162. Un mito y su génesis

Desde hace dos décadas circula una anécdota, renovada y adornada cada vez que hay una reunión de biólogos, cuyos protagonistas varían de una ocasión a otra aunque, al parecer, sólo apareció en prensa una vez:

Un trabajador escribió a otro laboratorio preguntando por un λ-fago que había sido descrito allí mismo recientemente. En respuesta recibió una carta denegando el fago y en la que se dejaba bien claro que el trabajador que hacía la petición no era un miembro adecuado del club. Pese a esta obvia carencia de cualificación para recibir el regalo, el bellaco peticionario tuvo el descaro de darse cuenta de que tales fagos «se difunden» por los laboratorios, y consiguió de la manera más elegante cultivar el λ-fago incubando la propia carta de rechazo. El final de la historia queda en la oscuridad, pero uno espera que el director del laboratorio haya añadido ahora la fumigación de todas las cartas salientes a sus otras obligaciones censoras.

El λ-fago mencionado es un bacteriófago contenedor de ADN [55], que ha tenido amplio uso en ingeniería genética. La historia, que ha alcanzado el estatus de una leyenda urbana, debe probablemente su perenne atractivo al hecho de que este campo de estudio estaba dominado por un pequeño y brillante círculo cerrado de iniciados que desarrollaron buena parte de la genética molecular desde el principio. Tiene su génesis en una travesura de Sydney Brenner, un líder de dicho grupo y miembro del famoso Laboratorio de Biología Molecular, todavía uno de los intelectos dominantes de la biología molecular[23]. Brenner lo ha divulgado todo en un artículo.

El bacteriófago en cuestión se denominaba f2 (y, a diferencia del lambda, era de un tipo contenedor de ARN, y no de ADN), y había sido descubierto en las aguas residuales de Nueva York por un genetista, Norton Zinder. Al tener noticia de ello, Brenner pensó en pedir una muestra, pero se contuvo pensando que Zinder no le creería si contaba la verdad: que Brenner lo quería para investigar sobre «factores sexuales» bacterianos (elementos genéticos encontrados en algunas bacterias, que pueden transferirse a una bacteria receptora). Zinder supondría que en donde realmente quería inmiscuirse Brenner era en el tema de su interés: la replicación del ARN, el material genético del fago. También había otros interesados en el bacteriófago f2, y fue entonces cuando Brenner lanzó el bulo acerca de un cultivo con una carta de Zinder, insinuando que él ya lo había hecho. En realidad, Brenner había ideado el experimento mental inverso consistente en sazonar las cartas, ya fueran para rivales o para pesados que hacían peticiones cargantes, con otro bacteriófago llamado T1: este es un invasor viril y duro, que soporta incluso el secado, de modo que si se infiltraba en un laboratorio se asentaría en todos los cultivos y cualquier investigación que implicase bacteriófagos se detendría de forma abrupta y catastrófica.

En cualquier caso, Brenner no hizo ningún cultivo de ninguna carta sino que decidió que podría encontrar sus propios bacteriófagos ARN en el alcantarillado local. Su ilustre amigo François Jacob, añade, encontró sus bacteriófagos en farmacias parisinas, donde los preparados derivados de las aguas residuales se vendían como remedios para trastornos gastrointestinales. Ahora que tantos materiales farmacéuticos se producen en bacterias modificadas genéticamente, las compañías de biotecnología son naturalmente muy cuidadosas en esterilizar los vertidos de los laboratorios; de hecho, Brenner recuerda haber examinado una muestra que le enviaron de interferón, una proteína comercialmente valiosa, preparada en bacterias modificadas con ingeniería genética. Él quería ver si en el cultivo quedaban algunas bacterias vivas pero desgraciadamente no había ninguna.

El primer pasaje, que no identifica a los supuestos protagonistas, es de un artículo de A. C. Fabergé, «Open information and secrecy in research», en Perspectives in Biology and Medecine, 25, 263 (1982). Para el artículo de Sydney Brenner, véase «Bacteriophague tales», Current Biology, 7, R736 (1997).