51. El duende de la puerta de al lado

El Instituto para Estudio Avanzado en Princeton ha albergado en diferentes ocasiones a eruditos muy famosos —Albert Einstein, por supuesto, incluido—. Tiene reputación de ser lejano y enrarecido, sin estudiantes y con poca comunicación con el mundo académico exterior. Esta es una estampa de la vida en el Instituto; los protagonistas son un joven físico, Andrew Lenard, y C. N. (Frank) Yang, un famoso teórico que había compartido el premio Nobel de Física en 1957 con su compatriota Tsung-Dao Lee, profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York. (Cuando se anunció el premio, en el pequeño restaurante chino cercano, donde ellos acostumbraban a comer juntos todas las semanas, colocaron un anuncio en el escaparate que decía: «Coma aquí, gane el premio Nobel»). Parece que en general había poco contacto entre los miembros junior del Instituto y los mayores que deberían haberles servido de inspiración.

Suerte para Andrew Lenard, entonces, que un día [en 1966], Yang llamara por casualidad a su puerta para entrar a charlar. Yang quería saber en qué estaba trabajando Lenard y por eso le habla sobre el problema de la estabilidad de la materia [la profunda cuestión de por qué la materia, que está compuesta de átomos que son espacios casi enteramente vacíos entre partículas fundamentales muy separadas, es sólida y estable]. Yang piensa que esto es curioso. «Muy interesante», dice. «O es un problema trivial o es un problema muy difícil».

Así que Yang vuelve a su despacho —que es precisamente la puerta de al lado— y Lenard empieza a oír unos golpecitos en la pared. Se da cuenta de que es Frank escribiendo en su pizarra. Sigue así durante un rato —tap, tap, tap—, tiza dando contra pizarra, y Lenard ya no piensa más en ello.

Luego de repente, se detienen los golpes como si el pobre hubiera sufrido un ataque cardiaco. Silencio mortal.

Pocos minutos más tarde, Yang asoma su cabeza de nuevo por el despacho de Lenard: «Es difícil», dice, y desaparece.

La reacción de Yang recuerda a la del matemático aplicado sir Harold Jeffreys cuando era consultor de las ICI (Imperial Chemical Industries). En una de sus visitas, los físicos de la compañía expusieron con exhaustivo detalle un problema en el que esperaban que podría ayudarles. Jeffreys escuchó pacientemente en silencio total. Cuando la presentación terminó había más silencio y entonces él habló: «Bueno, me alegro de que sea su problema y no el mío», y rápidamente se despidió.

La conversación Yang/Lenard está tomada de Ed Regis, Who Got Einstein’s Office (Simon and Schuster, Londres, 1988) [Hay traducción española: ¿Quién ocupó el despacho de Einstein?, Anagrama, Barcelona, 1992.]