La historia de la fisiología —y, por supuesto, de la medicina— está repleta de ejemplos de audaz autoexperimentación [85]. Menos a menudo, los temerarios experimentadores han utilizado a miembros de su familia como conejillos de indias cautivos. Edward Jenner [143], el médico rural a quien se le reconoce el descubrimiento de los medios de vacunar contra la viruela, fue quizá uno de los más famosos de todos los que se comprometieron en tales prácticas dudosas. He aquí un tardío y notablemente imprudente ejemplo en el que la curiosidad científica se antepone al interés paterno. Condujo en 1894 a un descubrimiento seminal en fisiología:
El doctor George Oliver, un médico de Harrogate, ocupaba su ocio invernal en experimentos con su familia, utilizando aparatos ideados por él mismo para realizar medidas clínicas. En uno de estos experimentos estaba aplicando un instrumento para medir el grosor de la arteria radial [en el brazo]; y tras haber puesto a su joven hijo, que merece un recuerdo especial, una inyección de un extracto de la glándula suprarrenal preparado a partir de material suministrado por el cocinero local, Oliver pensó que había detectado una contracción o, según quienes sean los que han transmitido la historia, una expansión de la arteria radial. Como quiera que fuera, viajó a Londres para comunicarle al profesor Schäfer [catedrático de Fisiología en la University College, más tarde transformado en sir Edward Sharpey-Schäfer] lo que creía que había observado, y le encontró enzarzado en un experimento en el que se estaba registrando la presión sanguínea de un perro. Como era habitual, el profesor se mostró incrédulo sobre la historia de Oliver y muy impaciente por la interrupción. Pero Oliver no tenía prisa y sólo pidió que una dosis de su extracto suprarrenal, el cual sacó de su bolsillo, se lo inyectara en una vena cuando hubiera terminado el propio experimento de Schäfer. Y así, tan sólo para convencer a Oliver de que todo era absurdo, Schäfer le puso la inyección y entonces quedó sorprendido de ver el ascenso del mercurio en su manómetro arterial hasta el punto de que el flotador registrador casi se salió del miembro distal.
Así se descubrió la sustancia extraordinariamente activa formada en una parte de la glándula suprarrenal y conocida como adrenalina.
Este relato está tomado de una conferencia, «Accident and opportunism in medical research», de Sir Henry Dale, reimpresa en British Medical Journal, 11. 451 (1948).