J. E. (John Edensor) Littlewood (1885-1977) fue uno de los más destacados matemáticos del siglo XX. Su dedicación a esta disciplina y su productividad continuaron casi hasta su muerte. A los ochenta y nueve años, Littlewood tuvo una grave caída e ingresó en una residencia de ancianos en Cambridge donde pareció perder todo interés por la vida. Un joven amigo, Béla Bollobás, le visitó y trató de distraerle con un nuevo problema matemático.
En mi desesperación sugerí el problema de determinar la mejor constante en la desigualdad L1 débil de Burkholder (una extensión de una desigualdad en la que Littlewood había trabajado). Para mi gran alivio (y sorpresa), Littlewood se interesó por el problema. Nunca había oído hablar de martingalas [¿quién lo ha hecho?]. Pero estaba deseando aprender sobre ellas de modo que estaba feliz de oír mi breve explicación y se mostró dispuesto a leer algunos capítulos introductorios. Todo esto a los ochenta y nueve años y con mala salud.
Esta historia da testimonio de los poderes recuperadores de la estimulación intelectual. Bollobás cuenta que Littlewood trabajó arduamente en el problema. Fue terminado por Bollobás; sin embargo, los resultados sólo se publicaron tras la muerte de Littlewood.
El recuerdo de Bollobás puede encontrarse en su prólogo a una colección de obiter dicta de Littlewood, de donde procede el siguiente cuento moral sobre el teórico ruso A. A. Markov:
Un doctorando había suspendido claramente y los otros examinadores estaban de acuerdo en dejarlo en eso. Markov deseaba reprenderle severamente por su pésimo resultado, pero se plegó a la decisión de los demás. En su lecho de muerte decía que nunca se había perdonado esta debilidad, y ello entristeció su final.
De Littlewood’s Miscellany, Béla Bollobás, ed. (Cambridge University Press, Cambridge, 1986).