87. Así funciona el mundo

Cuando Jorge I subió al trono de Inglaterra tenía como mayor fuente de orgullo que Newton se contara ahora entre sus súbditos. Desde aquellos tiempos, la ciencia se ha identificado cada vez más con el prestigio nacional. Esto es algo que tienen muy presente los gestores científicos más políticamente conscientes.

Mientras los científicos norteamericanos durante la guerra fría se hicieron muy hábiles para obtener fondos haciendo sonar alarmas sobre el progreso soviético, hay evidencia de que sus homólogos rusos no les iban a la zaga en explotar la guerra fría con propósitos similares. Así, el representante Melvin Price [presidente de un subcomité del Congreso sobre investigación y desarrollo] narra la siguiente conversación con un físico soviético en el laboratorio de Dubna:

Cuando estuvimos hace dos años en el Laboratorio de Dubna nos preguntaron cómo habíamos conseguido el dinero para construir nuestros aceleradores. Les explicamos el proceso legislativo que hay que seguir para recibir dinero destinado a nuestro programa. Él dijo: «No es así como yo lo entiendo». Y siguió: «Entiendo que lo obtuvieron diciendo que los rusos tienen un sincrotrón de diez mil millones de electrónvoltios y nosotros necesitamos un sincrotrón de veinte mil millones de electrónvoltios, y así es como ustedes consiguen su dinero». Yo respondí: «Puede haber algo de eso». Y pregunté: «¿Cómo consiguieron ustedes su dinero?». Él dijo: «De la misma manera». Price contaba esta historia a John Williams, director de la división de investigación de la AEC, quien comentó: «Esta es, por supuesto, una historia muy auténtica».

El sincrotrón es una máquina diseñada para acelerar protones a velocidades inmensas (más recientemente se ha utilizado para impulsar electrones a velocidades próximas a la de la luz, ya que entonces generan radiación de alta intensidad útil para un gran abanico de experimentos en muchas áreas de la ciencia). La instalación tiene la forma de un túnel circular subterráneo de varios kilómetros de diámetro. El Laboratorio Dubna es la sede de la investigación nuclear soviética y de proyectos de aceleradores de partículas. El acelerador de Dubna era en esa época tan desastrosamente infructuoso que sus usuarios le apodaban el «Acelerador en Memoria de Stalin».

Robert Wilson, un destacado experto norteamericano en el diseño de aceleradores, tuvo un mejor argumento cuando compareció ante un comité del Senado. «¿Qué haría este costoso proyecto por la defensa de Estados Unidos?», le preguntaron. «Nada», fue la respuesta, «pero hará que valga la pena defender Estados Unidos».

La conversación entre Price y los científicos soviéticos está registrada en The Politics of Pure Science, de Daniel S. Greenberg (New American Library, Nueva York, 1967).