93. ¿Cuán pequeño es pequeño?

Durante los años treinta, Leo Szilard rumió sobre la perspectiva de una reacción nuclear en cadena [20] y la posibilidad, por consiguiente, de una bomba atómica; y de cuando en cuando sufría un paroxismo de ansiedad. En 1939 se encontró con Isidor Rabi [21] en Washington para discutir sus temores. Rabi contó a Szilard que esa misma idea le había sido comentada por el gran físico italiano Enrico Fermi [29], también por entonces en Estados Unidos, pero que, sin embargo, no había mostrado ninguna inclinación por seguir hablando del tema. Szilard insistió en llamar a Fermi inmediatamente.

«Fermi no estaba», recordaba Szilard más tarde, «de modo que le dije a Rabi que por favor hablase con Fermi y le dijese que estas cosas debían de mantenerse en secreto porque era muy probable que si se emitían neutrones [de la fisión de uranio] podría llevar a una reacción en cadena desembocando en la posible construcción de bombas. Unos días más tarde fui de nuevo a ver a Rabi, y le dije: “Hablaste con Fermi”. Rabi contestó: “Sí, lo hice”. Pregunté: “¿Qué dijo Fermi?”. Rabi afirmó: “Fermi dijo ¡Chorradas!”. Así que yo volví a preguntar: “¿por qué dijo ¡Chorradas!?”, y Rabi respondió: “Bueno, no lo sé, pero él está aquí y podemos preguntárselo”. Fuimos al despacho de Fermi, y Rabi le espetó: “Oye, Fermi, yo te conté lo que pensaba Szilard y tu dijiste ¡Chorradas! y Szilard quiere saber por qué dijiste ¡Chorradas!”. Fermi respondió: “Bueno, hay una remota posibilidad de que puedan emitirse neutrones en la fisión del uranio y, entonces, por supuesto si puede formarse una reacción en cadena”. Rabi siguió: “¿Qué entiendes tú por una remota posibilidad?”, y Fermi comentó: “Bueno, un 10 por 100”. Rabi comentó: “10 por 100 no es una remota posibilidad si significa que podemos morir de ello. Si tengo neumonía y el doctor me dice que hay una remota posibilidad de que pueda morir, y esta es de un 10 por 100, me echaré a temblar”».

A partir de esta reunión, Szilard se dio cuenta de qué forma tan diferente podían ver él y Fermi la misma evidencia científica. «Ambos queríamos ser conservadores», recordaba Szilard más tarde, «pero Fermi pensaba que lo conservador era quitarle importancia a la posibilidad de que esto pudiera suceder y yo pensaba que lo conservador era suponer que sucedería y tomar las debidas precauciones».

Como sabemos, pronto se demostró que Szilard tenía razón. Sus biógrafos creen que la diferencia en perspectiva de los dos revela su forma de ver la vida. «Dicho de forma simple, la ciencia era la vida de Fermi, mientras que para Szilard la ciencia era una empresa ineluctablemente unida a las sensibilidades política y personal». De hecho, las personalidades de ambos eran difícilmente reconciliables. Cuando, por ejemplo, Fermi estaba supervisando la construcción de la primera pila atómica en una cancha de squash en Chicago en donde iba a ponerse a prueba una reacción en cadena, él exhortó a su personal. En mangas de camisa se unió a la tarea de levantar pesados bloques de grafito que formaban parte del montaje. Pero, para gran enfado de Fermi, no hubo forma de convencer a Szilard, que era contrario a cualquier tipo de esfuerzo físico, para que participara. Este episodio creó una brecha duradera entre los dos científicos.

Véase, Genius in the Shadows: A Biography of Leo Szilard, the Man Behind the Bomb, por William Lanouette y Bela Szilard (Scribner, Nueva York, 1993); Leo Szilard: His Version of the Facts, Spencer Weartt and Gertrude Weiss Szilard, eds. (MIT Press, Cambridge, Mass., 1978); Rabi: Scientist and Citizen, por John S. Ridgen (Basic Books, Nueva York, 1987).