92. Liberación por el fuego

Miriam Rothschild, la famosa zoóloga autodidacta que ha escrito de forma cautivadora sobre sus pasiones —en particular en el libro Flukes, Fleas and Cuckoos (1952)—, ha contado cómo se liberó de la tiranía de sus tempranos estudios sobre trematodos, que son gusanos parásitos microscópicos. Esto sucedió al comienzo de la segunda guerra mundial cuando Miriam Rothschild formaba parte del personal de la Estación Biológica Marina en Plymouth. Como voluntaria encargada de la prevención de ataques aéreos, ella había sugerido que se instalasen equipos contra incendios en el laboratorio. El director había vacilado: él opinaba que no iba a haber bombardeos de ciudades en esta guerra, y aunque los hubiera, Plymouth quedaría excluida de ellos Pues todos sabían que los tanques de almacenamiento de petróleo estaban vacíos, los muelles no tenían importancia y la ciudad estaba en cualquier caso alejada de las trayectorias de vuelo de los bombarderos alemanes. El ataque aéreo llegó puntualmente, los tanques de almacenamiento, que no estaban vacíos en absoluto, empezaron a arder y el laboratorio también fue alcanzado.

Cuando amaneció y hubo luz suficiente para ver —pues de hecho no funcionaba la luz artificial— me quedé en mi habitación para evaluar los daños. Ante mis ojos había una vista increíble. La puerta había desaparecido y la habitación parecía estar vacía excepto por una enorme pila de minúsculas esquirlas de vidrio en el suelo. Y, eligiendo delicadamente su camino entre los residuos, el único superviviente: mi andarríos amaestrado.

¿Dónde estaban mis cuadernos y manuscritos? ¿Dónde estaban los dibujos etiquetados? ¿Dónde estaban los cultivos de huéspedes intermedios (de los gusanos parásitos), los pececillos infectados, los centenares de caracoles infectados aislados? ¿Dónde estaba el microscopio, el Cambridge Rocker, la Camera Lucida, las lupas, las tazas de lavado, los tubos, los estantes, las jarras? Habían desaparecido. Siete años de trabajo se habían esfumado, pulverizados con una tonelada de vidrio.

Durante tres días no sentí nada excepto un vago dolor de espalda. Estaba aturdida. En blanco.

Un avión alemán de reconocimiento apareció entre los tanques de petróleo que aún ardían, volando entre las nubes de humo, y desapareció sin ser importunado. ¿Íbamos a sufrir inmediatamente otro ataque? Desde luego, el fuego proporcionaba un blanco perfectamente visible. Pero nada sucedió.

A la mañana siguiente descubrí que mi andarríos había muerto, posiblemente de un shock retardado o alguna lesión interna debida a la explosión. ¿Había muerto con grandes dolores? Me sentí profundamente perturbada cuando lo vi yaciendo en silencio entre los trozos de vidrio: era una crítica inequívoca a la raza humana. Lo sentí por él.

Al día siguiente caí presa de una sensación de excitación y exaltación sin sentido. Sin darme cuenta me había convertido poco a poco en un apéndice de los ciclos vitales de mis trematodos. En esa época no tenía un ayudante, lo que significaba que no podía permitirme estar enferma unos días, y mucho menos unas vacaciones o un fin de semana libre. Estaban todos esos huéspedes intermedios a los que había que atender, alimentar y criar; todos aquellos caracoles que alimentar; montones de bellas cercariae efímeras [las larvas parásitas] que contar, dibujar y describir; todas esas conchas que medir; todos esos patrones similares a llamas parpadeantes que descubrir, y mi camada de gaviota por acompañar desde el huevo hasta el ser adulto. Todo ello había significado 16 implacables horas al día. Incluso veía cercariae en las nubes y células llama palpitando en mis sueños.

Ahora, de repente, era libre.

Empaqueté mis bolsas y dejé Plymouth para no volver nunca como investigadora. No sabía que las mariposas y los campos floridos iban a sustituir a las cercariae y al turbulento Océano Atlántico. Pero, temporalmente al menos, las Fuerzas Aéreas Alemanas me habían liberado.

De Miriam Rothschild, en The Scientist, julio de 1987; reproducido en From Creation to Chaos: Clasic Writtings in Science, Bernard Dixon, ed. (Balckwell, Oxford, 1989).