubierto cinco años más tarde en el curso de una búsqueda bibliográfica por un investigador danés, Mognes Schou. Schou pensó que valía la pena seguir el informe, con la consecuencia de que el litio es ahora celebrado como un triunfo de la ciencia clínica. Pero los pacientes con la enfermedad maníaca no tienen toxina en su urea y los conejillos de indias del doctor Cade se volvieron menos activos sólo porque el carbonato de litio les calmó.

Véase Alexander Kohn, Fortune of Failure: Missed Opportunities and Chance Discoveries in Science (Blackwell, Oxford, 1989).