Se sabe de científicos que se quejan de la falta de franqueza de sus colegas siempre a la búsqueda de patentes o simplemente de prioridades. Las cosas eran mucho peor en la antigüedad. Los filósofos naturales de la Ilustración trataban de salvaguardar sus afirmaciones sobre un descubrimiento, a la vez que minimizaban el riesgo de errar en público, depositando sus observaciones fechadas en un archivo u ocultándolas en un mensaje cifrado. Robert Hooke (1635-1703), contemporáneo de Isaac Newton, era un formidable erudito, amigo de (entre otros) Christopher Wren, y fue él quien diseñó el monumento en Pudding Lane en la ciudad de Londres para señalar el lugar donde comenzó el Gran Incendio de 1666.
Hooke era habitualmente celoso en guardar lo que ahora llamaríamos su propiedad intelectual y desconfiaba de sus contemporáneos. Su nombre está consagrado en la Ley de Hooke de la Elasticidad, la cual establece que la extensión de un material elástico es directamente proporcional a la fuerza de estiramiento aplicada. El interés de Hooke en la elasticidad derivaba en parte de su invención del reloj de resorte. En 1665, Hooke formuló una descripción cifrada de su invención en la forma: «la Verdadera teoría de la Elasticidad, y una particular Explicación en varias Disciplinas en las que puede encontrarse: Y la manera de calcular las velocidades de cuerpos movidos por ellos. ceiiinosssttuu». Esto último era un anagrama, como Hooke desveló dos años después cuando estuvo seguro de sus resultados y satisfecho de que pudieran aplicarse a su volante de resorte:
Hace aproximadamente dos años yo publiqué esta teoría en un anagrama al final de mi libro de las descripciones de los helioscopos, viz ceiiinosssttuu, es decir, Ut tensio sic vis; es decir, la potencia de un muelle está en la misma proporción que la tensión. Es decir, si una potencia estira o dobla un espacio, dos doblan dos, y tres doblarán en tres, y así sucesivamente. Ahora, como la teoría es muy corta, también la forma de ensayarla es muy fácil.
Para una exposición de la obra de Hooke y de sus intelectuales contemporáneos, véase Ingenious Pursuits, de Lisa Jardine (Little, Brown, Londres, 1999).