Humphry Davy se ganó su lugar en el panteón científico por una extraordinaria serie de descubrimientos, que abarca desde el sodio y el potasio a la lámpara de seguridad de los mineros, y también a Michael Faraday, a quien contrató como conservador de los registros del laboratorio e inició en los misterios de la investigación científica. Davy se inició en filosofía natural, como se llamaba entonces a la ciencia, en 1798, cuando a los diecinueve años fue nombrado ayudante en el Instituto Pneumático del doctor Thomas Beddoes en Bristol. Beddoes, químico, médico y erudito, era una figura pública gracias a sus demostraciones de «aires facticios», los gases recientemente descubiertos, entre los que el óxido nítrico, el gas de la risa, suscitó el mayor interés. Beddoes tenía muchas esperanzas en los usos terapéuticos de los gases. Creía incluso que los gases emitidos por el ganado podían curar la tuberculosis, y en las habitaciones de sus pacientes insuflaba los efluvios de las extremidades de las vacas que mantenía en un prado adyacente.
En 1799, Davy, por instigación del doctor Beddoes, inhaló 16 cuartos de galón [18 litros] de óxido nítrico durante un período de siete minutos. Así es como describía la sensación resultante:
El gas me intoxicó absolutamente. El oxígeno puro no produjo ninguna alteración en mi pulso, ni ningún otro efecto material; mientras que este gas subió mi pulso en veinte latidos, me hizo danzar por el laboratorio como un loco y ha mantenido mi ánimo en alto desde entonces.
La mujer del doctor Beddoes conocía a través de su hermana, la novelista de moda Maria Edgeworth, a muchos de los leones literarios de la época, incluyendo a Samuel Taylor Coleridge y Robert Southey. Davy fue introducido en este círculo y la impresión que causó, especialmente sobre el primero (quien incluso expresó interés en ayudar a Davy en el laboratorio), está reflejada en alusiones a temas científicos en los versos de Coleridge. Joseph Cottle, el editor en Bristol de Davy tanto como de sus amigos poetas, describió en sus Recuerdos tempranos de Coleridge los efectos del óxido nitroso sobre varios literatos y sobre una joven y valiente miembro de lo que él llama «el sexo más blando»:
Míster Southy, míster Clayfield, míster Tobin y otros inhalaron el nuevo aire. A uno le hizo bailar, a otro reír, mientras que un tercero, en su estado de excitación, golpeó a míster Davy de forma bastante violenta con su puño. Ahora se convirtió en un objeto para testificar el efecto que este potente gas podría producir en alguien del sexo más blando, y él convenció a una joven valerosa, (miss ------), para que respirara de su bonita bolsa verde este delicioso óxido nitroso. Para asombro de todos, al cabo de algunas inspiraciones, la joven salió lanzada de la habitación y de la casa y, corriendo hacia Hop Square, saltó por encima de un gran perro que se puso en su camino; pero siendo seguida de cerca por sus amigos, la blanca fugitiva, o más bien la maníaca temporal, fue finalmente alcanzada y puesta a salvo, sin más daños.
La famosa tira cómica Gillray de 1802 ilustra la fascinación pública ante los efectos fisiológicos del óxido nitroso. Muestra una exhibición en la Royal Institution de Londres ante una audiencia de moda, entre la que puede identificarse a Isaac d’Israeli y Benjamin Thompson, conde Rumford (cuyos famosos experimentos en un taller de taladrado de cañones establecieron la relación entre trabajo mecánico y calor). El conferenciante es el doctor Thomas Garnett y se ve al joven Humphry Davy administrando el gas a sir John Hippisley con efecto espectacular en forma de una violenta erupción flatulenta. Era algún tiempo antes de que el óxido nitroso se utilizase como anestésico y de esta guisa sirvió especialmente a los dentistas durante un siglo y quizá aún se utiliza en algunos rincones.
Habría que decir que Maria Edgeworth había adquirido un vivo interés por la química a partir de su examen de Conversaciones sobre Química de Jane Marcet. La autora pertenecía a un círculo de intelectuales de Londres entre los que había científicos prominentes. El libro se presenta como una discusión entre una mujer anciana y dos chicas jóvenes y animosas a quienes da clases sobre los atractivos de la química. Fue el libro de mistress Marcet el que encendió inicialmente la pasión por la ciencia del joven Michael Faraday [19], cuando, siendo aprendiz de encuadernador, tuvo oportunidad de ojear sus páginas. La entusiasta Maria Edgeworth recomendaba el estudio de la química a sus lectores. La química, escribió, es una ciencia particularmente apropiada para las mujeres, «apropiada para sus talentos y su situación. La química no es una ciencia espectáculo, proporciona ocupación e infinita variedad, no exige fuerza física, puede realizarse en privado; no hay peligro de que inflame la imaginación porque la mente se aplica a realidades».
Se ha dicho que Conversaciones sobre Química socorrió a una hermana menor de Edgeworth y quizá incluso salvo su vida después de que hubiese tragado un ácido no especificado. Maria había aprendido de la inestimable mistress Marcet que los ácidos podían neutralizarse con leche de magnesia (hidróxido de magnesio) y fue rauda en administrar el remedio.
La descripción de Cottle de los efectos del gas de la risa está reproducida, junto con muchos antecedentes del tema, en Humour and Humanism in Chemistry (G. Bell, Londres, 1947) de John Read, el cual era profesor de química en la Universidad de Aberdeen. La historia sobre Maria Edgeworth está tomada de Letters for Literary Ladies (Garland, Nueva York, 1974; publicadas por primera vez en 1795).